Confianza

Alvaro Pezoa B. | Sección: Política, Sociedad

La confianza o fiabilidad es una virtud crucial para la vida humana. La base natural de una sociedad civil es la confianza entre sus miembros. Ningún problema se soluciona ni desafío se enfrenta ni oportunidad se aprovecha, sin fiabilidad entre las naciones, entre los individuos y las instituciones que deben servirlos y representarlos y, sobre todo, sin confianza entre las personas. Sin embargo, el fantasma de la desconfianza generalizada que recorre el mundo no parece detenerse. Chile no es la excepción.

La confianza no es un invento o un artificio, es connatural a la vida humana. Los psicólogos hablan de una “confianza originaria” del hombre, sin la cual no es posible una vida sana. Por lo tanto, lo que desafortunadamente se puede aprender a través de experiencias negativas no es propiamente la fiabilidad, sino la desconfianza.

Nadie es completamente “dueño de la situación”. El ser humano depende de la cooperación, pero sin confianza no hay cohesión social. Por lo mismo, ella es por principio inevitable. Y para que se desarrolle es imprescindible que quien confía se haga vulnerable, que se entregue voluntariamente a una situación de debilidad, de cierta dependencia respecto a los demás en quienes se fía. El punto de partida de la fiabilidad siempre son personas, individuos concretos que nos parecen confiables. En palabras de Spaemann, “confiar en alguien significa estar convencido o esperar con un alto grado de seguridad que el otro no persigue sus intereses de modo deshonesto a costa de mis intereses o de los intereses de otros”. No obstante, si se desea ser riguroso, nunca habrá una certeza absoluta de que la confianza no vaya a ser defraudada. Lamentablemente, debido a que las personas son libres, existe siempre una posibilidad real de ser defraudado al confiar. Es por esta razón que la confianza exige arriesgarse. 

Sin fiabilidad se derrumba todo el tinglado social, la armazón económica y de los negocios. ¿En qué consiste la confianza? Es claro que no se trata de una cuestión de intercambios, ni de un ajuste o encuentro de curvas de preferencia, ni de un acuerdo contractual. La confianza es un bien humano mucho más profundo, es una realidad moral. Es fruto de una correspondencia de libertades, es puro ejercicio de libertad, es un acto eminentemente ético sobre el cual se constituye todo el orden social. Sin la fiabilidad, la vida sociopolítica, económica y de los negocios, se deteriora, se empobrece y en el extremo se torna imposible. 

Para que la confianza florezca y vigorice la comunidad se requiere actuar con lealtad, veracidad e integridad. Consiguientemente, cabe a cada uno el deber moral de ayudar a cultivar la confianza en los demás, en todos los ámbitos. Este es un imperativo, principalmente para quienes poseen mayor poder o influencia en la sociedad y sus instituciones. ¡Cuánto hace falta una auténtica cruzada por la confianza!, partiendo por el empeño de las autoridades y dirigencias.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, el domingo 3 de abril de 2022.