A Cincuenta Años del Once: ¿La Unidad Popular contra el nazismo?

Jorge Andrés Pérez | Sección: Historia, Política, Sociedad

Existe el peligro en Chile de transformar el golpe de Estado y el gobierno militar en un relato contaminado por la fantasía de la izquierda europea, que vio al gobierno militar chileno como una variante latinoamericana del régimen nazi en Alemania. En esta fantasía europea, el régimen militar chileno es un fetiche que representa una continuación del régimen nazi.

Durante la segunda parte de la Guerra Fría la izquierda europea quería creer que había un camino democrático para llevar a Europa Occidental a la utopía comunista, sin convertirse en parte del imperio Soviético. La izquierda quería en París una utopía comunista que no fuera una copia de Moscú. Por eso la Unidad Popular era tan atractiva para la izquierda de Europa Occidental. Era un experimento para ir a la utopía comunista sin caer en la brutalidad de la sociedad rusa. El problema es que el modelo marxista para Chile era Cuba, como el modelo marxista para Europa era la Unión Soviética.

Por supuesto que Chile durante el gobierno militar nunca fue la Alemania nazi, y Augusto Pinochet nunca fue Adolfo Hitler. Por eso es un despropósito pretender aplicar a la sociedad chilena la lógica de los tribunales de Nuremberg, y el proceso de desnazificación, en la Alemania de posguerra.

En Chile ningún sector político tiene la superioridad moral para poder imponer a todos los chilenos un relato ideológico único de la historia del golpe de Estado y del gobierno militar. Entonces, los chilenos tienen la libertad de analizar esa historia y cambiar de opinión las veces que quieran. Es más, la derecha y la izquierda debieran también tener la libertad para defender su relato y competir sinceramente por la mente y los corazones de los chilenos. Para algunos chilenos el golpe militar no tiene ninguna justificación ni explicación ni contexto que permita legitimarlo. Pero, para otros chilenos el golpe militar sí tiene justificación, explicación y un contexto que permite legitimarlo. Esta diferencia no se soluciona con un sector forzando desde el Estado un consenso artificial de la historia al otro sector.

Los chilenos vamos a tener que aceptar que no tenemos un consenso honesto sobre las causas y consecuencias del golpe de Estado y el gobierno militar. Como dicen los angloamericanos, “we’ll just have to agree to disagree”. Es decir, vamos a tener que convenir que no estamos de acuerdo, y vamos a tener que aprender a tolerar estos desacuerdos, con respeto por las opiniones ajenas y responsabilidad con las opiniones propias. Esto requiere abandonar toda intención de penalizar al que no piensa como nosotros sobre los conflictos del pasado. Esto es más fácil de hacer si no contaminamos la realidad local con los consensos de la izquierda europea, porque esa realidad europea está contaminada por una historia que no es nuestra realidad.

No podemos llegar a un buen puerto como país si confundimos el golpe de Estado y el gobierno militar chileno con la Alemania nazi, y si no podemos diferenciar a Augusto Pinochet de Adolfo Hitler, porque se nos mezclan en nuestra consciencia. En Chile no tiene sentido emprender una caza de brujas para tratar de copiar los estándares de la desnazificación en la Alemania de la posguerra. Mezclar realidades de esa manera no es bueno para Chile, porque en Chile eso es una fantasía.

Es totalmente legítimo que un chileno piense que el golpe de estado estaba justificado, como es legítimo que otro chileno piense que no lo estaba. Lo que no está justificado es la extorsión de querer poner como precondición a la convivencia política en la sociedad que todos los chilenos se sometan a la verdad histórica que uno tiene.

No podemos zanjar las diferencias de opinión con un sector de chilenos cediendo a la extorsión de otro grupo de chilenos que dice que la convivencia nacional depende de que se impongan sus criterios de la verdad. Por ejemplo, que un golpe de Estado nunca está justificado. Eso es deshonesto, porque el golpe de Estado en Chile fue el producto de que parte de la sociedad chilena perdió la confianza en que la Unidad Popular iba a seguir respetando las reglas de la democracia “burguesa”; y, pensaba que ya estaba viviendo (o muy cerca de vivir) una situación de secuestro de un avión, donde el piloto (Unidad Popular) se encierra en la cabina de mando (Estado) para llevar el avión (sociedad) a un lugar donde muchos pasajeros (sociedad) no querían ir (Cuba). Ese es el contexto en que las fuerzas armadas decidieron apoderarse del Estado (cabina de mando del avión). 

Después de la dictadura, la izquierda ha vuelto a pilotear el avión, pero bajo la condición de que no pueden llevarlo donde muchos chilenos no quieren ir. Pero, ahora quieren que todos los pasajeros denuncien el golpe de Estado que impidió llevar el avión al destino utópico. ¿Por qué deslegitimar la decisión de una parte importante de la población chilena, que en algún momento no confiaron en el piloto (Unidad Popular) en control de la cabina de mando del avión (sociedad chilena)? Sería preocupante si hay sectores en la izquierda que tienen la esperanza de volver a secuestrar el avión.