El test del malvavisco en la política chilena (I)

Joaquín Muñoz L. | Sección: Política, Sociedad

A finales de los 60 y comienzos de los 70 del siglo XX, un equipo de sicólogos de la Universidad de Stanford, liderados por el sicólogo austriaco Walter Mischel, realizó el “test del malvavisco”, también conocido como “test de la golosina” o “prueba del malvavisco”.  Este test estaba orientado a estudiar la personalidad en materia de estímulos.

¿De qué se trataba este experimento?  Esta prueba consistía en llevar a un niño a una habitación donde había una golosina, se le decía que si era capaz de resistir la tentación y no comérsela durante quince minutos (una eternidad para un niño pequeño), después podría tomar más de una.

El objetivo del experimento era -según Mischel- identificar las estrategias cognitivas y los mecanismos mentales específicos, así como los cambios en el desarrollo, que posibilitan la demora de la gratificación.  No estaba en los objetivos “poner a prueba” o encasillar a los niños.

Participaron niños entre 4 y 6 años de edad.  Se pudo observar, por ejemplo, que los niños mayores podían demorar su gratificación por más tiempo, aparentemente por el uso de la “función ejecutiva” predominante de sus cerebros más maduros. Y bajo ciertas condiciones, era fácil para los niños esperar, mientras que en otras, resultaba muy difícil. La investigación trató de identificar las habilidades cognitivas que subyacen a la fuerza de voluntad y el pensamiento a largo plazo y cómo pueden mejorarse.

Mischel, tras catorce años de seguimiento de los niños estudiados, descubrió que aquellos que se mostraron más impulsivos y no fueron capaces de esperar, tenían más baja autoestima y umbrales de frustración menores; mientras que los que habían esperado eran personas socialmente más competentes y con mayor éxito académico, también eran menos propensos a mostrarse agresivos y a mostrar una reacción exagerada si se ponían ansiosos por el rechazo social.  Eran personas que tenían índices superiores en muchas variables a quienes no habían aprobado el test, incluso menos obesidad y mejor valoración de sus pares.  Sólo un tercio de los niños aprobó dicho  HYPERLINK «https://www.psicoactiva.com/blog/test-malvavisco-walter-mischel-autocontrol/» test.  

La importancia de este test en nuestra política

¿Qué tiene que ver este test con la política chilena?  Mucho, pero, para encontrar el vínculo, debemos determinar ciertas ocasiones en que los distintos actores se han “enfrentado o creado sus propios malvaviscos” –sustancias, en buen chileno- para realizar el test en perjuicio de sus oponentes o, inexplicablemente, en contra de sí mismos.  No es difícil saber quiénes son aquellos y quiénes son éstos: izquierda y derecha, respectivamente (más adelante veremos matices).

Desde un comienzo, los comunistas han entendido cómo se maneja esto de cómo alcanzar y conservar el poder, lo que ha sido traspasado a sus compañeros de ruta: los “tontos útiles” en palabras de Lenin.  No en vano una de las máximas de campaña izquierdista fue, en su momento: “un paso para atrás, dos para delante”.  A la postre, toda la izquierda entró en esta dinámica.  Debemos preguntarnos por qué la derecha tiene cierto complejo o tabú con eso de “alcanzar y conservar el poder”, algo así como una “humildad mal entendida”.  Como si el poder per se fuera algo malo, siendo que lo malo es el uso que se le dé.  Una vez, en un chat, una persona me criticó por “querer rebajarnos a la altura de la izquierda”, le contesté que “nosotros nunca nos rebajaríamos a su altura porque queremos el poder para construir, no para destruir”.

Por no manejar esto, o por no querer verlo, nuestro sector termina pagando costos aún mayores… rebajándonos al nivel zurdo cuando los resultados son escasos porque es demasiado tarde para enmendar el rumbo y no queda otra opción para sobrevivir o salvar la República.  La mejor prueba es el Pronunciamiento Militar de 1973.

