Una cultura irreligiosa y sin virtud

George Neumayr | Sección: Política, Religión, Sociedad

En las culturas tradicionales, los mayores tienen el deber de introducir a los jóvenes en una educación virtuosa. En las culturas modernas no tradicionales los adultos no sienten ese deber. Exponen a los niños a los vicios (es cuestión de ver toda la podredumbre moral en las escuelas públicas de todo el país en las que los profesores, entre otras prácticas, distribuyen preservativos a los estudiantes y los incentivan a mutilarse en nombre de la “identidad de género”) y reemplazan la educación virtuosa con una propaganda en apariencia virtuosa.

Los graduados de esta falsa educación no saben nada sobre los Diez Mandamientos, sin embargo, estos estudiantes saben del ambientalismo, el feminismo, las políticas de género, las políticas raciales y la revolución sexual. Según esta educación distorsionada, los peores pecados no implican violar las enseñanzas del cristianismo sino contradecir las actitudes supuestamente correctas que la clase dominante espera que tenga la ciudadanía. Ningún director de escuela pública se atrevería a condenar a un estudiante por abortar o tener relaciones sexuales prematrimoniales, sin embargo, muchos directores no dudarían en condenar a los estudiantes por usar atuendos relacionados con Trump o participar en marchas y protestas conservadoras.

De esta cultura impía, que impregna las escuelas secundarias y universidades, han surgido una asombrosa generación de “mocosos y sinvergüenzas” con muchos conceptos progresistas pero poca decencia elemental. El espeluznante Sam Bankman-Fried es el prototipo de esta cultura. Es el fundador de FTX, una casa de cambio de criptomonedas -ahora en bancarrota- que formó cuando tenía 20 años. Graduado del MIT, Bankman-Fried practicó de esta supuesta cultura virtuosa, pero no de la virtud. Recientemente se supo que en secreto traspasó miles de millones de dólares de sus clientes a su empresa comercial.

Antes de estafar a sus clientes en FTX, Bankman-Fried pasó un tiempo en Berkeley, California, trabajando en un equipo llamado “Centro para el altruismo efectivo”, siendo su director de desarrollo. Allí y en el MIT, aparentemente aprendió que la clave del éxito en la América liberal no es la ética, sino proyectar puntos de vista y actitudes que complazcan a la élite. Como director ejecutivo de FTX, se aseguró de dar cuantiosas donaciones al Partido Demócrata -fue el segundo mayor donante del presidente Joe Biden durante la carrera presidencial de 2020- y concedió entrevistas a la prensa en las que reflexionó sobre la importancia de luchar contra el “cambio climático” y promover la “justicia social”. Naturalmente, su concepción vacía de la justicia social no le impidió estafar a los inversionistas. Incluso, mientras les robaba, se jactaba de que planeaba dar cientos de millones a los políticos liberales y a la “caridad”.

Se identificó como vegano y vivía en un ático multimillonario en las Bahamas con una gran cantidad de sórdidos compañeros de habitación. Cuando no jugaban videojuegos dementes y se revolcaban en la degeneración, se preocupaba por el racismo y el sexismo. Bankman-Fried ha admitido que esta postura era una farsa. Lo llamó “este juego tonto al que despertamos los occidentales, donde decimos todas las cosas correctas y le gustamos a todo el mundo”.

La cultura irreligiosa de EE. UU. enseña a millones de jóvenes a jugar ese juego tonto mientras pierden sus almas. Los demócratas, por cierto, disfrutaron del patrocinio de estos niños deformes en las urnas. El grupo demográfico de entre 18 y 29 años votó por los demócratas en cantidades sustanciales. Recompensaron a Biden y a los demócratas por impulsar una agenda de matar niños no nacidos y mutilar a adolescentes confundidos.

Hijo de padres progresistas y producto de una educación progresista, Bankman-Fried no aprendió nada sobre los principios de la moral y la religión tradicionales, como la prohibición “no robarás”. En cambio, aprendió sobre el “despertar” (woke), que instruye a los jóvenes a respetar la naturaleza y los derechos de los animales, mientras los insta a degradar la naturaleza humana y violar los derechos humanos de los no nacidos.

Los estadounidenses deberían encontrar horrible esta cultura del despertar (woke culture). Está produciendo psicópatas y degenerados titulados a un ritmo alarmante. Hasta que la educación y la cultura modernas vuelvan a la virtud real y abandonen ese supuesto virtuosismo delirante, esta crisis sólo continuará creciendo. Los fraudes en el molde de Bankman-Fied se multiplicarán y causarán estragos en la sociedad americana. Piense de nuevo si cree que su maldad no corromperá a sus comunidades. Los disturbios de Black Lives Matter, que surgieron del mismo vicio disfrazado de virtud que dió forma a Bankman-Fried, presagian este futuro extraño.

Ay de los que a lo malo llaman de bueno y a lo bueno malo”, nos señala la Biblia. Eso resume esencialmente los imperativos de la cultura woke. Durante décadas los adultos de EE.UU., una élite arrogante y una clase dominante comprometida con el relativismo moral y una vida pública secularizada, han denigrado las enseñanzas de la moralidad y la religión tradicionales, y ahora se está pagando el costo de ese repudio negligente. Estamos recogiendo la amarga cosecha de rechazar a Dios y sus mandamientos. Una generación de jóvenes formados en el vicio, no en la virtud, en actitudes de PC y no de deber rudimentario, ha dado lugar a la América de Biden, un país cada vez más nihilista que sus padres fundadores, los cuales, si vivieran hoy, de arrepentirían de haber fundado.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por The American Spectator, el sábado 19 de noviembre de 2022. Agradecemos la traducción de Juan Pablo Zúñiga H.