Los gritos del queltehue

Joaquín García-Huidobro | Sección: Política

Juan Domingo Perón se preocupaba mucho de no ser víctima del “juego del tero”. Esta ave, nuestro queltehue, pone los huevos en un sitio y lanza el grito en otro completamente distinto. Quizá el viejo político había practicado infinidad de veces esa operación distractora, que lleva a la gente a poner la mirada en una parte distinta de aquella que le interesaba ocultar.

Cuando nos hablan de reforma de las pensiones, la mayoría nos preguntamos: “¿Me van a quitar mis ahorros previsionales?”, “¿va a suceder aquí algo semejante a lo que hicieron los Kirchner, que destruyeron las administradoras de fondos de pensiones y dejaron los dineros en manos del Estado?”.

Nuestro gobierno sabe que somos asustadizos y nos propone una reforma del sistema que supuestamente nos dejará tranquilos. Me temo, sin embargo, que hay motivos para estar preocupados.

Repasemos la situación. En este momento, las AFP administran nuestras cuentas e invierten el monto de nuestras cotizaciones en bonos, acciones y cosas por el estilo, tanto en Chile como en el extranjero, para incrementar el dinero que dispondremos al pensionarnos. La labor de las AFP como inversionistas ha sido muy buena, aunque hay cuestionamientos sobre su administración, y ese es uno de los motivos de la reforma.

En el nuevo esquema hay un ente que recauda (no hablaré de él) y, por supuesto, organismos que invierten. “No se preocupe”, nos dice el alma sensata del Gobierno. “Usted no solo conservará la propiedad de sus dineros, sino que podrá elegir entre diversas instituciones para que le inviertan su plata”. Este es el grito del queltehue, que nos lleva a mirar en determinada dirección. Ahora bien, ¿dónde están los huevos? ¿No habrá alguna diablura, fruto de la izquierda dura del Gobierno?

Puede que sí. Entre esas posibilidades, habrá una entidad inversora que será estatal. ¿Y qué tiene eso de malo? ¿No existe acaso el BancoEstado y nadie se pone nervioso? El caso es muy distinto, por varias razones. La primera es que este banco compite más o menos en igualdad de condiciones con el resto, mientras que aquí tendrá una serie de privilegios, que ya han sido objeto de una amplia discusión. Habrá competencia desleal, con límites a la publicidad, sin fuerza de ventas y con prohibición de usar el nombre de una persona jurídica existente.

La segunda diferencia es muy grave: todos los nuevos cotizantes se irán por defecto al ente estatal, salvo que expresamente manifiesten su decisión de cambiarse. Es como si a uno le dijeran que para abrir una cuenta corriente deberá hacerlo en el BancoEstado, a menos que señale su voluntad contraria. Por la fuerza de la inercia, gran parte de las personas se quedará ahí, lo que significa que estaremos en presencia de un organismo muy poderoso.

Como se ve, esta reforma agiganta al inversionista estatal y, como cándidamente reconoció una diputada del PC, podría usar los fondos para desarrollar empresas e industrias estratégicas. En todo caso, este camino permite al Estado de nuestra izquierda frenteamplista/PC tener una influencia enorme en la economía nacional sin recurrir a expropiaciones u otras prácticas del pasado que nos traen malos recuerdos.

Por otra parte, como nuestros ahorros previsionales no están en dinero sino en acciones, bonos, etc., este organismo podrá nombrar, gracias a nuestro dinero, directores en las principales empresas del país. Aquí resulta imposible sacarse del recuerdo el fantasma argentino. Por esa vía, el kirchnerismo logró poner, por ejemplo, al temible Guillermo Moreno como director de Papel Prensa, la única empresa del rubro, proveedora de La Nación y Clarín, sus diarios opositores. Acabo de ver las imágenes de su entrada al directorio con una caja de guantes de boxeo, que repartió entre los atónitos presentes, porque venía a pelear: “Tengo cascos y guantes, ¿qué elige?”. Por su parte, los miembros de la Cámpora, la agrupación más dura del kirchnerismo, ocupan hoy un puesto en muchísimos directorios, sin tener la mínima competencia profesional para estar allí.

En Chile no pasará algo así”, nos dirá el alma sensata del Gobierno. Nos aseguran que tendrá una autonomía semejante a la del Banco Central, y que jamás entrarán allí criterios partidistas. Lamentablemente, los sistemas hay que diseñarlos para cuando no esté Mario Marcel, sino alguien particularmente radical. Yo al menos no me quedo tranquilo si el Estado (que para el FA/PC es casi sinónimo del Gobierno) se queda con la posibilidad de intervenir ampliamente en la empresa privada por ese camino.

Por supuesto que las cosas podrían suceder de otro modo y que mi preocupación no sea más que una alarma injustificada. Sin embargo, no parece prudente correr ese riesgo. Más vale concentrarse en resolver las cuestiones centrales: ¿cómo vamos a asegurar que los ciudadanos tengan mejores pensiones?; ¿cuándo nos vamos a atrever a aumentar la edad de jubilación, dado que vivimos mucho más que en la época en que se diseñó el sistema? y ¿cómo subsanaremos bien el problema de las lagunas previsionales?

Todas estas no son reflexiones de un economista, sino claramente políticas. Una y otra vez vemos en acción el mismo patrón de conducta: un Estado que es incapaz de cumplir sus funciones más básicas y que reclama cada vez más atribuciones. Este es un serio obstáculo para contar con una sana vida política.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio, el domingo 20 de noviembre de 2022.