El Partido Demócrata Cristiano, “el gran elector”

José Tomás Hargous Fuentes | Sección: Historia, Política

El pasado viernes 28 de julio se cumplieron sesenta y seis años de fundación de uno de los partidos más relevantes y exitosos de la historia de Chile: Partido Demócrata Cristiano (PDC o DC). Podrían escribirse páginas y páginas acerca de su historia, ideas y líderes. En esta columna abordaremos la influencia decisiva del partido y del “pueblo” democratacristianos en las elecciones del país, al nivel de describirlo, sin exagerar, como “el gran elector”

Si bien la historia del PDC tiene un inicio como partido político en 1957, se remonta a veintidós años antes, con la articulación, al interior de la Juventud Conservadora, de la Falange Nacional –inspirada en su símil español–, época que vuelve a la discusión pública con el último libro de Hugo Herrera, El último romántico. La historia decé, en consecuencia, puede describirse en torno a su relación con la derecha. Surgida de la derecha conservadora, rápidamente se aleja de esas ideas al buscar Un Orden Nuevo, como lo llamara Mario Góngora, de carácter corporativo. 

Pero el corporativismo sería rápidamente dejado por los falangistas, al entrar en contacto con el pensamiento de Jacques Maritain, inspirador de las Democracias Cristianas a nivel mundial. Sin embargo, a diferencia de sus hermanas europeas, el Partido Demócrata Cristiano chileno siempre coqueteó con las soluciones revolucionarias –ya sea la “revolución del espíritu” falangista, como la postrera “Revolución en Libertad”… Siempre, hasta el gobierno de la Unidad Popular (UP).

La DC chilena tuvo un rápido crecimiento electoral –facilitado por la derecha– con la campaña de Eduardo Frei Montalva, quien había sido electo con un 56,08 % de los votos. En las elecciones parlamentarias, entre 1961 y 1965 pasaría de un 15,93% en diputados y un 14,66% en senadores, a un 43,60% y un 47,94%, respectivamente. Si bien siempre mantuvo buenos resultados electorales –hasta 2017–, siendo “el partido más votado del país entre las elecciones municipales de 1963 y las elecciones parlamentarias de 2001”, nunca logró reeditar el éxito que le diera la Patria Joven.

Desde ese entonces, los democratacristianos serían “el gran elector”, en quienes el destino del país sería puesto en cada elección. Así, en 1964 salió electo un democratacristiano, logro reeditado en 1990 y 1994. Asimismo, en 1970 le dieron el apoyo en el Congreso Pleno a Salvador Allende, pero alrededor de 1971 volvieron a su origen, al pasarse a la oposición a la Unidad Popular (UP), luego del asesinato de Edmundo Pérez Zujović. 

La Democracia Cristiana (DC) –a pesar de la “historia oficial” difundida por el partido y sus partidarios– no sólo apoyaría el golpe de 1973, sino que se mantendría leal al gobierno militar hasta alrededor de 1975, cuando se dan cuenta de que éste no sería breve sino de larga duración. Ese apoyo de la DC a una facción de la oposición a Augusto Pinochet –la que optaría por jugar dentro de la cancha delineada por la Constitución de 1980–, le daría el triunfo a la izquierda democrática a partir de 1988 y hasta 2006. 

La DC no sólo ha logrado ungir presidentes, sino que también ha logrado imponer modelos de sociedad. Con Frei y Allende se impondría la reforma agraria, que le cambiaría la cara al campo chileno, rompiendo una institución de cinco siglos como era la hacienda. También, durante el gobierno militar y los años de la Concertación, gracias a economistas de origen o militancia democratacristiana se impuso el modelo económico chileno, que nos convirtió en el país más rico del continente.

Si bien en 2010 la Concertación entregaría el poder, Chile habría elegido a un candidato de origen y alma democratacristianos, aunque apoyado por la centroderecha, lo que sería reeditado en 2017. A partir de aquel año, la DC y el país en general, transitarían por un “frenesí” reformista estructural, apoyando en 2014 a una Michelle Bachelet con un programa que buscaba cambiar el modelo, ímpetu que se mantuvo cuando la mayoría del país apoyó a Gabriel Boric. Entre medio, ese afán de reformas ha sido contrapesado en 2017, 2021 –aunque Kast no ganó la presidencial, sí logró morigerar el avance de la revolución–, 2022 y 2023. En casi todas esas ocasiones, el pueblo democratacristiano ha optado por el sentido común y el sentimiento reaccionario.

Como ha podido verse, los democratacristianos tienen tal relevancia en Chile –a pesar de que hoy su partido pase por una profunda crisis–, que prácticamente todos los presidentes electos a partir de 1964, y todas las grandes reformas que se han logrado imponer, por muy contradictorios que sean cada uno de ellos, lo han sido gracias a los falangistas, sean o no de partido. De hecho, muchos de ellos han dejado la tienda fundada por Aylwin, Frei y Leighton, y muchas de sus escisiones –el MAPU, la IC, el PRI, Amarillos o Demócratas–, han tenido éxitos electorales o políticos nada de despreciables.

En medio de la actual crisis de autoridad, y considerando tamaño precedente que muestra su carácter de “gran elector”, esperamos que los democratacristianos en los próximos meses tomen las decisiones adecuadas, de manera de llevar al país por buen camino. Gran parte de nuestro destino está en sus manos.