La Nueva Religión de Nuestro Tiempo

Max Silva Abbott | Sección: Política, Sociedad, Vida

Si existe un tema, dentro de nuestras heterogéneas sociedades, en que pareciera que todos estamos de acuerdo, es en el de los derechos humanos.

En efecto, los derechos humanos se han convertido en el gran ideal de esta época, al punto que ya no se concibe prácticamente ningún área de la existencia que no deba ser iluminada por ellos. De este modo, los derechos humanos han terminado invadiéndolo todo, incluso áreas que hasta hace no muchos años eran consideradas absolutamente privadas y por lo mismo, intocables por la autoridad, al estar protegidas por estos mismos derechos.

Por lo tanto, puede decirse sin temor a equivocarse que los derechos humanos se han transformado en la nueva religión de nuestro tiempo; una religión laica, impulsada por diversos organismos internacionales y tutelada por el Estado, a quien se le exige ser su principal garante, no solo incentivando su cumplimiento o castigando a eventuales infractores, sino también previniendo posibles transgresiones a su respecto.

Sin embargo, el gran problema es que más allá del nombre, respecto de su contenido hoy existe todo menos acuerdo. Por eso el catálogo de estos derechos es muy distinto en unos y otros sectores, al punto que conductas que para unos resultan esenciales, para otros constituyen un crimen, siendo tal vez el caso más paradigmático el del aborto.

Pero además, tampoco existe acuerdo respecto de sus titulares. Así, para algunos lo son todos los miembros de la especie humana sin condición alguna; para otros, varios de estos miembros son excluidos de su protección por diversos motivos; y finalmente, existen sectores que buscan extender su esfera de protección a entes no humanos (animales, plantas o la naturaleza en su conjunto), al mismo tiempo que excluyen a grupos enteros de seres humanos (con lo cual resulta problemático seguir hablando de derechos “humanos”).

En consecuencia, se da la paradoja de que al mismo tiempo que los “derechos humanos” producen un efecto casi hipnótico en nuestras sociedades (al punto de que no se concibe a nadie que pueda estar en contra suya), respecto de su contenido y titularidad nos encontramos ante una auténtica Torre de Babel. Esto pareciera explicar en el fondo, que cada sector los entienda desde su propia perspectiva, añadiéndoles en buena medida el contenido que considera justo y debido; perspectiva muchas veces diametralmente opuesta a la de otros sectores.

Es por eso que podría decirse que los actuales “derechos humanos”, que a fin de cuentas podrían ser cualquier cosa, se encuentran “desnucleados” de su contenido, dependiendo este de las concepciones de cada sector, quedando así sólo su cáscara o armazón.

En consecuencia, quien logre apoderarse de este concepto y lo rellene con su propio contenido, cubriéndolo así con la legitimidad que aún otorgan los “derechos humanos”, obtendrá una enorme ventaja sobre otros grupos, al poder imponerles su visión del mundo en nombre de estos mismos derechos, fruto de haberse convertido en la nueva e incuestionable religión de nuestro tiempo. 

Y es eso, precisamente, lo que está pasando hoy: que cierto grupo, autodenominado “progresista”, es el que al haber monopolizado la conformación de diversos organismos internacionales, pretende imponer a nivel global su ideología, haciéndola pasar por “derechos humanos”, los que se insiste, hoy pueden tener cualquier contenido.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el diario El Sur de Concepción. El autor es Doctor en Derecho y profesor de filosofía del derecho en la Universidad San Sebastián.