Tolerancia y enemigos

Julio Alvear T. | Sección: Política, Religión, Sociedad

En línea con la manida búsqueda de “consensos” y la necesidad de entablar “diálogos”, el  director de un poderoso think tank liberal ha convocado a desterrar de la política la odiosa separación entre “nosotros y ustedes”, por ser propia de una “sociedad tribal”. Sin reparar en que todo puede terminar pareciéndose a una sociedad comercial, donde todo es transable y objeto de acuerdos, llama buenamente a la tolerancia mutua. Aunque a renglón seguido las emprende aseverando que la separación entre “amigos y enemigos” se debería a un intelectual del Tercer Reich -sindica a Carl Schmitt-, y que ello llevaría a que algunos puedan monopolizar lo que es “bueno y correcto”. 

Pero fue un pope liberal, Karl Popper, quien escribió su obra clave con el elocuente título de La Sociedad Abierta y sus Enemigos (1945): a quienes no creen en la sociedad liberal que propicia él los califica como sus “enemigos”, que hoy suelen identificarse con la “extrema derecha” (de neo nazis hablan otros), y por eso -saca como consecuencia- la sociedad debería ser intolerante con los intolerantes (paradoja de la tolerancia). El hace poco fallecido intelectual español Antonio Escohotado, no fue menos severo en la defensa del liberalismo al denominar su magna obra como Los Enemigos del Comercio. Y de esos, sus “enemigos”, habló el año 2018 en el Centro de Estudios Públicos. Así como muchos más, que dicen ubicarse a equidistancia entre la izquierda y la “extrema derecha”, y que luego de afirmar que lo que caracteriza a la democracia es el “respeto al adversario”, a punto seguido  etiquetan a sus contrarios como “extremistas de derecha” o “imbéciles” y “bocazas”.

Paralelamente, se ha desatado una campaña mediática a nivel mundial que confunde el “populismo” con la “extrema derecha”, siendo éstos aquellos sectores “tradicionales y religiosos” a quienes se encasilla dentro del “fundamentalismo cultural reaccionario”, dado su indocilidad y afán “por preservar la tradición y la cultura de una sociedad” (ver aquí). No hay aquí conceptos académicamente decantados y universalizables merced a una alta densidad politológica. Se usan, en su lugar, términos descalificatorios propios de una operación orquestada, con el objeto de diseminar consignas y de desacreditar ideas. Quien quiera profundizar sobre propaganda como arma de guerra política, especialmente sobre la técnica de desfiguración a través de agentes de influencia, una visita con Willi Münzenberg, el activista comunista a cuyo lado Goebbels parece un mero aprendiz, resulta obligada.

Por cierto, la instalación de este prejuicio político predominante en la nueva época, va a generar efectos políticos concretos en Chile. Tras la derrota electoral del candidato presidencial Kast, catalogado por tirios y no pocos troyanos como de “extrema derecha”, vinieron los llamados a distanciarse de él y a rearticular -en su lugar- una “derecha moderna”, a preparar una “agenda de centroderecha” que dé cuenta de las nuevas realidades que han emergido en el país, además de especular qué habría pasado si se hubiese contado con los “votos moderados”:  hay aquí la crítica velada contra la candidatura del republicano, como si estas últimas opciones -representadas por los candidatos Sichel o Briones e incluso Lavín- no hubiesen sido ya derrotadas por la gente que vota derecha en las pre elecciones pasadas; como si el discurso sin concesiones del Sr. Kast no hubiera catapultado a la derecha en la Cámara de Diputados y el Senado.

Considerando el modus operandi de los partidos de derecha, RN y la UDI, probablemente van a intentar posicionarse como sensatos y de centro. Aunque la experiencia comparada -como es el caso del Partido Popular español- sugiere que desdibujarse implica perder progresivamente su electorado natural. Hasta que diputadas como Cayetana Álvarez de Toledo lo han resituado haciendo frente a una izquierda que “lleva décadas gozando del monopolio de los sentimientos, de una inaudita supremacía moral y del respaldo de los principales grupos de comunicación del país”. Pide que “Rechacemos la mordaza de la moderación”, al paso de espolear: “¿Combatir, moderadamente, la intolerancia, la censura y los linchamientos ejercidos en nombre de la moderación?”.

Desmontemos a los equidistantes, con su afición a los eufemismos y sus veleidades radical chic. No existe -concluye- un punto medio entre la libertad y la servidumbre, ni entre la igualdad y la discriminación, ni entre la ley y la selva. La verdad no es un algoritmo ni el resultado de una suma de versiones: existe, puede aprehenderse y es un bien a proteger”. Un ideario semejante ha adoptado VOX con figuras emblemáticas como Rocío Monasterio (partido también calificado allá como de “extrema derecha”).

Entonces, en Chile se puede avizorar un relativo alejamiento de la derecha habitual de las posiciones republicanas de Kast, conjeturando que una postura de “centro” podría permitirles ganar una próxima elección presidencial. Sin embargo, si estos partidos asumen que los republicanos de Kast congregan una importante cantidad de votantes y que habría que atraerlos, ello podría conducirlos a desafectarlos de él, a través de una actividad políticamente hostil, que enfatice su lejanía de la “extrema derecha” e inspirada en la citada paradoja de Popper, de ser intolerantes con el “intolerante”. 

Habrá que ver si este último escenario se limita al campo mediático, o si se traslada al Congreso Nacional, donde pueden dejar al Partido Republicano pagando “costos” por oponerse a una -casi segura- nueva oleada de legislación “progresista”.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Camerata, el 25 de diciembre de 2021.