La reacción de Giogia Meloni lo deja claro

Scott McKay | Sección: Historia, Política, Sociedad

Tal vez la mayor mentira en los últimos 100 años en este planeta es aquella respecto del fascismo. Especialmente, que el fascismo es un fenómeno de “extrema derecha”.

Nunca ha sido una mentira particularmente convincente. No cuando todos los autoproclamados fascistas que tomaron el poder en el siglo XX en lugares como Italia y Alemania expresaron abiertamente su creencia de que eran hombres de izquierda.

Benito Mussolini, quien inventó el fascismo, era un socialista declarado. El partido Nazi de Adolf Hitler, en alemán, se llamaba Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei, es decir, Partido Nacional Socialista Obrero Alemán.

Los fascistas creían en el Gran Estado. Creían en el estado más grande posible sin destruir el estado-nación a favor de una comuna global. Este fue, sin ir más lejos, el punto de ruptura que separó a los socialistas fascistas de los socialistas comunistas: los fascistas eran nacionalsocialistas y los comunistas eran socialistas internacionales.

Fascistas y comunistas se peleaban en las calles. No porque la extrema derecha estuviera luchando contra la extrema izquierda, sino porque las dos facciones de la extrema izquierda estaban luchando por controlar ese pedazo de territorio.

En otros lugares de Alemania e Italia y en los países que quedaron fuera de la esfera de la Unión Soviética, la extrema izquierda no se hizo cargo. El centro o la centro-derecha dominaban. Los antimarxistas dominaron.

Entonces, ¿por qué esta mentira? Porque no le haría ningún bien a la izquierda tener que responder por las bajas masivas bajo el comunismo sin manchar a la derecha con alguna cosa. Entonces, los fascistas se convirtieron en un fenómeno de extrema derecha cuando la verdadera extrema derecha reside en la economía austríaca y en las salas objetivistas donde el debate es sobre si debería haber algún gobierno.

Cualquier persona que sepa algo de política entiende esto. Sin embargo, muchos que sí saben de política, se involucran en la mentira porque es útil. Y las personas que dirigen Estados Unidos actualmente son los mentirosos más descarados del mundo (o al menos de este lado de China).

Esas mentiras se están gastando. Porque el problema con las mentiras es que son fáciles de decir, pero difíciles de sostener. El mundo no es amigo de las mentiras.

Y en este país (EE.UU), con la era del consenso político que comenzó a desmoronarse ya en la época de la Segunda Guerra Mundial, los socialistas internacionales (adelante, puede llamarlos neocomunistas) que controlan nuestras instituciones reconocen la verdad de algo que comento en mi libro El Manifiesto Renacentista.

Es decir, o el futuro pertenece a la multitud de rojillos ultra pogres wokes -los AOCs y Klaus Schwabs que te aseguran que no tendrás nada y estarás feliz por ello para el 2030-, o pertenece a los “revivalistas” ultra-MAGA que quieren preservar y restaurar el estado-nación de acuerdo con los lineamientos originales de su desarrollo: la estructura moral y ética judeocristiana que construyó la civilización occidental, los principios de la libertad individual otorgada por Dios, la libre empresa y un gobierno limitado cuyo trabajo es proteger lo anterior.

Cuando esta elección se le presenta a la gente en términos reales, a los neocomunistas no les va muy bien. Quizás la primera cosa cierta que dijo Jen Psaki, salió a la luz el fin de semana: dijo que si las elecciones intermedias fueran un referéndum sobre el desempeño gubernamental del equipo del Presidente Biden, los demócratas perderían; si fueran un referéndum sobre “extremismo”, ganarían. Lo que eso significa, es que la gran mentira de que los fascistas están en la derecha, tiene que perpetuarse y extenderse, o de lo contrario van a perder no solo este otoño.

Perderán ante personas como Giorgia Meloni, quien acaba de ser elegida primera ministra de Italia.

Probablemente usted no sepa mucho sobre Giorgia Meloni, pero esto es realmente todo lo que necesita saber. El partido de Meloni ha estado centrando su mensaje en “Dios, patria y familia”, y eso resonó entre los italianos que han visto su país vendido a China, algo que pagó una fea recompensa cuando Milán se convirtió en Zona Cero de la rama europea de la pandemia del covid, y la multitud globalista tomó las hachas para destruir la identidad tradicional italiana.

Aunque el partido fascista de Mussolini dijo explícitamente que la esencia de la política económica fascista era el corporativismo –lo que Meloni rechaza-, la historia del fascismo ha mostrado la colusión del gobierno con las grandes empresas, lo que Meloni también rechaza. Aun así, se la trata de fascista. Si quieres promover una familia tradicional en lugar de la agenda trans, eres un fascista. Si estás a favor de preservar el estado-nación, incluida la tarea del gobierno de mantener y asegurar sus fronteras y controlar la inmigración, eres un fascista. Si estás a favor de una economía no dominada por corporaciones multinacionales políticamente conectadas y asociadas a finanzas globales, eres un fascista. 

Si usted recién ahora se está dando cuenta de esto, preste atención. Se volverá mucho más fuerte y desagradable.

Sólo recuerde que las personas a las que llaman fascistas están a favor del pequeño gobierno, las pequeñas empresas, Dios, el país y la familia. Si esto te suena a fascismo, eres parte del problema.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por The American Spectator, el lunes 26 de septiembre de 2022. La traducción y la edición ha sido gentileza de nuestro autor Juan Pablo Zúñiga H., PhD.