En desmedro de la academia

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política

De acuerdo con el experto” es la mal ponderada nueva frase instalada en la mente nacional. Fue acuñada con el fin de ensalzar a cualquier nuevo aparecido que algo tiene que decir sobre una determinada materia, pero sin ser realmente una eminencia en su campo de acción. Ese algo puede ir desde un aporte realmente importante hasta una vaga idea rellenada de palabrería rebuscada; la cosa es parecer sabido en el tema.

Así, entre expertos desconocidos y periodistas charlatanes, se ha creado en la mente inadvertida de la ciudadanía la noción de que sólo por anteponer el prefijo “experto” y una chorrera de diplomas y títulos a continuación del nombre del mentado pseudo sabio, todo lo que éste diga, se transforma en verdad absoluta e irrefutable. Dada la creciente flojera general de ir un poco más allá en la búsqueda de la información y la verdad, poco importa presentar a cualquier fulano como gran iluminado, la cuestión es vender. Tal conducta le ha hecho un flaquísimo favor a muchos verdaderos expertos y académicos cuya opinión en una materia transcendental sí tiene substancia.

El canal de comunicación tradicional y confiable para todo académico son las revistas que cuentan con una reputación en el área y un equipo editorial y de revisión por pares apropiado. Es evidente que dicho medio no puede ser difundido como tal a la ciudadanía y, para ello, hacen una gran labor intelectuales que procesan la información para entregarla de manera comprensible en las ya tradicionales secciones de ciencia y tecnología, humanidades y cuestiones filosóficas que en diversos medios se publican diariamente y con especial énfasis los días domingo. Pero, lamentablemente, no son pocas las ocasiones en que estos “expertos” aparecen en matinales entre charlatanes y saltimbancos para supuestamente darnos luz sobre cuestiones transcendentales, opacando así la noble labor del verdadero comunicador de materias que requieren seriedad y experiencia.

En esta tarea de desprestigio académico, la nueva casta política ha hecho un trabajo duro. Para ello, han colocado en cargos relevantes -y otros no tanto- a muchos camaradas y amigos del presidente, algo así como una especie de GAP sui generis, sin armas de fuego pero armados de una ideología y visión de mundo igualmente peligrosa. Muchos de estos individuos cuentan con diplomas de doctorados y magister en áreas de humanidades, ostentándolos como la prima donna del saber, haciéndolos parecer inteligentes y brillantes. El problema radica en creer que, por el hecho de tener un diploma de doctorado, automáticamente se es brillante y, por transitividad, eficiente en lo que se hace.

Sin embargo, y lo digo por experiencia propia, ostentar el título de doctor no hace del profesional una lumbrera en el mismo instante en que recibe el diploma, ni tampoco lo catapulta de manera exprés al panteón de los cerebros que guían los destinos de la humanidad. Eso se obtiene con trabajo duro y sabiduría, dos virtudes que proporcionan el tiempo y la experiencia. Ahí radica el segundo problema en tanto señoritingo llegado al gobierno que cree que por ostentar una lista de diplomas está capacitado para el cargo, sin contar ni con experiencia substantiva, ni menos con sabiduría. Eximo de esta descripción casos excepcionales, como lo es el ministro de Ciencia y Tecnología, cuyo aporte a la ciencia nacional y mundial en el ámbito de la inmunología es indudable.

Es destacable que hoy en día, son cada vez más las personas que consiguen escalar en el mundo del saber y obtienen el título de doctor, sin embargo -y sin desear colocar ciertas áreas en desmedro de otras- existen ámbitos del saber substantivamente más desafiantes de un punto de vista intelectual que otros, así como hay áreas que tienen un impacto mayor en el desarrollo de la humanidad que otros. Ahora, cuando se mezcla el amiguismo y los favores políticos -pagados con cargos gubernamentales relevantes- con personas que ostentan diplomas en las más curiosas áreas, tenemos casos en que un doctor en historia queda a cargo del sector de minería, un médico a cargo de la seguridad nacional, un biólogo en defensa, doctores en ciencias política en justicia, un doctor en historia contemporánea en agricultura, y la lista sigue.

Siendo generosos y sin cuestionar el peso de sus estudios y lista de diplomas, la no compatibilidad entre su cargo gubernamental y su grado académico hacen con que se banalice la importancia de la más alta distinción académica, generando lo que he escuchado en más de una ocasión “hoy en día, cualquiera puede ser doctor”, echando por la borda el esfuerzo y una vida de sacrificio para muchos de nosotros que hemos batallado para obtener tal distinción y desempeñarnos para contribuir en nuestra área. Por lo tanto, preste mucha atención cuando le hablen que “lo que dijo el experto” o cuando defiendan a fulano de tal a cargo de una determinada cartera pública como idóneo para ello por la chorrera de títulos y diplomas.