La mujer en el programa… de Chile

Jaime Oviedo E. | Sección: Familia, Historia, Sociedad

En los últimos días se han levantado diversas controversias que han tenido como centro a la mujer y las políticas públicas que están dirigidas a fortalecer su rol en la sociedad. Lo cierto es que las polémicas se han alimentado en torno a las propuestas de los programas presidenciales de los candidatos Boric y Kast, contraponiéndolas en desmedro del último una prensa odiosa, atrabiliaria y sesgada en extremo.

Importante es recordar, para empezar, que la palabra mujer proviene del sustantivo latino mulier, mulieris, que quiere decir blando, tierno, delicado. En efecto, ¿quién más sensible que el corazón femenino que un día es esposa y compañera inseparable del hombre y otro día se torna en madre atenta, diligente, amable, afanosa y compasiva?

La religión y la poesía en la cultura cristiano-occidental han ensalzado a la mujer que vive en el nido santo del hogar y su lugar de trabajo.

Un destacado jurista mexicano, en su libro Meditaciones Políticas, escribe que “la mujer debe estar siempre constelada de virtudes y ataviada de encantos”.

Cervantes dice que “la mujer es la verdadera inspiradora del hombre”, y la Biblia, el libro por excelencia, al tratar de la mujer, dice “mujer virtuosa ¿quién la hallará? Ella es mucho más preciosa que las joyas” (Proverbios 31:10).

Repasando las páginas de nuestra olvidada historia patria, abrimos este recuento con doña Inés de Suarez, pareja de Pedro de Valdivia, a quien la adornaban distinguidas cualidades de inteligencia y también de corazón. Las voces de cien testigos se levantan para aseverar que durante los combates y después de ellos estuvo siempre pronta para acudir en socorro de los desgraciados e indigentes.

Continuando con este esfuerzo, digamos que numerosas mujeres que vivieron en los años de las guerras de la Independencia y en los de la edad republicana se entregaron, ya con sus actos de heroísmo, ya, en fin, valiéndose de la cultura y el arte, a forjar la grandeza de Chile todo. Nos contentamos con nombrar a las principales.

Acuden a nuestra frágil memoria los nombres de aquellas mujeres que mantuvieron la llama de nuestra emancipación política. Aquí mencionamos a Luisa Recabarren Aguirre de Marín, esposa del jurista José Gaspar Marín Esquivel, secretario de la Primera Junta de Gobierno de 1810. Reunía esta dama en su casona a Camilo Henríquez, José Gregorio Argomedo, Juan Mackenna y otros ardorosos conjurados.

Descubierta una carta secreta de Manuel Rodríguez en que aludía a ella, el gobernador Marcó del Pont la mantuvo detenida en el convento de las Agustinas, de donde salió al entrar victoriosas las fuerzas chileno-argentinas a Santiago (12 de febrero de 1817).

Otro nombre acreedor a nuestra gratitud, Ana María de Toro Valdés de Gamero, madre del teniente Marcos Gamero, caído heroicamente en la Toma de Talca (1814) por el coronel español Ildefonso Elorreaga. Al comunicársele que sus hijos mayores habían muerto como bravos junto a la bandera de la Patria Vieja, doña Ana María entregó a su hijo menor, exclamando: ¡Llevadlo para que sirva de tambor!”.

Parecido arrojo demostró Micaela Fontecilla Morales de Guzmán, dando ánimos en el fragor de la Batalla de Rancagua a los sitiados que al fin lograron romper, espada en mano, el cerco.

En aquellos días en que tantas abnegadas mujeres acunaban en sus pechos la patria libre recién nacida, brilló por su hermosura Josefa Aldunate Larraín de O’Higgins, esposa de Tomás O’Higgins, primo hermano de don Bernardo, que donó todas sus propiedades raíces de Valparaíso a la Sociedad de Instrucción Primaria de Santiago. 

En este recuento no podemos dejar fuera a una mujer modesta y sin letras, pero con entraña heroica, como la Sargento Candelaria Pérez, destacándose en las empresas victoriosas de nuestras armas en la Guerra contra la Confederación peruano-boliviana.

Y llegamos a Gabriela Mistral, la poetisa de América, Premio Nobel en 1945. Sus Sonetos de la Muerte, poemas infantiles y el Decálogo del Artista vivirán mientras viva el idioma castellano. 

En la prosa, Inés Echeverría de Larraín, enamorada de la cultura francesa, que en brillantes crónicas y narraciones hizo célebre su seudónimo de Iris.

Todo lo reseñado no puede estar más lejos de aquellos conceptos feministas teñidos de oportunismo ideológico con carácter de vanas entelequias vacías de sentido, en mi opinión, tales como “paridad de género”, “discriminación positiva”, “macho opresor” u otros similares. Quien se dé el trabajo de valorar lo establecido en las bases programáticas del candidato del Frente Social Cristiano verá refrendado el espíritu de integrar a la mujer junto a su núcleo familiar, cual sea éste, en el camino del desarrollo con todas sus potencialidades inherentes. Por último su testimonio personal y familia es irreprochable a este respecto.

En verdad, surgidas estas líneas al calor de los recuerdos de tantos hechos heroicos, de tantas vivas lecciones de caridad y de culto a la belleza que nos ofrecen las mujeres notables de Chile, no me canso de reflexionar en que las jóvenes de hoy deben saciar su anhelo de ser útiles a la patria, inspirándose cada día en los ejemplos que ellas nos han legado para orgullo de nuestra nacionalidad sin contaminarse con ideologías foráneas, deconstructivas, propias del neomarxismo, como la ideología de género y otras.

Altivas, valientes, generosas y animosas podrán exclamar entonces: ¡Adelante! ¡Adelante!