El test del malvavisco en la política chilena (parte VIII)

Joaquín Muñoz López | Sección: Arte y Cultura, Educación, Familia, Historia, Política, Religión, Sociedad, Vida

Conclusión

La conclusión de todo lo expuesto no puede ser muy alentadora.  Un sector político quiere destruir el país –refundar dicen algunos–, pero no tiene un adversario digno, un adversario con la voluntad y capacidad de enfrentarlo. El Partido Republicano es una esperanza razonable si aprende a no confiar en Chile Vamos, la derecha entreguista y globalista, y a desmarcarse de ésta. Debe saber ver cuál es el mal menor (Chile Vamos es uno de los mayores). Tiene que entender que su éxito es fruto de mantener una sola línea, la que no puede transar, fórmula inequívoca para dilucidar el camino a seguir en momentos de tentaciones e indefiniciones, como los que constantemente está experimentando. Entender esto es extremadamente importante porque su meteórico ascenso se puede convertir en un meteórico descenso si no responde a las expectativas de sus electores, quienes confiaron en él para que los salve del proceso constituyente y no para que lo lidere o avale.

Al enfrentarse la derecha a un rival, cuya única ley y cuyo único dios son el poder, debe pensar con suspicacia cada propuesta zurda. Ser siempre mal pensada, luego de ver todas las eventuales aristas negativas, ver las positivas, y esto en todos los temas. Con los ejemplos expuestos en esta serie de artículos, queda bastante claro que muchas veces la derecha ve primero las aristas positivas, sobre todo si tratan de rentabilidad económica, lógicamente mal entendida.  El actuar político debe fundarse en convicciones, no en conveniencias.  De hecho, la izquierda gana porque es fiel a sus convicciones, aunque no sean las mejores moralmente, por ejemplo, destruir a quien sea necesario destruir, ahí están los cerca de 350 millones de muertos.  Los derechistas deben saber qué creerle a las izquierdas. La cifra de 100 millones de muertos es falsa porque la dan izquierdistas, pero los manuales y mensajes insurreccionales son verídicos, los hechos los avalan. Es penoso ver cómo destacados derechistas caen en estas trampas. Lo mismo con eso de desgastarse explicando que no se es fascista, es algo que al ciudadano de a pie no le interesa, pero se pierde tiempo en ello. Hay que creerse el cuento. Actuar con personalidad.

Debe la derecha saber detectar e interpretar la fórmula comunista de “un paso para atrás, dos para adelante”, esta fórmula es la que ha dado tantos éxitos al comunismo, pues, es un recurso para administrar el tiempo, es decir, saber esperar y trabajar a corto, mediano y largo plazo. Algo así como sus “quince minutos”.

Tal vez, el meollo del problema sea que la derecha o lo que denominamos derecha no ha asumido su verdadera responsabilidad, quedándose o contentándose con la idea de estar en el gobierno. Sin embargo, para ello necesita organizar sus ideas y principios, diferenciarse de sus adversarios y levantar un discurso propio que sobreviva al discurso contrario, es decir, no reaccionar solamente, sino que pensar a largo plazo, sin miedo a lo políticamente correcto, por el contrario, con desdén. Aquí hay un punto muy importante, tal vez el más importante: ¿por qué la derecha en Chile y en el mundo ha renunciado a defender la civilización occidental? Los usos y valores occidentales son atacados sin cesar por la deconstrucción, el neomarxismo y todos sus “hermanos”.

Alexander Solzhenitsin, uno de los principales intelectuales pro occidentales, se preguntó hasta el fin de sus días por qué Occidente permitía que la URSS y sus aliados comunistas se adueñaran de tantos países si éste apoyaba la libertad y la democracia. También se quejaba de la ayuda que las potencias occidentales daban a sus supuestos enemigos, incluida la asesoría del FBI en la creación de la temida KGB.  La respuesta fue dada en el siglo XIX por uno de los padres de la socialdemocracia, el alemán de origen judío Eduard Bernstein. Él sostuvo que el socialismo democrático era el fruto maduro del liberalismo, por esto, mientras la deconstrucción y afines se presenten como demócratas no serán vistos como un peligro. He aquí el punto de partida del problema: por cuidar la libertad, se cae en el liberalismo mal entendido.

Las derechas chilena y occidentales deben depurarse y volver a sus raíces. Bien nos haría reflotar a Portales y el tradicionalismo adaptarlo al siglo XXI, sólo como ejemplos. También necesitamos corrientes de pensamiento que compitan de igual a igual con sus antagonistas. Un buen ejemplo es el gremialismo, que de la mano de Jaime Guzmán dio y sigue dando pelea en las federaciones estudiantiles, como es lógico, a veces con éxito, otras, no. Otro ejemplo son los nacionalistas, quienes saben leer muy bien la realidad política, sin duda, por tener una visión amplia de la Patria, pensemos en el acertado diagnóstico social de Nicolás Palacios, que después de un siglo sigue vigente; el liderazgo de Jarpa en la reconstrucción de la derecha y su fundada desconfianza al Acuerdo de Garantías Constitucionales; la visión de Jorge Prat, quien dijo ver sólo a comunistas o militares en el futuro de Chile, y de Pablo Rodríguez, al ser el primero en decir que Allende no era ningún constitucionalista. El aporte conservador es la defensa de la familia y los bienes trascendentes representados principalmente en la fe. Los liberales pueden aportar sus conocimientos técnicos.

No obstante, dichos ejemplos no sirven de nada sin el compromiso con Chile y una adecuada disposición a mirar con suspicacia, a pensar y trabajar en el corto, mediano y largo plazo. Debe la derecha aprender a leer y anticipar los procesos políticos, con ello, podrá esperar exitosamente los “quince minutos” para comerse otro malvavisco.