Terminar solo

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Historia, Política

Decía una broma en 1973 que Allende había muerto con mocasines, pues se había quedado sin cordones. Esa simple broma mostraba que efectivamente el Sr. Allende terminó su gobierno en soledad.

El Sr. Boric -a quien he llamado en otras ocasiones “pequeño chicho”- no parece darse cuenta de que está siguiendo la misma senda que su alter ego. Ahora, la gran diferencia entre ambos es que el Sr. Allende sí tenía claro hacia dónde quería llevar al país, sin embargo, su problema era el cómo: por los cauces “legales” utilizando todo resquicio posible, o por la fuerza. El Sr. Boric y su equipo, por el contrario, tiene una noción de país y de sociedad muy clara en su imaginación, en el mundo onírico, pero que en la práctica no es más que una madeja de contradicciones impracticables. Es cuestión de ver que, en materia de proyectos “han dado botes” en el congreso y en temas de gestión, mejor ni hablar. Todo ello queda muy claro al ver que constantemente presentan problemas de comunicación y coordinación internos, mientras tanto, todos miramos el estado catatónico del ejecutivo que tiene al país andando básicamente por la inercia que aún le resta del empuje de los “malvados últimos treinta años”.

El gobierno está paralizado. Está en un diario dilema entre sus sueños, sus ambiciones con respecto a la revolución en curso, el plan de las izquierdas más radicales dentro de su coalición que apuntan a acelerar la refundación de Chile, el miedo a que se les vaya todo de las manos, el deseo de gobernar sin tener idea de cómo hacerlo, y, en último término, satisfacer las órdenes que dé el Sr. Tellier desde el comité central del partido Comunista, que es quien realmente gobierna Chile.

Las prácticas que el gobierno está empleando cuentan con elementos inspirados en fracasadas épocas anteriores. El ministro Jackson, en alusión a la eventual nueva constitución, planteó la posibilidad de su inmediata puesta en marcha mediante el uso de decretos con fuerza de ley. Esta afirmación muestra con claridad la vocación totalitaria del gobierno y las fuerzas políticas que lo acompañan, junto con dejar de manifiesto que el concepto de democracia que tanto manosean no es más que una palabra bonita del repertorio de la fraseología de izquierda. No nos olvidemos que el último gobierno que operó mediante el uso de decretos -saltándose acuerdos con el congreso- fue ni más ni menos que el del Sr. Allende.

A su vez, la inacción frente al terrorismo, guerrilla indígena, narcotráfico, inmigración y movimientos anarquistas que están destrozando la paz nacional, muestra una indiferencia absoluta por las prioridades del país. Nótese bien, estoy hablando de inacción y no de inoperancia. Si bien el gobierno es claramente inoperante en muchas materias (política exterior, comercio internacional, acuerdos políticos, falencias de gestión, puesta en marcha de proyectos de infraestructura urgente como lo es la construcción de desalinizadoras y modernización de la matriz hídrica, etc.), en las señaladas anteriormente vemos una falta de actuar intencional, por una parte, por el conflicto que le genera la identificación ideológica del gobierno con los elementos subversivos, y, por otra, porque son instrumentales para mantener el fervor de su revolución en curso. Sin embargo, la profundización de las contradicciones que les enseña el catecismo marxista, tiene el peligro de que en determinado momento se pueden volver en su contra dejándolo sólo en La Moneda, tal y como le sucedió al Presidente Allende.

Es así como en el palacio de gobierno, tenemos hoy montada una de esas historias de antaño, con un reyezuelo sentado en el trono recibiendo a diario las adulaciones provenientes de sus fanáticos, siendo inflado desde el extranjero con menciones honrosas como la de la revista Times que, sin ningún mérito, escogió al Sr. Boric como uno de los 100 personajes más influyentes, y teniendo al malévolo canciller -Guillermo Tellier- que desde las sombras maneja los hilos del gobierno y organiza las tramas que operan en favor de su siniestro plan.

No le deseo al presidente en ejercicio el mismo desenlace fatal que tuviera su mentor espiritual, quien, empujado por las circunstancias, prefirió la autoinmolación para así entrar en el panteón de los “mártires” de las izquierdas mundiales y recibir la adoración eterna de los fanáticos feligreses de la fe marxista. Por el bien de Chile, continuo -ingenuamente, pero sin perder de vista la realidad- deseando el éxito del actual gobierno. Sin embargo, todo indica que no es más que una ilusión frente a la realidad inexorable de las circunstancias que vive nuestro país, las cuales ya están convidando a que la soledad comience a rondar los pasillos de La Moneda, preparando un desenlace aún incierto.