El despliegue en terreno

Gonzalo Rojas S. | Sección: Política

Con esta tercera y última columna nos referimos ahora a una tercera ambigüedad que se presenta en el tipo de despliegue territorial que debe tener la campaña del Rechazo. Por supuesto, es deseable que haya reuniones públicas masivas -con fuerte presencia de la música y del humor- pero también es evidente que en ese tipo de manifestaciones las izquierdas suelen expresar mayor entusiasmo y disciplina en la convocatoria, por lo que la comparación puede tener un efecto negativo para el Rechazo.

En la búsqueda de algunos sustitutos para esa riesgosa confrontación, el uso masivo de la bandera chilena -tanto en movimiento como en casas y departamentos- y el despliegue de algún slogan como ¡Con Chile no se juega!, pueden tener una gran eficacia.

En todo caso, el Rechazo necesita tener presencia masiva y, con ese objetivo, son mucho más aconsejables lo espacios cerrados y las caravanas que las convocatorias en lugares abiertos como marchas por calles o concentraciones en plazas.

Y, en cuarto y último lugar, la campaña del Rechazo deberá solucionar la tensión entre la necesaria crítica frontal a las normas propuestas y la conveniente proposición de cambios en instituciones y procedimientos.

Lo primero es imprescindible y debiera ser eficaz si, por ejemplo, se sabe mostrar el proyecto constitucional como un tremendo ‘nuevo Transantiago’ para todo Chile, especificando en frases breves el contraste entre una realidad actual bien concreta y lo que se propone en la norma respectiva del proyecto, sin necesariamente sacar conclusiones que pudieran ser acusadas de ‘campaña del terror’. 

Por ejemplo: ‘Hoy sus niños estudian en un colegio particular subvencionado. El proyecto constitucional propone que xxxx.’ A partir de la exposición de esos contrastes, se buscaría que cada persona interesada en los diversos temas sacase sus propias conclusiones. Todo esto es muy importante, saber expresarlo, obviamente, en la franja por televisión.

A su vez, la proposición de posibles reformas a la actual Constitución de 1980-2005 debiera ser muy clara, y consensuada todo lo posible entre los partidarios del Rechazo, pero no convendría que fuese, de ningún modo, un texto de campaña, ya que sólo se conseguiría desviar el debate, arriesgando sus promotores el mote de ‘tibios reformistas y partidarios del statu quo’. Lo que sí habría que tener a la mano es un conjunto de respuestas muy bien pensadas para las objeciones que se recibirán en foros, debates y redes sociales. Ante la crítica a la ‘Constitución de los abusos’ no es poco eficaz responder con ‘el proyecto constitucional de los desastres’.

Detrás de todas consideraciones subyace la idea de que en esta campaña resultará triunfador quien pueda resolver mejor el conflicto entre lo bueno y lo malo, lo que muestra la radical gravedad del momento que el país está viviendo.