Alarma

Adolfo Ibáñez SM. | Sección: Política

La alarma cunde hoy en la derecha y varios otros grupos porque la izquierda, finalmente, está llevando a cabo lo que pregonó desde un principio: “refundar” el país. Entendámonos: se trata de una demolición lisa y llana, pues nadie ha presentado ni siquiera un boceto del país que se quiere, como tampoco la forma y los medios con los que lo construirá. Solo unos pocos eslóganes que, en general, se contradicen unos con otros. Esto es lo que aparece como “la casa de todos”.

La derecha ha brillado por su ausencia en este período de debate constitucional. Incluso algunas de sus figuras que prometían ser sus adalides han caído en el anonimato más completo, frustrando también la posibilidad de renovar sus dirigencias. Ahora ni siquiera es un fantasma, no digamos en la Convención, sino en el plano nacional del debate constitucional: no tiene presencia y, por lo mismo, no logra asustar a nadie ni reunir a sus seguidores, pues no muestra ninguna alternativa.

Esta alarma lleva a algunos a hablar de rechazo. Otros recién plantean difundir sus ideas para demostrar cuán malo es lo que está apareciendo: llegan tarde a proponer ideas complejas, improvisando una campaña de pocos meses, como es la costumbre del sector. Hay también quienes piensan que no es para tanto, pues el Congreso tendrá que debatir muchísimas leyes para hacer operativa la Constitución; olvidan que no tienen mayoría y eluden la falta de voluntad de lucha que los caracteriza. Y aún quedan los que están seguros de armar un bloque con la centroizquierda, la democrática, para enrielar los “disparates” de ahora. Olvidan que buena parte de la votación que allegó Boric en la segunda vuelta fue la de aquellos moderados que, en el fondo, necesitaban votar contra la derecha.

Nada de eso es factible. La tarea de hoy para la derecha radica en superar la insignificancia político-institucional en que se encuentra. Y para ello deberán surgir líderes que hablen un lenguaje que sea escuchado, que la interpreten de verdad y que, además, sean capaces de aglutinar a los futuros desencantados de la demolición izquierdista. Con propuestas realistas y de largo plazo, que no se empantanen en la próxima elección (quizás con qué marco legal se realizará). Para esto se requiere de una derecha sin apellidos ni temores de plantear sus postulados de siempre. Una que sea verdaderamente derecha y capaz de plantear con claridad y valentía un camino de futuro para labrar un país grande, donde todos quepamos y nos reconozcamos como compatriotas.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago, el lunes 28 de febrero de 2022.