La importancia de las posibles consecuencias

Max Silva A. | Sección: Política

En una sociedad tan acomodada y exigente de derechos como la nuestra, la noticia de una guerra impacta e incluso indigna sobremanera, al enrostrarnos la fragilidad de la vida humana y el enorme sufrimiento que generan acontecimientos de esta naturaleza. De alguna forma, Occidente se ha olvidado de esta cruda realidad (que pese a haber existido siempre en diversos lugares del Globo, es percibida generalmente como algo lejano), de tal forma que queda sorprendido y asustado con el actual conflicto ruso-ucraniano. Y con razón, dado el enorme poder bélico de uno de los participantes.

Sin embargo, y esperando que el conflicto cese lo más rápidamente posible y genere el mínimo de daños materiales y humanos, es precisamente el enorme poder militar ruso el que en parte hace difícil comprender cómo se ha llegado a este punto. Y esto es un elemento crucial, pues tal como en el ajedrez, hay que pensar muy bien los movimientos y la estrategia a desarrollar, pues como todo en la vida, surgen consecuencias. De hecho, estas mismas consecuencias son las que permiten evaluar si se ha hecho un buen movimiento o no.

En efecto, al margen de la invasión rusa a Ucrania, de las bajas, del sufrimiento y un largo etcétera, cuesta entender, como se ha dicho, que se hayan llevado las cosas hasta este punto. Ello, pues visto de manera global, parece más que temerario pretender incorporar a Ucrania a la OTAN y eventualmente, instalar cabezas nucleares en su territorio en algún momento, pues resulta evidente que Rusia se sentirá gravemente amenazada, siendo la actual situación de guerra uno de los posibles escenarios sobrevinientes.

En el fondo y visto al revés, se parece, mutatis mutandis, a la crisis de los misiles cubanos de 1962 (situación que casi originó una tercera guerra mundial), cuando Estados Unidos se sintió amenazado, y con razón, con la instalación de estas armas tan cerca de su territorio, lo que a su vez, fue la respuesta de la ex Unión Soviética a la erección de armas nucleares en Turquía. 

Se reitera que no se quiere justificar a nadie, pero resulta incomprensible que el escenario que tenemos hoy no haya sido previsto como uno de los posibles. Evidentemente no es la única causa de la actual situación, pero sin duda es una muy importante. Y en todo este embrollo, la lógica más mínima exige tener en cuenta las posibles respuestas de Rusia ante lo que ella considera una agresión, que desde su punto de vista, obviamente no puede tolerar. Es como si nos quisieran obligar a que nuestro vecino instalara en el cerco común una ametralladora apuntándonos, prometiéndonos que no la usará contra nosotros.

Sin embargo, Occidente sigue tensando la cuerda con las actuales sanciones económicas, de las más draconianas que se hayan implantado alguna vez contra un país, lo que por desgracia –hay que decirlo– puede hacer que este conflicto escale en intensidad. Y al mismo tiempo, atiborra a Ucrania de armas, casi pretendiendo “sacar las castañas con la pata del gato”, como se dice vulgarmente, empeorando aún más la situación.

En realidad, es imposible que los países de la OTAN no hayan previsto un eventual escenario como el que estamos viviendo. De hecho, a veces casi daría la impresión que lo hubieran hecho a propósito. Esperemos en Dios que este conflicto no pase a mayores.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por diario El Sur de Concepción. El autor es Doctor en Derecho y profesor de filosofía del derecho en la Universidad San Sebastián.