El brazalete de la discordia

Gonzalo Rojas S. | Sección: Sociedad

El campeonato mundial de fútbol ha vuelto a poner en la primera línea de la discusión la legitimidad de las acciones del lobby de las múltiples letras, ése que se expresa en el código LGTB y otros.

Algunos equipos han querido que sus capitanes exhiban el brazalete multicolor que identifica sus reivindicaciones. La FIFA ha dicho que no.

¿Qué es lo que está en juego?

Por una parte, el concepto de diversidad. Se ha insistido que en su nombre sería legítimo promover el arcoiris como un auténtico reflejo de lo propiamente humano.

Pero es falso.

La diversidad no es un bien en sí mismo. Si lo fuera, los criminales, los pedófilos, los terroristas, los torturadores, etc., podrían invocar derecho a sus propios brazaletes, en el nombre de su opción… diversa.

En segundo lugar, está amagada la autonomía de las instituciones. 

Si no se puede excluir de un determinado ámbito las exigencias de influencias externas, entonces las instituciones pierden todo sentido. Quedan sujetas a grandes presiones. 

Si se disolviese todo en todo, ya nada tendría sentido, y, por supuesto, hasta las más justas reivindicaciones quedarían privadas de eficacia.

Y, por último, queda afectada la libertad de los espectadores. 

El mundial de fútbol es una instancia a la que concurren, como espectadores, millones de personas con sensibilidades distintas. Algunas seguramente apoyan al lobby LGTB. Otras, con toda seguridad, lo rechazan. ¿Por qué en una instancia de esa universalidad se va a obligar a unos y a otros a quedar expuestos a la propaganda de una de las dos opciones? ¿Sería aceptable que una determinada visión filosófica -por ejemplo, la superioridad del ser humano sobre los animales- hiciese propaganda en el mundial de fútbol, porque hay millones que estiman que eso es cierto?

No, no sería ése el lugar para entrar en el debate sobre el tema.

Una vez más, lo sentimientos deben dejar su lugar a la argumentación.