El test del malvavisco en la política chilena (parte IV)

Joaquín Muñoz López | Sección: Arte y Cultura, Educación, Política, Sociedad

Quien tenga los “ólogos” tendrá el mundo

Durante varias décadas se enfrentaron dos tesis: quien tenga Eurasia controlará el mundo, y, en contraposición, quien controle las rutas marítimas dominará el mundo. Sin embargo, esto es parte del pasado.  Hoy vivimos la sociedad de la información, la era de las comunicaciones, del conocimiento. Fenómeno debidamente percibido, estudiado y utilizado por las izquierdas. En la actualidad, una buena idea puede ser más poderosa que una gran empresa, un ejército o cualquier otra creación humana. Sabedoras de esto, las izquierdas empezaron a reclutar jóvenes hace varias décadas, por supuesto, mientras más destacados, mejor.

La tarea zurda fue fácil. Con estudiantes a merced de profesores izquierdistas, sin padres que los guiaran profesionalmente –salvo para el lucro–, ciertas carreras se coparon con muchachos soñadores deseosos de militar en la izquierda y de “pensar y cambiar la sociedad”.  Aparecieron aquí los antropólogos, teólogos, sociólogos, psicólogos, etc.  Pensadores del hombre y de la sociedad, o sea, eventuales ideólogos.  Aunque sus argumentos son malos, han tenido muchísimo éxito porque generalmente no se han enfrentado a rivales a su altura. La prensa ayuda en este fenómeno: periodismo es otra carrera tomada por las izquierdas, al igual que historia y filosofía, solo por mencionar algunas. Éste fue un proceso muy lento, pero constante y notorio, por ejemplo, hubo una época en que costaba encontrar un sociólogo de derecha.  ¿Por qué la derecha no hizo nada pensando en el largo plazo? ¿Por qué sus centros de estudio dieron tan poca importancia a las humanidades?  He aquí otro caso de miopía que pagar, y bien caro.

Dentro de la mala valoración de las humanidades, la excepción es el derecho. Son numerosos los jóvenes de familias derechistas que estudian esta carrera, pero no sirve de mucho porque una gran cantidad de ellos es de izquierda. Además, hay algo aún peor: el Poder Judicial y el Ministerio Público está ocupado casi todo por abogados zurdos. Casi todos los jóvenes derechistas, una vez titulados, se van al rentable sector privado, como sucede en todas las áreas. ¿Dónde está la vocación de servicio público? Parece que a nadie se le ocurrió inculcarla.

El crédito con aval del Estado o la rendición universitaria 

Las izquierdas saben que una sociedad libre es su némesis, por ello, el odio parido al concepto de “subsidiariedad”. Sin embargo, a la postre no se hacen problemas porque saben cómo enfrentar esta dificultad, mal que mal, son expertas en esperar el tiempo que sea necesario.

Las universidades son una piedra angular en el control de una sociedad, éstas producen los ólogos ya mencionados. Surge la pregunta de qué hacer para aumentar el control del Estado en las universidades. Aquí “Estado” quiere decir políticos de izquierda. Los políticos de derecha no tienen entre sus metas declaradas “… alinear el proceso educativo con los ciudadanos que deseamos formar” (segundo programa de gobierno de Michelle Bachelet). Considerando el fin de lucro bancario y la poca previsión del ciudadano de a pie, la “solución” estaba servida en bandeja: cambiar el sistema de crédito universitario.

El sistema de crédito universitario heredado del Gobierno Militar contemplaba un 1% de interés y una deuda con el Estado. En contrapartida, el nuevo sistema elevó el interés al 6% y estableció deudas con la banca privada, o sea, un verdadero polvorín que estallaría en algún momento.

