La Convención diabólica

Juan Pablo Zúñiga | Sección: Política, Sociedad

A semanas del fin del plazo establecido por la ley para la redacción del nuevo texto constitucional, teniendo en cuenta su actuar y la tónica que manifiesta el nuevo gobierno, podemos tener -por la naturaleza misma del plebiscito- dos posibles escenarios: que gane el rechazo o el apruebo.

Para que gane el rechazo, es necesaria una contundente movilización nacional que agrupe ya no a derechas, izquierdas moderadas, antiguos miembros de la concertación, amarillos o azules, sino a chilenos que, guiados por los más diversos motivos -sentido común, preocupación, incertidumbre y hasta miedo- estén decididos a tomar “el toro por las astas” y poner fin de una buena vez a esta locura sin precedentes en nuestra historia. Ganando el rechazo, se sucederán una secuencia de hechos que incluyen: quiebre interno de la coalición de gobierno, inicio del fin de la revolución y ciertamente un gran respiro para la mayoría de los chilenos. No nos engañemos, también traerá consigo manifestaciones violentísimas de manos de terroristas de extrema izquierda que serán soltados a las calles -cuales perros rabiosos- por los mismos amos que los mandaron a destruir Chile dos años atrás.

De quebrarse el gobierno, surgen otros dos escenarios: quienes apunten a moderar y terminar arrastrándose (al estilo Piñera 2), o, quienes decidan “tirar toda la carne a la parrilla” y radicalizar las posturas de manera de hacer avanzar, como sea, su revolución. Si el presidente Boric realmente ha encarnado al Sr. Allende, este pequeño Chicho terminará su gobierno como lo hiciera su alter ego: solo. Si, al contrario de su mentor espiritual, decide ir por el camino de la radicalización, no descartaría inclusive un autogolpe.

Si gana el apruebo a la nueva constitución, técnicamente es el comienzo de la fase final de la caída de Chile. Para ello, durante los próximos meses, el nuevo gobierno mantendrá el fervor de los devotos del Mesías Boric, para poder contar con el apoyo en las urnas. De concretarse el eventual triunfo del apruebo, tendremos entonces una secuencia de hechos que no surgirán de la mera especulación sino de las normas aprobadas en la CC:

Eliminación de la identidad nacional: Dejaremos de ser la República de Chile, para pasar a ser el Estado Plurinacional de pueblos de Chile. Con ello, no sólo se concretará el sueño de las izquierdas radicales y su natural desprecio a la República, sino que el Sr. García Linera se habrá anotado otro punto, al tiempo que Evo Morales estará salivando para arrancarnos su tan codiciada salida al mar a través de una “nación aimara” que baje desde el altiplano hasta el Océano Pacífico cortando en dos el norte de Chile.

Desmembramiento territorial: Con el establecimiento de al menos una docena de naciones dentro del territorio nacional, se dará inicio a la balcanización de Chile con el establecimiento de movimientos nacionalistas que podrán hacer escalar las tensiones actuales a una guerra civil. No olvidemos que las guerras fratricidas se fraguan a fuego lento, tal y como está sucediendo hoy en nuestro país.

Tensiones limítrofes: No se olvide, eso de “naciones hermanas” es mera retórica. Sir Winston Churchill señalaba que “las naciones no tienen amigos, sino intereses”. Con la precarización geopolítica consecuente del desmembramiento territorial, será cuestión de tiempo para que Bolivia avance con sus pretensiones marítimas, Argentina -por enésima vez- intente correr los límites establecidos y Perú haga lo propio. Si la HVM3 (Hipótesis vecinal máxima 3, o escenario de guerra simultánea enfrentando a los tres países vecinos) ya se veía con suma preocupación en 1978, en las condiciones en que quedaría Chile post-nueva constitución, dicha hipótesis sería absolutamente devastadora y el tiro de gracia para nuestro país.

Destrucción de la estructura política: Tendremos el fin del estado tripartito como lo conocemos hoy, con un congreso unicameral compuesto por una Cámara de Diputados servil al ejecutivo. Es decir, entraríamos a tener un presidencialismo con poder absoluto. Se formarán una serie de gobiernos y congresos locales en cada una de las naciones, engrosando el tamaño del servicio público y la corrupción que trae consigo, a niveles dantescos.

Destrucción FFAA: Las FFAA serán aniquiladas, siendo relegadas a pequeñas guarniciones con una función simbólica. Si han propuesto la formación de completos aparatajes de administración en cada nueva nación, nada impide pensar que pretendan avanzar para la formación de grupos militares (paramilitares) de cada territorio o nación indígena.

Categorías de chilenos: Siendo ahora los indígenas (10% de la población nacional) la nueva elite, con beneficios de cotas para cargos públicos, preferencias ante la ley, etc., tendremos chilenos de primera y segunda categorías. ¿Cómo demostrar que se es o no indígena en un país como el nuestro donde el 80% de la población es, en mayor o menor proporción, mestiza? ¿A través de prueba de ADN? ¿Cuál será el punto de corte para decir si se es o no indígena? ¿Serán entonces establecidos carnés de pureza racial indígena, al más puro estilo del régimen Nazi?

Expropiaciones a destajo: Teniendo el indigenismo amplios poderes, (y no le quepa duda que “¡oh, sorpresa!”, los señores políticos de extrema izquierda misteriosamente pasarán a ser indígenas), cualquier propiedad que le plazca a un individuo podrá ser sometida al escrutinio de una versión sui generis de la CORA, llamémosla CORPI (Corporación de Reforma de Propiedad Indígena), para conseguir, sumariamente, que un predio agrícola, vivienda, etc., localizado en un supuesto territorio ancestral, sea expropiado.

Pérdida absoluta del respeto al ser humano y a la vida: Recordemos que el aborto hasta los 9 meses ya fue aprobado como norma constitucional. Simplemente diabólico.

Si gana el apruebo, en un determinado momento, habrá un punto de no retorno, de manera que la caída de Chile a la miseria de una nación fallida será inevitable. Tengamos ánimo, pues hay soluciones. Si llegamos al extremo de una guerra civil, y ante el desmembramiento de la integridad nacional, no descartaría de plano una intervención militar de las FFAA que juran defender el territorio y la bandera de la República de Chile hasta rendir la vida si fuese necesario, a pesar de la persecución política y el “pago de Chile” que han sufrido. Para no llegar a dicho punto, nos cabe primero la responsabilidad histórica de rechazar a como dé lugar; caso contrario, no nos quedará más que afirmarnos los pantalones y prepararnos para la peor tormenta de nuestra historia.