De alfombra roja a alfombra rota
Juan Pablo Zúñiga Hertz | Sección: Política, Sociedad

En marzo de 2022 el Sr. Presidente de la República hacía su entrada en La Moneda. El mismo que no medía –y no mide– palabras para mostrar su desprecio por las tradiciones republicanas, el orden y los uniformes, ocupaba el palacio de gobierno caminando por la alfombra roja.
No es una simple alfombra. Es parte de un protocolo que determina su uso para ocasiones de máxima importancia y sobriedad. Pero, quien caminaba por esa alfombra en aquella tarde de marzo no era cualquier presidente, sino simplemente un ocupante que, si bien junto a sus amigotes siempre despreciaron las tradiciones, la enorme alfombra roja fue mantenida porque a poco andar de gobierno, demostraría ser un instrumento útil para esconder sus cretinadas.
Cretinada es el dicho o el hecho propio del cretino, adjetivo entre cuyos sinónimos se cuentan estúpido y necio. Los manos de hacha que nos desgobiernan –tal como comentaba en una columna anterior– tienen esa capacidad malévola que sólo saben destruir. Así como cuando el niño esconde bajo la cama o dónde sea el desafortunado fruto de su cretinada, es decir, cosas rotas, de la misma manera los ocupantes de La Moneda se han acostumbrado a esconder sus desmanes. Y para ello cuentan con esa enorme alfombra roja, la cual representa a legiones de inútiles y calienta sillas servidores públicos colocados en sus cargos para gozar del erario y esconder las cretinadas de sus jefes. Entre los encubridores también hay un sinfín de desinformadores en la prensa formal e informal.
Nunca he entrado al Palacio de la Moneda, pero me imagino que por sus corredores debe de haber largas extensiones alfombradas, espacio ideal para seguir escondiendo desmanes de una administración desastrosa. Digo “administración” como gesto de bondad, pues el actual gobierno ni siquiera administra, sólo destruye. De llegar al fin de su mandato, me imagino cómo han de lucir esos corredores alfombrados con los tapetes repletos de misteriosos bultos escondidos por debajo, dando una apariencia más próxima a una pista de bicicrós con altos y bajos que a una lisa alfombra.
Si levantáramos esas alfombras, nos daríamos cuenta de que la destrucción es mucho mayor. Cada vez que han enfrentado reveses, allí parten sus ayudistas a esconder el desastre. Perdieron el plebiscito de salida y acto seguido lo escondieron como si nada hubiese pasado. Incendios forestales nunca vistos en la historia reciente, también fueron ocultados como si nada. Terrorismo totalmente fuera de control, también es escondido bajo la alfombra y con un manto de frases estúpidas –lo propio del cretino– como “seremos unos perros contra la delincuencia” o “les aplicaremos toda la fuerza del derecho”, “plan ciudad segura”, “plan buen vivir”, etc.
Pienso y veo que la alfombra se está empezando a romper. Se les hace tan difícil estar dentro de La Moneda por el peso histórico de la Presidencia de la República –que es insoportable para sus mediocres hombros– que, cuando los bultos bajo la alfombra son muchos, salen de gira arrancando, tal como el niño manos de hacha hace lo posible para no estar en casa a la hora que llegue el papá presto a castigarlo.
La alfombra se va rompiendo. El entramado de Chile se va deshaciendo cual poncho de lana que se le suelta un punto del cual pende una hebra que el necio insiste en tironear, arriesgando agrandar el hoyo hasta el punto en que el tejido ya no da más. Veamos hasta dónde aguanta la institucionalidad: o hasta un punto de quiebre o simplemente entra en un proceso de metamorfosis para convertirnos de una buena vez en un estado mediocre llevado por la inercia del que gravita alrededor de otras naciones perdedoras que tanto abundan en nuestro continente.




