Ni la plata ni la vida

Gonzalo Rojas S. | Sección: Política, Sociedad

No solo no va a alcanzar la plata, es que no va a alcanzar la vida.

La eventual consagración constitucional de decenas y decenas de derechos -algunos evidentemente propios de la naturaleza humana y otros muchos ¡muchos!, un puro invento de la ingeniería social de las izquierdas- va a provocar el destino de recursos económicos tan cuantiosos como inexistentes.

Todos lo sabemos: los que nos oponemos a esa inflación y los que nunca han tenido reparos en provocarla. Las izquierdas lo saben, y en parte lo promueven justamente para producir el descuajeringamiento final de las estructuras humanas. No todas sus revoluciones comienzan con el derramamiento de sangre; algunas tienen su etapa inicial en el afán por tirar la plata la basura.  Sin racionalidad económica -en realidad, sin medios económicos-  al Estado sólo le queda postular la fuerza bruta. Para allá iban los allendistas, que ya se habían farreado la plata de todos, incluso la harina de todos. Y esas son las anchas alamedas que se nos propone volver a recorrer.

Pero no es sólo una cuestión de pesos. Es también materia de espíritus, de vida.

En efecto, el ser humano -en lo más profundo de su espíritu- no soporta una tensión continua y extrema como la que implica la inflación de los derechos que se le proponen, por decenas y decenas. No hay capacidad humana -simplemente no estamos hechos para eso- que pueda hacerse cargo de un ejercicio extenso e intenso de cuanto derecho se le ofrece a su alcance. Definitivamente no, no alcanzamos. Y quien lo pretenda, revienta; revienta de angustia por todo lo que aparentemente se está perdiendo de aprovechar, o revienta de empachamiento. Ya se sabe: nadie puede pedir la carta completa de un restaurante, aunque todos los platos le gusten; y no hay espíritu humano capaz de expandirse hasta un supuesto infinito en sus propias capacidades: chocará con sus obvias limitaciones, comprobará la angustia de su contradicción vital, terminará maldiciendo a quienes le prometieron el fuego eterno disfrazado de derechos.

Lo dijo Solzhenitsyn hace ya 30 años: “Solamente con la autolimitación podrá seguir existiendo la humanidad.”

Y nada diremos, por ahora, de la guerra de todos contra todos que se desata cuando se le dice al ser humano que tiene un derecho absoluto sobre todo. Hobbes ya lo explicó hace casi 400 años.