Empresa y solidaridad

Enrique Cruz Ugarte | Sección: Sociedad

Agosto es el mes de los gatos, decía mi mamá. También es el que celebramos cuando lo pasamos. Pero lo más importante es el Mes de la Solidaridad, en honor a nuestro San Alberto, que murió a la edad ¡de 51 años!, un 18 de agosto de 1952. Todos tenemos grabadas sus andanzas en su camioneta verde, representando esa solidaridad tan chilena que demostramos incansablemente en cada catástrofe nacional.

El Padre Hurtado fue un fundador de asociaciones, un verdadero emprendedor social. Junto con el Hogar de Cristo –pronto a alcanzar las ocho décadas–, creó la Unión Social de Empresarios Cristianos (USEC) –que este año cumple 75 años–. Aunque ambas tienen sus objetivos específicos, nacieron con la misma misión de contribuir a que Chile sea un país donde se viva según los principios de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), es decir, una sociedad más justa, próspera, solidaria y humana.

Ésta es una excelente ocasión para reflexionar sobre el verdadero significado de la solidaridad. Se trata de una virtud y un principio social que va mucho más allá de realizar un acto de generosidad esporádico. Es mucho más que filantropía. Solidaridad es conectar con el otro con compasión, es querer empatizar con el dolor del otro, en cierta forma es sufrir el dolor del otro. Y aunque esto parezca algo negativo, es extraordinario, porque nos conecta con nuestra naturaleza humana que alcanza su plenitud en el amor. Solidaridad es dar parte de lo que soy y lo que tengo, pero no por cumplir ni por sentir remordimiento por los bienes propios, sino porque me hace feliz salir de mí mismo y poder entregarme a los demás.

Al contrario de lo que se tiende a creer, la solidaridad no tiene nada que ver con el crecimiento del aparato estatal, ni con derechos sociales universales o gratuitos. La verdadera solidaridad viene desde las personas que voluntariamente quieren entregar su tiempo, recursos o capacidades de forma desinteresada en beneficio de otro. Por eso, la solidaridad y la subsidiariedad no son contradictorias y, al contrario, se necesitan mutuamente. Con solidaridad (y subsidiariedad), la sociedad se vuelve más justa y se favorece la convivencia.

Dentro de las instituciones intermedias que existen en la sociedad, la empresa juega un papel especial. Como sostuvimos en nuestra última columna, y como expusimos ante el Consejo Constitucional, la empresa tiene un rol público que debe ejercer para generar una sociedad más humana.

Una empresa que invita a sus equipos a vivir la solidaridad no sólo estará haciendo el bien, sino que estará transformando a sus colaboradores en personas más humanas y felices, y desde ahí, estará expandiendo al resto de la sociedad un llamado a vivir de forma más fraterna. Así vamos a reconstruir el tejido social.

En el mundo del trabajo es posible vivir la solidaridad a través de acciones directas o por intermedio de tantas fundaciones que hacen el bien con los más necesitados del país. De esta forma, además de ayudar al que sufre estaremos transformando a las personas que entregan la ayuda. Es cierto que esto puede aparentemente “desordenar” un poco el trabajo del día a día porque agrega actividades que en cierta forma interfieren con la producción, sin embargo, los beneficios son mucho mayores. Una empresa con colaboradores que viven la solidaridad es más humana, tiene mejores indicadores de productividad, mejor clima laboral, un mayor compromiso y un aumento de la calidad de sus bienes o servicios.

Nuestra invitación es a atreverse, a buscar caminos concretos para vivir la solidaridad en el mundo del trabajo entre las personas que trabajan en una empresa y hacia afuera. Que el ejemplo de San Alberto Hurtado, en su mes, nos inspire a sacar lo mejor de nosotros en pos del crecimiento económico, cultural y espiritual de Chile, construyendo así un tejido social sano y cohesionado.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el domingo 6 de agosto de 2023.