El test del malvavisco en la política chilena (parte III)

Joaquín Muñoz López | Sección: Educación, Política, Sociedad

La formación ideológica

¿Por qué los izquierdistas son tan fanáticos? Ellos reciben formación ideológica, no valórica o filosófica. No se les enseña nada que no se pueda usar en la búsqueda del poder. Desde la literatura, la filosofía, la pintura, la música, la biología, la antropología, etc., nada es perdonado, se tergiversa, se inventa, se miente de ser necesario. Todo en función de la ideología. Lo grave de una ideología es que, a diferencia de una filosofía, tiene un fin hegemónico. A esto se debe la efectividad de la formación que reciben los “cuadros de izquierda” desde muy temprano.  Además, son educados en la lucha de clases, la que, a su vez, se sustenta en el odio de clases, según el propio Marx. Sin embargo, hoy este esquema está obsoleto en gran parte del mundo, pero han aparecido sus reemplazantes: una pléyade de “ismos”, tales como, el neomarxismo, el feminismo, el ecologismo, el animalismo, el deconstructivismo, el globalismo, el indigenismo, el posthumanismo, etc. Simplemente, todos contra todo lo establecido,… siempre habrá un motivo para pelear.

Tal vez el mejor ejemplo de lo antes dicho sea el aborto. Podremos debatir sobre si se justifica o no, pero decir que el embrión fecundado no es un ser distinto, que es parte del cuerpo de la mujer, tal como lo es una uña o un pie, es una tergiversación de la realidad, una mentira mayúscula. El Homo sapiens, o sea, nosotros, es un mamífero, por lo tanto, tiene reproducción sexual, no vegetativa o asexual como muchísimas plantas y animales muy básicos. Sorprende ver a científicos avalando esta aberración intelectual. Obviamente, este detalle no se enseña bien a nuestros jóvenes. Es importante enseñar el valor de la vida, pero también lo es enseñar técnicas para defenderlo.

Otro caso paradigmático de esta formación ideológica es el “caso del arte y la cultura”. Por lejos, la mayor parte de los artistas es de izquierda, o sea, ellos son los productores y garantes del arte y, por su intermedio, de la cultura. 

Todos entendemos lo importante que es la cultura, lo que termina permitiendo que los artistas de izquierda se autoarroguen un sitial que no les corresponde: sus conocimientos, sus representantes, sus obras, etc. son prácticamente el único patrimonio cultural de la sociedad. Sin embargo, están rotundamente equivocados. Cultura es la creación humana, vale decir, el arte es parte de la cultura, no al revés.  He aquí una taxonomía tendenciosamente inventada por las izquierdas.  Teniendo en cuenta esta realidad, también son cultura el deporte, la comida, el derecho, la economía, la artesanía y todo lo demás creado por el ser humano. Dicho de otro modo, los cultos no son ellos nomás.

Esta serie de “fenómenos educacionales” ha llevado a una gran pérdida del sentido de autoridad y del concepto de patria. El estallido insurreccional de octubre de 2019 es una prueba irrefutable de ello. Sin autoridad, no hay orden, es decir, se puede demoler todo. Sin Patria, se caen los valores trascendentes y el sentido de unidad nacional. Hoy por hoy, la religión está en retirada, no cohesiona ni educa como antes, y la familia, punto de partida de la educación con valores, está cada vez más debilitada por culpa de los incesantes ataques de la cultura izquierdista.

¿Cuál es la contrarrevolución en curso para enfrentar esta formación ideológica que ya ha engullido a dos generaciones? Lo que hay son intentos muy limitados en relación con el adversario a vencer. En el intertanto, los buenos “ismos” siguen esperando a su salvador, aquí tenemos al heroísmo, patriotismo, tradicionalismo, nacionalismo, conservadurismo, etc.

Las consecuencias del abandono de la educación

Son demasiados los padres preocupados más por el bienestar material de sus hijos que de su formación. Esto se ha notado en todas las marchas estudiantiles de protestas de este siglo. Lógicamente, las marchas son para exigir algo, pero ahora tienen un atractivo adicional: sus protagonistas visten bien en un porcentaje altísimo y los universitarios en un 70% son de primera generación. Están mejor que sus padres y mucho mejor que sus abuelos, pero los corroe la rabia, la envidia y la frustración. La formación ideológica mencionada ha dado sus frutos.

Hubo una época en que se entendía el malestar social extremo, pues, las condiciones de vida eran miserables, pero hoy eso ha cambiado. Puede haber motivos para el descontento, no obstante, el actual nivel de odiosidad ha superado todo límite racional o imaginario. Ni en los peores momentos de nuestras numerosas crisis institucionales se habían quemado iglesias y nuestro Pabellón Nacional. Tampoco cambiado la letra de nuestro Himno ni derribado una infinidad de monumentos.

Es penosa la vaciedad del alma en estos peculiares luchadores sociales. Muchos de ellos renunciaron a su lucha ante la amenaza paterna de quitarles la tarjeta de crédito adicional… cero compromiso social verdadero y coherencia, pero sí destructivo. Solo odiosidad, una nueva generación de tontos útiles, parafraseando a Lenin. Todo esto es extremadamente grave, considerando que gran parte de los manifestantes son de cierto nivel social y con padres de derecha o prosistémicos. Muchos dirán que este perfil de jóvenes no se ajusta a los vándalos o saqueadores, pero sí cuadra con una gran cantidad de ellos, que apoyan de palabra el vandalismo o el saqueo. La educación fue abandonada, y éste es el resultado.  Ya van dos generaciones “programadas” a la medida de las izquierdas y dos generaciones de jóvenes promisorios que no han estudiado pedagogía. 

El apoyo inconsciente al indigenismo

También el indigenismo hizo mella en el carácter de la derecha, ésta aportó votos para la legalización de la bandera de la llamada causa mapuche, una bandera divisionista que se puede izar junto al Pabellón de La Estrella Solitaria que es de todo Chile, una contradicción terrible. La bandera antes mencionada es muy cuestionable como tal por su origen y por su diseño: en 1991, el Consejo de Todas las Tierras llamó a un concurso para diseñar la bandera de la nación mapuche; la bandera en cuestión es fruto de dicho concurso. Al respecto cabe preguntarse cuán representativo es este símbolo si sólo responde al punto de vista de una organización, considerando que hay cientos de organizaciones mapuches. En cuanto a su diseño, la bandera “actual” tiene un punto muy débil: el kultrún que está en su centro no tiene la Guñelve.  La Guñelve es la estrella de ocho puntas, un símbolo sagrado, se le reemplaza por una de cinco puntas. No deja de ser “curioso” cómo este diseño de bandera tergiversa la tradición y creencias mapuches. 

Un punto que normalmente pasa inadvertido es que en La Araucanía la derecha gana en las urnas. Es decir, su postura no indigenista es la más valorada en la zona con mayor porcentaje de población indígena.

Nada de esto fue suficiente para que la oposición (?) de la época se cuestionara qué estaba haciendo o qué debía hacer con este símbolo y, cuando fue gobierno, cómo enfrentar el indigenismo. Hoy vemos que el indigenismo está en alza y que en muchas instancias esta bandera mapuche se usa más que el Pabellón Nacional, por ejemplo, es una norma en los autos, mascarillas, poleras, banderines, etc. El problema es que un símbolo como éste ayuda a crear conciencia de pertenencia a alguna entidad. En palabras claras, a fortalecer el indigenismo en este caso en particular. Este fenómeno también ocurre con otras banderas indígenas, aunque en menor medida.