De máxima gravedad y urgencia

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Política

Ha dicho el ministro Montes: “Este es un sistema que estaba instalado y el problema es la responsabilidad, tanto cuando era parlamentario como ahora, es haber permitido que un sistema de estas características se instalara sin haberlo enfrentado entre todos oportunamente».

Son las palabras más graves, desalentadoras y comprometedoras que se hayan dicho a lo largo del escándalo de las fundaciones. Aunque estén referidas en concreto a la ausencia de boletas de garantía, no cabe duda de que el ministro está hablando del sistema completo de vínculos entre el Estado y aquellas fundaciones privadas truchas, truculentas y traidoras. 

Son palabras graves, porque confirman la existencia de una práctica de larga data: “sistema”, la llama el ministro. Es decir, un mecanismo de funcionamiento estable y “eficiente”. Son palabras desalentadoras, porque nos hemos dejado robar –sí, esas platas son las suyas y son las mías, las nuestras, las de todos– a vista y paciencia, sin que hayamos reaccionado ante los indicios. Y son palabras comprometedoras, porque aunque el ministro quiera hacerlas extensivas a otros actores políticos -que bien pueden estar también implicados por su pasividad- él es el primer responsable (¿o solo a los militares se le aplicará aquello de que en virtud de la cadena de mando, “debían saber”?).

Fundaciones truchas nos han comido la color. Gente sin capacidades y con propósitos torcidos. Fundaciones truculentas se han apropiado de muchísimos millones. Instancias que sabían que hacían el negocio del siglo y lo disfrazaban de servicio público, pero bien privado. Fundaciones traidoras porque, negando la subsidiariedad, la aprovecharon para llenarse los bolsillos, mientras, con toda superioridad, hablaban de la promoción de derechos sociales desde el Estado.

Esto no puede quedar así. Pocas veces. Ha sido más imprescindible la función fiscalizadora de la Cámara de Diputados.

Y mientras tanto, el presidente Boric habla de la superación de la pobreza. 

Macondo.