Ponerse los pantalones

Rodrigo Pérez de Arce | Sección: Política

Vivimos una época en la que la complejidad de los problemas supera con creces las herramientas que tenemos para resolverlos. En seguridad esto se vuelve evidente. Tenemos una crisis en la materia, que tiene distintas manifestaciones específicas: terrorismo y delincuencia en la Araucanía, desórdenes graves –cuando no batallas campales– en liceos (¿emblemáticos?), alteraciones al orden público de distinta magnitud, auge del crimen organizado, encerronas, entre otras. 

El problema es que tanto izquierda como derecha han decidido enfrentar todo esto desde posiciones que no alcanzan. La derecha “se pone los pantalones” y ofrece una mano dura a ratos irreflexiva, que no toma en consideración las enormes dificultades que tiene el ejercicio adecuado de esa fuerza legítima, ni preguntarse por las condiciones que construyen esa legitimidad. El centro populista del Partido de la Gente asumió una estrategia parecida, pero radicalizada: hablar de pistolas y sheriffs, que terminan recordando más un circo que al lejano oeste.

Pero en la izquierda el problema es mayor. Primero, porque hoy gobierna, y no parece tener una reflexión a la altura de las circunstancias. En el discurso reciente de Apruebo Dignidad ha habido una peculiar condescendencia con la violencia ciudadana, sobre todo cuando ha favorecido su agenda. De ahí que sea tremendamente difícil que el Presidente y sus ministros y subsecretarios sean creíbles al abordar este tema. No han logrado explicar el cambio de opinión que han tenido al respecto. ¿Por qué se habló de presos políticos de la revuelta con tanta soltura? ¿Por qué votaron en contra de los distintos proyectos de ley que sancionaban formas de protesta que pugnaban con la seguridad ciudadana? ¿Qué pasó entre el “no perseguimos ideas” del Presidente a la constatación de que existen actos terroristas en la misma zona, perpetrados por la misma organización? Nada de esto ha tenido una explicación medianamente convincente de parte del gobierno, más allá de que el giro pueda ser loable.

¿Qué significa en concreto respaldar a Carabineros? Es cierto que hay una dimensión política y de discursos. Decir que se apoya a la institución contribuye a crear las condiciones para que se legitime. Pero no basta. Apoyar a Carabineros implica comprender sus dificultades y tensiones y hacerse cargo de muchos flancos: el rol que cumplen en nuestra sociedad, la manera en que un efectivo policial se forma y toma decisiones en concreto, la organización interna del trabajo y la administración, el modelo de atención a las personas en las comisarías, el control del orden público, las jornadas laborales de los policías, las múltiples tareas distintas que desarrolla una misma institución en frentes bien diferentes, la división de funciones con la PDI, la coordinación con la Fiscalía, entre tantas otras. 

Como se ve, ninguna de estas tareas tiene salida fácil. No tenemos, ni siquiera, un diagnóstico. No se ve en el gobierno ni en la oposición, al menos: la clase política no pareciera entender sobre qué está hablando, ni ha demostrado contar con los medios para hacerlo. He ahí nuestra tragedia: la urgencia de mejorar la manera en que se enfrentan los problemas de seguridad no tiene un correlato político a la altura. Solo frases grandilocuentes, repetidas de gobierno en gobierno, por más de que hayan prometido no usarlas más. Porque cuando se trata de abordar dificultades cuya complejidad desborda nuestra comprensión, no basta con decir cosas. Porque pasan los años y a nadie se le ha acabado la fiesta, ni hemos visto perros persiguiendo a la delincuencia.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, el viernes 18 de noviembre de 2022.