El problema existencial de la nación en “El Último Romántico: El Pensamiento de Mario Góngora” de Hugo Herrera

Simón Abdala | Sección: Arte y Cultura, Historia

Eric Voegelin, filósofo político alemán del siglo XX, afirmó en La Nueva Ciencia de la Política de 1952 lo siguiente: “La existencia exterior de una sociedad política forma parte de su estructura ontológica” (2006, p.48). Esta idea que afirma la relación entre el sustrato espiritual de un pueblo y su desarrollo político visible invita a una reflexión sobre la importancia de revisar constantemente los fundamentos últimos de una comunidad social y política. Y es que, tras las guerras mundiales, la bomba atómica y el holocausto, occidente se vio obligado a repensar el sentido y propósito de la acción humana en la Historia, así como lo que guarda en sus capas más hondas. 

Será precisamente en medio de ese ejercicio intelectual que nos encontraremos con Mario Góngora. Se trata de un pensador sobresaliente, que realizó un acucioso examen de los fundamentos últimos que han movido la historia de nuestro país. Góngora va a las raíces interiores del desenvolvimiento de Chile desde los inicios coloniales, pasando por la evolución del Estado republicano y hasta su actualidad. En ese sentido, la última obra de Hugo Herrera, El Último Romántico: Pensamiento de Mario Góngora (se citará como EuR), se vuelve un texto imprescindible para entender dicho examen, especialmente en un período de desorientación y crisis como el que atravesamos.

De principio a fin, el libro de Herrera nos presenta a un Góngora preocupado por pensar el alma de Chile y sus crisis existenciales. Sobre esto Herrera plantea: “Se trata, en Góngora, de una consciencia vital de crisis, adquirida en una familiaridad previa con contextos de sentido para los cuales él posee, como hemos leído, una especial sensibilidad” (EuR, p.76). En la medida en que el lector avanza en la lectura del libro, él va descubriendo al filósofo Góngora dentro del historiador, y bien podemos imaginarlo pensando cómo el pasado, el presente y el futuro se confunden en los engranajes de nuestra maquinaria institucional.

Esta especie de compromiso por pensar la crisis existencial de la Nación permea, a mi modo de ver, todo el pensamiento posterior de Góngora. De hecho, el libro comienza describiendo al Góngora existencialista, para seguir con el análisis de su pensamiento jurídico, político, cultural y filosófico, terminando con una conclusión sobre el carácter romántico de Góngora y su obra. En cada área la descripción es pulcra, fiel a las fuentes, pero en el análisis de éstas vemos a un Herrera atento a que la información no desincentive la reflexión. En este sentido, a medida que leemos las páginas sobre el pensamiento político, nos encontramos con párrafos como este: “Nación” —señala Góngora— “es una solidaridad originaria en la constitución de una personalidad espiritual colectiva, plena de alguna misión o idea” (EuR, p.113). La caracterización lograda de un elemento variable y dinámico, como es la Nación, requiere de parte del pensamiento un ejercicio intenso de aprehensión y elaboración reflexiva.

Ser romántico es ser alguien comprometido con el problema de la vida, y a todas luces Góngora estuvo comprometido por desentrañar cuál era la condición de la personalidad vital y espiritual de Chile. En ese contexto, Herrera no nos hace esperar: “Por eso, indica Góngora, la Nación es ‘una tarea infinitamente larga’. Él entiende que, por ejemplo, para el caso de Chile, ‘no estamos por cierto seguros de tener todavía un contenido espiritual de Nación’. Entre nosotros ‘la idea de Nación está como incompleta, interrumpida, le faltan contenidos espirituales, salvo en la poesía’” (EuR, p.114). A partir de dicha reflexión caben las preguntas: ¿De qué manera nos encontramos a nosotros mismos si aún estamos incompletos como Nación? ¿Cómo nos descubrimos si aún no somos una unidad?

Sobre esto último, el Góngora de Herrera ciertamente nos ofrece algunas luces, de lo que somos, pero también de lo que no. Afirma Herrera que “Góngora dice, refiriéndose a la época presente: ‘La política gira entre opciones marxistas y opciones neoliberales, entre las cuales existe, en el fondo, ‘la coincidencia de los opuestos’” (EuR, p.134). Corre el año 1981, pero su frase parece tener sentido todavía hoy, en donde de alguna manera la Nación vuelve a estar en medio de una derecha republicana neoliberal y una izquierda moralizante y allendista. ¿Se repite la historia? ¿O en realidad nunca hemos avanzado? 

Será en medio de aquellas agendas globales que Herrera hará hablar a Góngora, destacando el carácter polar y dinámico de la relación entre la parte y el todo: “Individuo y comunidad política no son unidades discretas, sino partes ciertamente discernibles e irreductibles la una a la otra, pero partes, al fin y al cabo, de una relación originaria”, dice Herrera. “Entre individuo y Estado hay una unidad polar en virtud de la cual la comunidad del Estado contiene al individuo, pero el individuo, a su vez, de cierto modo, contiene a la comunidad […]. El hombre mismo es comunidad”, replica Góngora (EuR, p.145).

En ese sentido, ¿será que la clave de nuestra personalidad espiritual como Nación está en descubrir lo propio que se halla en esa tensión dinámica entre el individuo y el Estado? Inspirado por una lectura quirúrgica de Góngora, Herrera sentencia: “La forma de ser popular o nacional es variable, muta por la influencia de factores étnicos, geográficos y culturales, por los rendimientos y acciones de los propios miembros de la comunidad y sus élites. Pero ella mantiene estabilidad. Esa estabilidad permite identificar características en los grandes grupos humanos. Tales particularidades y el modo de existencia que llegan a constituir han de ser atendidos por los intentos de establecer reformas políticas, económicas o culturales” (EuR, p.145)

¿Hemos atendido como país a encontrar esta estabilidad propia de una “forma de ser” nacional? ¿Qué somos en medio de ideologías prestadas, agendas globales y crisis capitalistas? 

No es discutible que el trauma de la dictadura atrofió el crecimiento de lo que somos como Nación; tampoco que el estallido social demostró que teníamos un plan económico pero que carecíamos de un proyecto sociocultural. En ese sentido, El Último Romántico: El Pensamiento de Mario Góngora de Hugo Herrera, nos invita a retomar el proceso de autoconocimiento de lo que somos como comunidad social, política y espiritual, para avanzar hacia el desenvolvimiento de un proyecto de ese tipo. 

Finalmente, ¿seremos capaces de encontrar algún núcleo variable pero permanente como Nación? ¿Seremos capaces de darle un rumbo o sentido a lo vivido en estos últimos años en Chile? En estos asuntos fundamentales, el Mario Góngora de Hugo Herrera tiene mucho que decir.    

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Radio Agricultura el miércoles 5 de julio de 2023.