Amiga date cuenta

José Tomás Hargous Fuentes | Sección: Política

Ya se acabó la espera y, cuando se publique esta columna, ya se habrán conocido los resultados de la elección y se harán los correspondientes análisis y proyecciones. Con lo poco que podemos “predecir” antes de ese histórico evento, quiero hacer unos adelantos conforme a las predicciones que se han hecho y ofrecer una hoja de ruta para la derecha y la centroderecha –o, lo que no es exactamente lo mismo, a quienes se sienten interpretados por el septiembrismo– en el Consejo Constitucional.

Prácticamente todas las encuestas y análisis electorales previos a la elección daban por ganador como colectividad individual –no como pacto– al Partido Republicano y, junto con ellos, el PDG y las agrupaciones de Chile Vamos siguiéndolos de cerca. Esto no es menor, y da cuenta de la profunda desilusión que ha producido el Gobierno de Gabriel Boric, al mismo tiempo que ratificaría el resultado del plebiscito de salida en septiembre pasado.

Lo que sería una excelente noticia –que la derecha obtenga mayoría absoluta o más en el Consejo–, evidentemente no ha caído bien en el Gobierno. Lo que sorprende es que caiga mal en dirigentes de Chile Vamos, como Diego Schalper (RN)Hernán Larraín Matte (Evópoli) o Gustavo Sanhueza (UDI), que desconfían de la estrategia republicana, optando por el mantra de la moderación. Es que, como dijo Patricio Navia“la derecha tradicional parece avergonzarse de sus valores y principios”, lo que ha permitido que los republicanos tomen “ese lugar al punto [de] que bien pudiera darse una toma hostil de la derecha por parte de ese partido emergente que probablemente nunca soñó en crecer tan rápido en tan poco tiempo”.

En el caso del ex convencional de Evópoli, es bien sintomático que haya sostenido –según un presunto audio filtrado que él no ha negado pero que alega una descontextualización de sus dichos– que Chile Seguro debe pactar con todos quienes apoyaron un nuevo proceso constitucional, “que va desde la UDI hasta el PC, paradojalmente”. Aunque él explicó que no buscaba excluir a los republicanos, sino persuadirlos del camino noviembrista.

La actitud de Chile Vamos durante los meses de campaña, de intentar desacreditar al Partido Republicano, al mismo tiempo que manteniendo la legitimidad del proceso constitucional, no sólo muestra lo rápido que se olvida en política la adhesión que le dieron a José Antonio Kast en la segunda vuelta –en la UDI y RN casi sin compromisos, aunque en algunos sectores de Evópoli con reparos y en el caso de Sichel con exigencias irrisorias–, sino que también confirma lo aceptada que está la tentación noviembrista en la coalición de centroderecha.

Pareciera que la derecha tradicional devenida en centroderecha es incapaz de comprender que para formar mayorías debe hacerlo con los “afines” y no con quienes se discrepa en todo salvo en la necesidad de una nueva Constitución. Y esto no sólo porque tenga miedo de defender lo que cree, sino que porque ha errado en el diagnóstico: que el éxito del proceso radica en aprobar una nueva Constitución. Como hemos venido sosteniendo en estas columnas, es mucho más importante una carta magna que nos una que el hecho de que sea nueva. De hecho, ése fue el objetivo del acuerdo del 15-N, aunque la “derecha y la izquierda unidas” lo quieran olvidar para sacar a toda costa una Constitución que ya muy pocos chilenos parecen exigir.

La centroderecha debe darse cuenta –y esperamos que con resultados en mano lo puedan ver– de que el éxito de las reformas depende de que se entronquen en la tradición, cosa que reconocieron al redactar las “12 Bases Constitucionales” pero olvidan al buscar una ley fundamental “por las buenas o por las malas”. Y que para pasar de la tentación noviembrista a la actitud septiembrista necesita la voluntad política de conversar y pactar en el Consejo con el Partido Republicano y no con la izquierda octubrista, que no descansará hasta aprobar una Constitución a su medida, en la línea de la transversalmente rechazada en septiembre del año pasado.