Del sentido del deber

Andrés Barrientos | Sección: Historia, Política, Sociedad

Mientras el mundo padece una policrisis, término instalado en el Global Risk Report 2023 del World Economic Forum (WEF), nuestro país no queda ajeno a este concepto. Nos encontramos en una nueva etapa de crisis y pareciera que la ruptura de los consensos de qué es lo correcto para avanzar, progresar y mejorar la calidad de vida de los chilenos, está siendo cada vez más ajeno a las prioridades de la política.

En la inmediatez transcurren las declaraciones, polémicas y sinsentidos, que quedan en el olvido y dominan la agenda pública. Mientras la pobreza, la delincuencia y la precariedad se enquistan en lo más profundo de las periferias y barrios abandonados, tanto por el sector público como el sector privado. ¿Por qué hemos puesto camisas de fuerza a la creatividad humana? ¿Cuáles han sido las políticas regresivas que no nos permiten desplegar los talentos en su máxima expresión? ¿Haremos una seria evaluación de lo que se ha hecho mal y reconocer las cosas que efectivamente sí se han hecho como corresponde? Si no tenemos respuesta por parte de los ciudadanos y tomadores de decisión a estas preguntas de sentido común, poco y nada podremos cambiar la tendencia al deterioro.

No cabe duda de que el talento, el esfuerzo y la creatividad son parte del alma de Chile, pero cuando se continúa constriñendo estos dones mediante la acción estatal y regulatoria las consecuencias devienen en estancamiento, esa inmovilidad que ya se comienza a naturalizar como una nueva década perdida. Mientras unos se vanaglorian de gobernar para minorías identitarias, otros no presentan grandes alternativas innovadoras para revertir la situación y buscar liderar nuevamente el continente hispanoamericano, ese orgullo del que de manera consensuada contábamos —con sus respectivos vaivenes— por más de tres décadas.

A los jóvenes post revolucionarios provenientes de estratos económicos aventajados no les interesa en absoluto terminar con la pobreza, la evidencia no sólo se puede ver en Chile, sino que en cualquier país latinoamericano. Somos presa de una porción de una generación que lo ha tenido todo y por una irresponsabilidad patógena e ideológica, plasman su falta de solidaridad con sus compatriotas más desposeídos en instalación de agendas vacuas, la de aquellos que pretenden hacer del país un laboratorio de la dependencia política y el festín de las neo ideologías identitarias para congraciarse con sus intelectuales orgánicos.

Pero debemos ser optimistas: si es solo una fracción generacional, la otra debe tomar partido en el letargo que ha estado sumergida. “That the sense of duty should be the sole principle of our conduct”, tal como nos dijo Adam Smith en la Teoría de los Sentimientos Morales (1759), es que el sentido del deber tiene que ser un principio rector de la conducta humana y de ahí permear todo el espíritu de aquellos que desean influir para avanzar hacia una sociedad libre y responsable. Los atentados regulatorios diarios, sumados al despilfarro estatal sin norte y sin sentido de lo esencial, como es terminar con la pobreza, son unas de las tantas características que se plasman en esta generación política de la nueva izquierda que retrata el vacío y el deterioro.

Una nación que se agota en sus sueños y libertad termina por agotar y exiliar sus mejores talentos. Por ello, y a 300 años del natalicio de Adam Smith, vale la pena recordar sus palabras y traerlas a presencia en el contexto actual. El sentido del deber debe inspirar a todo aquel que quiera hacer de Chile un país grande otra vez.