Las deudas se hicieron impagables, los deudores salieron a la calle, apoyados por la “opinión pública”, apareció la izquierda con la solución, por supuesto, absolutamente de ficción: “educación pública, gratuita y de calidad”. Nadie se atreve a decir lo contrario; el Estado debe financiar a la mayoría de los estudiantes, pero a través de las instituciones de educación superior, lo que no es un detalle menor. El círculo estaba hasta aquí casi cerrado. Empiezan a aparecer tímidamente las amenazas de que las instituciones que no cumplan con ciertas normas curriculares podrían recibir menos recursos. Si alguna se rebelara, tendría que cobrarles el arancel a sus alumnos, lo que resulta absolutamente inviable. Hasta aquí no hay problemas aparentemente, pero no es así.  Cada día hay más indicios de posibles leyes que sancionen opiniones.  Además, muchas universidades ya han ido adaptándose a esta posible realidad con normas internas deconstructivistas y trato discriminatorio entre sus funcionarios. Una jugada maestra, que solo puede realizar quien lee bien el momento político y trabaja a largo plazo.

El resto de la educación también está en este proceso, sólo que empezó después.

La expropiación de la mente y de los sentimientos de la juventud

Una gran preocupación es la expropiación de los bienes materiales, algo de suyo muy lógico por la gravedad de esta medida que empieza afectando a las personas de altos ingresos, pero lentamente amplía su radio de acción, llegando a los sectores medios. Increíblemente, la izquierda está teniendo demasiados votantes en la clase media, pese a que ésta también tendrá “su turno expropiatorio”. Los padres de familia con algún bien, y que son muchos, están viviendo en una candidez tremenda. ¡Se preocupan de lo menos importante! A este grupo también se suman quienes creen que las elecciones pasan por la política cambiaria, las concesiones mineras, la propiedad de los derechos de agua, etc. Todo esto es muy importante, pero es más bien urgente, por ello, a la izquierda no le interesa mayormente. Por ejemplo, le interesa más sacar una “buena” Ley Mordaza que una buena Ley de Derechos de Aguas o defender a los vándalos y no a los ciudadanos decentes. ¿Por qué? Porque ya hizo la principal expropiación a vista y paciencia de los “actuales preocupados”, mientras ellos se preocupaban de hacer dinero –son muy preocupados–. Los zurdos expropiaron la mente y los sentimientos de dos generaciones de jóvenes. Sus padres no se dieron cuenta.  

Si uno le preguntaba a un posible expropiado “¿cómo puedes hacer tal o cual cosa?”, la respuesta iba por la línea de que uno no entendía cómo funcionaba el mundo actual, que era un idealista o que nunca pasaría algo como lo que estamos viviendo. Estamos frente a otro trabajo a largo plazo de la izquierda y, por ello, efectivo. Claro, si se dio cuenta de que lo urgente eran las medidas prácticas porque con éstas se ganan las elecciones y, por otro lado, lo importante, lavar el cerebro de las nuevas generaciones porque se aseguraba así un ejército de fieles seguidores, el camino hacia una sociedad nueva y, finalmente, un hombre nuevo. 

Durante años los jóvenes fueron víctimas de una propaganda implacable que se sumó a medidas legales que tenían, como fin, destruir los conceptos de Dios, Patria, familia, autoridad, libertad, etc., en suma, los conceptos valóricos que dan sustento a nuestra civilización. Hoy, al más puro estilo Mao, los hijos pueden denunciar a sus padres y similares, medida legal que contó con el apoyo de gran parte de la derecha (?) de la época en que se estableció esta medida. Hoy en día, muchos padres, apoderados y tutores legales de esos jóvenes y algunos no tanto, se preguntan en qué fallaron. La respuesta a dicha pregunta es simple: fallaron en no reconocer al enemigo y, por ende, sus intenciones y métodos. También cayeron en este error los derechistas que apoyaron las medidas legales tendientes a quitarles autoridad a los padres, profesores, carabineros u otros.  El resultado está a la vista: el éxito de una medida siniestra de largo aliento y el fracaso de la miopía de dos sectores, uno social y otro político.