Condiciones directivas y transformaciones

Paula Guerrero | Sección: Política

Cada vez que inicia un Gobierno, ingresa un equipo nuevo de confianza, con una impronta distinta. Para la opinión pública, lo primero son los Ministros, Subsecretarios, Delegados Presidenciales y Seremis. Se presupone que están dotados de condiciones políticas, técnicas y experiencia laboral sólidas, pero este relato se va desdibujando producto de la maquinaria política de turno y son las acciones las que dan cuentan de ello. Desde luego, cada uno de nosotros –ciudadanos- debemos estar atentos y evaluar objetivamente lo que ha ocurrido durante estos primeros seis meses de Gobierno.

Entonces, empiezan a surgir dudas razonables: ¿Qué ocurre con Directores(as) que fueron nombrados por Alta Dirección Pública (proceso que lleva el Servicio Civil, a través de una consultora) y que hoy ya no existen en el cargo, producto que el actual Gobierno solicitó la renuncia basado en la “legítima confianza”? ¿Qué pasó con ese proceso de selección, que demanda recursos del Estado (HH/económicos al contratar la consultora)? ¿Qué pasa con el plan de trabajo del Director(a) que estaba ejerciendo su labor? ¿Qué evaluación objetiva se logra realizar del profesional/directivo (proceso de ADP que pierde valor y credibilidad año tras año)? Todas estas interrogantes tienen una respuesta que guarda relación con la ineficiencia operacional que el sector privado no permite por razones lógicas. El sector público logra darse esos lujos asiáticos (incluso desvinculando sin derecho a feriados legales)… Por otra parte, la autoridad del Presidente de la República en la región, por allá a inicios de agosto, en un diario regional, dice: “… es súper importante colocar ahí a las mejores personas, con las competencias apropiadas, pero también con compromiso de Gobierno…. a nosotros nos interesa que también tengan una sensibilidad con este Gobierno, es muy importante para nosotros estar sintonizados en un Gobierno transformador…

Bueno, la “sensibilidad” -para quien ha trabajado años y logra sintonizar con la realidad-, se llama profesionalismo, ante un Estado que tiene debilidades, por cierto. La responsabilidad, la humildad y el trabajo forjan una manera de vivir, un ethos, para quien trabaja por Chile y no por un programa de cuatro años.

Respecto a un “Gobierno transformador”, las transformaciones no logran partir del hito cero, tampoco hay una historia “única”. Las transformaciones no guardan relación con un copago cero, sino en lograr balancear la libertad de elección con calidad de prestación, generar empleos entregando certezas económicas y, en definitiva, el programa de gobierno debiera responder a un conjunto de planes con consistencia a la Ley de Fortalecimiento a la regionalización (21.074). Puedo tener diferencias en cómo uno conforma un Plan, pero a la fecha, no se evidencia un Plan Regional, como tampoco una plataforma que apoye el seguimiento. Antes, doy fe que existía y tenía una lógica de funcionamiento con los problemas y tratativas que iban ocurriendo; pero sin Plan, sin tecnología y sin condiciones directivas competentes, es bien difícil llegar a transformaciones.