Piñera, una vez más, mal

Gonzalo Rojas S. | Sección: Política

Sebastián Piñera, quien estuvo razonablemente silencioso durante la campaña previa al Rechazo, no ha podido callar ahora, y ha apoyado públicamente la posibilidad de un nuevo proceso constituyente fuera del Congreso, sugiriendo modos concretos de llevarlo a la práctica.

Piñera tiene todo el derecho de hacerlo, pero también tenemos todo el derecho de plantearle los argumentos que invalidan por completo su postura.

En primer lugar, carece de autoridad para seguirse involucrando en estos temas, porque él es el gran causante de que el 15 de noviembre se haya intentado dar un marco jurídico a la violencia que pocas semanas antes él mismo había calificado de ‘enemigo poderoso’.

En segunda instancia, porque él promulgó una reforma constitucional que incluye el artículo 142, por el cual una vez producido el triunfo del Rechazo, la Constitución de 1980-2005 sigue vigente. No es posible argumentar que toda norma constitucional puede ser siempre reformada por… otra reforma constitucional, porque ese razonamiento es válido para las normas cuyo contenido no consiste precisamente en… evitar una nueva Constitución, como quedó estipulado en el artículo 142, en caso de que triunfara el Rechazo. Pero vaya uno a darle razones jurídicas al empresario Piñera…

Y, en tercer lugar, porque pretende hablar en nombre del pueblo de Chile, sosteniendo que “nosotros (¿quiénes somos ‘nosotros’, señor Piñera?) tenemos un compromiso y creo que lo comparten la inmensa mayoría de los compatriotas, de tener una nueva y buena Constitución.” Esa suposición es por completo falsa: el 100% de los chilenos que votamos en el plebiscito de entrada estuvimos de acuerdo en que, si ganaba el Rechazo, se terminaba el espurio compromiso del 15 de noviembre. Y, más aún, el 62% de quienes votamos en el plebiscito de salida, ratificamos esa decisión con el voto Rechazo.

Que Sebastián Piñera quiera volver a posicionarse para conducir a una coalición tan desprestigiada como Chile Vamos, es una nueva y rotunda señal de cuán inconveniente es su permanencia en la primera fila de la vida pública chilena.