Infancia y juventud destruidas

Gonzalo Ibáñez S.M. | Sección: Educación, Política, Sociedad

Uno de los síntomas más dramáticos de la situación de desmantelamiento en que se encuentra nuestra patria lo constituye, sin duda, la situación de nuestros niños y de nuestra juventud. En primer lugar, cabe señalar su abismante disminución en el conjunto de la población del país. En este momento, la proporción de niños y jóvenes entre nosotros es de lejos la menor de nuestra historia. Somos un país que avanza rápidamente para convertirse en un país de viejos que ya sienten cuanta falta les hacen los jóvenes que ellos se negaron a engendrar cuando, en su momento, eran jóvenes. La principal preocupación en relación a la infancia y a la juventud es, por lo mismo, la de su carencia en números que permitan asegurar una adecuada renovación de la población chilena y un adecuado soporte a la población mayor. Para esta, la opción a eso que eufemísticamente se denomina “muerte digna” o eutanasia, va adquiriendo cada día más notoriedad.

Pero, en relación a aquellos niños y jóvenes que, superando casi invencibles obstáculos, llegaron a la vida, las preocupaciones no son menores. Provienen en una creciente mayoría de uniones pasajeras entre varón y mujer que se disuelven a poco andar dejando a esos niños en condiciones de una cuasi orfandad que les van a pesar después de manera muy negativa. El hecho de que muchas veces las madres, junto con ser tales, tengan que dejar el hogar para salir a buscar su propio sustento y el de su prole deja a esos niños en una doble indefensión proclives a recibir las peores influencias. Pasan a constituir un caldo de cultivo de la delincuencia y de la drogadicción. De entre ellos salen esos grupos de jóvenes que se han dedicado durante estos últimos años a destruir sus liceos y establecimientos a donde han ido paradojalmente a recibir educación. En esos lugares imponen la ley de la selva haciendo imposible para los jóvenes que sí quieren ser educados recibir la adecuada formación.

Mucho se ha hablado de las consecuencias que la pandemia ha provocado en estos niños y jóvenes y cómo la falta de presencialidad en las actividades educacionales les ha afectado de manera muy negativa. Es muy cierto, pero no lo es menos el que esas consecuencias negativas hubieran sido mucho menores si ellos hubieran contado detrás con un apoyo familiar más sólido. Para explicar el fracaso de nuestra niñez y juventud se elaboran múltiples explicaciones, pero es escasa la atención que se presta a este desbarajuste familiar que marca a fuego los primeros años de estas criaturas. Desbarajuste cuyo origen está en la falta de unidad de padre y madre de cara a la formación de sus hijos. En esto, no hay que esconder la cabeza como lo hace el avestruz para evitar visualizar cuál es el problema.

Definitivamente, es en la enorme crisis que afecta a las familias chilenas donde reside la principal causa del desastre en que se convierte la vida de tantos de nuestros niños y jóvenes y que, con creciente velocidad, se proyecta sobre todo el país.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el autor en su página de  Facebook, el martes 22 de noviembre de 2022.