Actos universitarios

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Educación, Familia, Política

¿Por qué tanto escándalo por la “Escuela de formación política Marcos Ariel Antonioletti”, organizada en Derecho de la Universidad de Chile por un colectivo denominado Estudiantes por la causa popular?

¿Por qué tanto escándalo si de esas iniciativas ha habido decenas y decenas en los últimos años en toda la Universidad de Chile, y muchas otras paralelas en otras universidades?

¿Se nos olvidó ya el libro de Rodrigo Karmy, El porvenir se hereda. Fragmentos de un Chile sublevado, que es una apología de la insurrección violenta de octubre de 2019, formulada por un profesor de filosofía de esa Universidad, texto aparecido en esos mismos días?

El escándalo se justifica, pero no por lo que se promociona o se escribe, sino porque no haya autoridad alguna que quiera decir que No, que en una universidad eso no se puede hacer, que atenta contra la esencia misma de la institución y contra la dignidad humana. 

Recuerdo, eso sí, el “caso paralelo”, pero obviamente de signo inverso.

Fue en 2018 que la alumna de Derecho Magdalena Moncada, tuvo la osadía en una universidad católica, sí en la Pontificia Universidad Católica de Chile, de colgar un cartel insolente, ofensivo a la institución y a sus principios, porque decía “Los niños tienen derecho a tener un papá, xy, y una mamá, xx”.

¿Se imaginan un atentado igual a la convivencia civilizada que recordar algo tan brutal?

De inmediato –sí, pocos minutos después de haber colgado el cartel en el patio del Papa san Juan Pablo II de la Casa Central de la Universidad– la secretaría general, a cargo de Marisol Peña, dio orden de retirar una alusión tan ofensiva para el feminismo radical que ya se había posesionado de la Universidad, desde la toma de mayo de 2018.

Mi estimada ex alumna fue procesada por una falta gravísima como la que había cometido. Su proceso fue acumulado –contra todo derecho– con otro que ella había logrado iniciar, como denunciante de un acto de abierta connotación sexual que había tenido lugar en el patio de al lado, el patio de la Virgen, realizado por un drag queen.

Pasaron los meses y llegó el momento de oír sentencia. Magdalena fue citada para recibir la sanción de que había sido objeto por su brutal agresión, mientras paralelamente Marisol Peña absolvía el acto del drag queen organizado por la FEUC de la época. Era, lo recuerdo bien, la mañana de un viernes. Pero, ¡oh sorpresa!, a mi exalumna se le comunicó que se había anulado la sentencia, algo que obviamente no se podía hacer. ¿Qué había pasado? Que Ignacio Sánchez había estimado impresentable –lo era, pero en medida mucho mayor que la que él vislumbraba– que el drag queen fuera absuelto y la estudiante de Derecho, condenada.

La Secretaría General redactó entonces una nueva sentencia que forma parte de la antología de las ridiculeces jurídicas de la época.

Al menos, hay seguridad de que una situación así de grotesca no va a tener nunca lugar en la Universidad de Chile. Ahí, simplemente, todo puede pasar.