Se justifique o no, hubo más represión del sector institucional que del sector revolucionario.  Todo por no ver lo que se venía.  Además, las enseñanzas se tiraron al tacho de la basura, si no ¿cómo se explica esa crítica recibida en un chat?  ¿Acaso esa persona no sabe nada de la política nacional del 90 en adelante? ¿O ha sido víctima de la propaganda izquierdista que la ha reducido a un zombie?  Lo grave de la situación es que se trataba de alguien que vivió la UP, que la apoyaron todos los que opinaron y que los argumentos fueron bastante delirantes.  Increíblemente, el chat era de derecha.  Simplemente, lo mejor que expresa nuestra situación es la máxima: “pedir perdón por existir”.

Es fundamental partir de esta visión negativa de la derecha porque todo análisis exitoso parte de la realidad, y no estamos precisamente en un buen momento.  La izquierda controla ambas cámaras del Congreso, los Tribunales de Justicia, el Ministerio Público, el Tribunal Constitucional, la prensa, la mayoría de los cuerpos intermedios, la Convención Constitucional, etc., y el Gobierno entrante tiene maniatados a los uniformados y aplica funas de ser necesario.  Paradigmático es el caso de un grupo de animalistas que protestó en las afuera del Palacio de Tribunales para que se autorizara a tener mascotas en un edificio, cuyo reglamento lo prohibía.  Obviamente, ganaron los animalistas, es decir, lentamente la Justicia se vuelve totalitaria a “petición de minorías activas” neomarxistas o deconstructivistas.

Con mucho pesar debemos primero reconocer que la izquierda va ganando, y “por goleada”.  Nada de que fue un triunfo el 44 % al juntar a toda la derecha o cualquier otro argumento.  Fue un logro, pero no un triunfo.  Tampoco debemos contentarnos con un Senado amarillo, supuestamente empatado.  Varios senadores no son confiables, ni siquiera votaban por el Gobierno saliente, pese a ser de su coalición.  Sin embargo, este resultado presidencial es el mejor de un auténtico derechista desde el plebiscito de 1988, por lo que abrigar algo de esperanza no está de más.

La política derechista de no saber esperar para conseguir buenos resultados tuvo su primera gran muestra en 1964.  Haber bajado al candidato Julio Durán fue una muestra de descontrol sicológico que se tradujo en una cobardía que impidió ver cuál era la mejor opción.  En el “naranjazo”, el candidato derechista salió segundo y el democratacristiano, tercero, pero la derecha se bajó en favor de un tercero que no le entregó nada a cambio.  La falta de control impidió ver que la elección estaba para cualquiera y que Allende llegaría igual al gobierno después de la “Revolución en libertad” de la Democracia Cristiana, pues, ésta creaba las condiciones para izquierdizar el mapa electoral.  Recordemos que dentro de la DC pululaban frases tales como, “lo único peor que un comunista es un anticomunista”.  Finalmente, Allende llegó a La Moneda, cumpliéndose así la dialéctica presidencial comenzada el 52 y reafirmada el 64.  Es cierto que hoy es fácil decirlo, que había que estar ahí para hablar con base, etc., pero, si se es segundo y se baja en favor de un tercero, no hay mucho que decir.  Además, de haber ganado Allende, habría sido unos seis años menos radicalizado; solo recordemos que el MIR nació el 64.  En este caso, la derecha no esperó los “quince minutos”.

La última gran muestra puede ser la política económica en el manejo de la crisis del covid-19.  El presidente Piñera quiso mantener al máximo los equilibrios macroeconómicos, por ello, no “tiró toda la carne a la parrilla” al momento de ayudar a la población, lo que trajo, entre otros, el debilitamiento del sistema de pensiones y sendas derrotas electorales.  De haber hecho lo contrario, el sistema de pensiones no estaría tan debilitado y el oficialismo habría tenido mejores resultados y mejor recuerdo en la ciudadanía.  Hay que preguntarse qué es mejor para el país: un Gobierno de derecha con malos equilibrios macroeconómicos o uno de izquierda con unos regulares.  Lo primero, sin duda, porque la derecha terminará arreglando la situación y, en cambio, la izquierda, empeorándola.  Sin embargo, el oficialismo no supo esperar ni leer el momento político y terminó trabajando para el adversario.

Continuará…