Para el mundo Republicano
Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Política

Para el mundo Republicano, los números del 7 de mayo son impresionantes: Obtuvo el 35.41% de los sufragios y casi 3 millones y medio de votos; superó a todos los pactos, eligió a casi la mitad del Consejo Constitucional (23 de 50), ganó en la inmensa mayoría de las comunas del país, y posicionó a sus dos eventuales voceros –Luis Alejandro Silva y Beatriz Hevia– como los dos candidatos con el mayor número de sufragios recibidos y el mejor porcentaje de votos en una circunscripción, respectivamente.
Desde la parlamentaria de 1965, elección en que la Democracia Cristiana arrolló a todos sus contrincantes, que no se veía una preferencia tan neta del electorado por un determinado partido.
Pero cuidado: los números deben dar paso a la reflexión (justamente, para que al mundo Republicano no le suceda lo que a la DC en esa oportunidad).
En primer lugar, ¿de dónde salieron esos votos? En 2020, un 22% votó que no a la posibilidad de iniciar un proceso constituyente; un año después, un 28% le dio a José Antonio Kast la mayoría relativa en la primera vuelta presidencial. Es perfectamente razonable pensar que un porcentaje como ese contribuyó al 35% Republicano. Pero, y el otro 8 a 10%, ¿de dónde viene? Seguramente de algunos UDI-RN cansados de sus propios partidos, así como de electores del PDG, desilusionados de su tienda.
Esta composición echa por tierra la absurda tesis de que el voto Republicano sería producto del pésimo comportamiento del gobierno, expresado en la fórmula “la izquierda ha generado a esta nueva derecha”.
Esta derecha Republicana tiene convicciones propias –basta leer su declaración de Principios, cosa que algunos jóvenes intelectuales quizás no han hecho– y en ellas se reconoce buena parte del electorado que el 7 de mayo votó por sus candidatos.
Pero hay que plantearse una segunda cuestión. Y es el enorme desafío que implica esta notable votación.
Es cierto que los electos no tendrán ni la exposición pública ni la necesidad de responder a sus electores que suele caer como pesado fardo sobre los parlamentarios –cuatro a ocho años de ejercicio de esa responsabilidad, versus unos pocos meses de los constituyentes–. Pero también es evidente que se evaluará al mundo Republicano por la calidad del trabajo que finalmente presenten sus constituyentes, junto a los de Chile Vamos.
En el mundo Republicano no se quería una fórmula como la que ahora lo convoca; pero aceptado el desafío y recibida la responsabilidad, hay que ir a fondo en la tarea, en fiel coherencia con los principios.




