Construyamos un relato para nuestra agenda política

Vicente Hargous | Sección: Arte y Cultura, Historia, Política, Religión, Sociedad

Ahí está la barca,
―quizá navegando hacia la otra orilla
se vaya a la gran nada.
―¿Quién quiere embarcarse en ese “quizá”?

(Friedrich Nietzsche)

¿Quién no ha sentido cierto vacío en la política hispanoamericana en general de los últimos años?… ¿No han estado marcados los últimos gobiernos por una falta de conducción, desgobierno en el sentido más puro de la palabra? Una política reducida a la conservación de cierto estado de tranquilidad que permita la bonanza económica, pero sin un relato común necesario para la convivencia propiamente política. La política parece que se mueve desde hace algunas décadas como un barco sin rumbo… y quizás por eso pensamos que se mueve sin rumbo. Algunos incluso buscan positivamente ir a la nada, “desprendidos de la tierra”, como Nietzsche puso en boca de Zaratustra:

“¡Ninguno de vosotros quiere embarcarse en la barca de la muerte! ¡Cómo pretendéis ser entonces hombres cansados del mundo!
¡Cansados del mundo! ¡Y ni siquiera habéis llegado a estar desprendidos de la tierra! ¡Siempre os he encontrado ávidos todavía de tierra, enamorados todavía del propio estar cansados de la tierra!”.

“Falta relato”: es casi un lugar común del debate político de quienes no estamos dispuestos a aceptar la ideología de la nueva izquierda. La derecha es reactiva, pero además parece no proponer nada (basta con mirar los ejemplos de Macri en Argentina, de Piñera en Chile, de Lasso en Ecuador). La izquierda más extrema, en cambio, mueve sus fichas en el mundo de la cultura y el arte, pero también cuenta con una reflexión intelectual muy robusta. Los políticos de la nueva izquierda llevan libros en sus mochilas: Laclau, Mouffe, Fernando Atria, Íñigo Errejón, García Linera… ¿Qué leen los del resto de los actores del espectro político? Nada.

Pero el “relato” no es un mero instrumento para la lucha por la conquista momentánea del poder, porque el Logos no es un simple medio, sino que de alguna manera es lo que constituye la unidad política, porque permite sellar lazos de amistad. La categoría fundamental de la política es la amistad, y a los amigos se los conoce por la conversación, por el diálogo, en el cual mediante la palabra una persona da a conocer a otra lo más íntimo (¡e incomunicable!) de su ser… No es casualidad que Aristóteles, casi al comenzar su Política, señalara la centralidad del logos para la configuración de la polis. Logos no es la simple palabra entendida como sonidos que expresan algo ―como la voz, que también la tienen los animales―, sino que es un término que remite a la vez a la racionalidad, al sentido de la realidad (sentido que excede con creces los diversos reduccionismos racionalistas), al lenguaje y al discurso: es la razón que se comunica, es la verdad que se muestra a otros con el lenguaje. Ahora bien, dicha centralidad se debe a razones mucho más profundas que la mera utilidad (como en los animales, que son gregarios y no sociales), por un sentido que excede la simple conveniencia pragmática:

“La razón por la cual el hombre es un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza, como decimos, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene logos (palabra-razón). Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen también los demás animales, porque su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer, e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer, solamente él, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de los demás valores, y la participación comunitaria de estas cosas constituye la familia y la comunidad política”. (Aristóteles, Política I).

No basta con promover la mera “convivencia pacífica” ―que sin amistad no pasa de ser un delirio idílico e irrealizable del racionalismo―, no basta con dejar que cada uno haga lo que quiera mientras no dañe a los demás. Eso es en sí mismo promover la ausencia de la vida buena en la polis… cuando de lo que se trata la política es de buscar juntos lo mejor para todos (y lo mejor implica cierta trascendencia, una mirada que va más allá de lo natural). “La participación comunitaria de estas cosas ―lo justo y lo injusto― constituye la comunidad política”, y para eso tenemos palabra, estamos abiertos a la verdad y al diálogo entre nosotros.

Por años hemos sido reactivos quienes nos rehusamos a ser una veleta danzante al compás de las ideologías del momento, tengan el nombre que tengan (conservadores, tradicionalistas, derechistas o simples defensores del sentido común o de una visión cristiana del mundo). Oposición a la ideología de género, bien, pero ¿qué proponemos en respuesta? ¿Cómo dar contenido a nuestras propuestas para que sean expresiones de un proyecto de cambio social a largo plazo?

Nos dicen que somos reactivos, que no proponemos una visión de sociedad… ¡y es verdad! Hay que comenzar por asumir una visión, un relato que no puede ser el mismo liberalismo vacío en el que han caído nuestros países. Un liberalismo que no propone algo positivo, sino que su única propuesta es la negación de cualquier propuesta (un síntoma reciente de esta visión se puede ver en el debate constitucional chileno, con la crítica que ciertos liberales han hecho a la derecha del Consejo Constitucional, acusándola de ser identitaria). ¿Qué agenda podemos proponer los que queremos defender el sentido común?

¿Qué somos?

Hace un año nos embarcamos en esta aventura que es Suroeste. No pretendemos tener el monopolio de esta misión, y nos alegra descubrir cómo crecen, a la par con nosotros, otras iniciativas notables en América y en España. No navegamos por el mar con rumbo a la nada, sino con rumbo a nuestra tradición. Queremos ser fieles a nuestra tierra, leales a lo que hemos sido a lo que estamos llamados a ser. Frente al postmodernismo queremos rescatar el Logos encarnado en nuestra historia. Frente al globalismo liberal ateo queremos rescatar nuestra tradición hispanoamericana que reconoce la primacía de lo espiritual. Suroeste nació para crear comunidad en torno a ese Logos que como cristianos no tememos confesar que era en el principio, que es Dios, que por él todo fue hecho ―con la belleza del orden que caracteriza al universo―, que se hizo carne y entró en la historia… La realidad y la historia tienen sentido ¡No navegamos con rumbo a la nada! ¡Ese Logos es lo que nos permite dialogar con no creyentes! ¡Ese orden y esa belleza puede admirar a muchos!… Ese Logos es el relato eterno que escribe Dios con la pluma de nuestras vidas es quizás lo que falta a nuestra política.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Suroeste el jueves 3 de agosto de 2023. La ilustración fue realizada por José Ignacio Aguirre para Revista Suroeste.