El Chile que fue y el que será

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política, Sociedad

En abril del 2019, tuve la oportunidad de ir a Chile después de algunos años. Recordando hoy aquel viaje, me vienen a la memoria detalles que, a la luz de los acontecimientos de este último año, no olvidaré nunca más.

En los últimos días de mi visita, fui al centro, a recorrer los que fuesen mis pagos en los alrededores de mi alma mater, Casa Central de la Pontificia Universidad Católica, y otros lugares icónicos. Inclusive me di el tiempo de ir a comprar una colonia que mi madre acostumbraba a colocarnos a mi hermano y a mí, en una tradicional tienda ubicada en calle Matías Cousiño. Vi a la gente pasar, escuchar el ruido de la ciudad. Vi la fisonomía de extranjeros, que para mí eran toda una sorpresa, considerando el hecho de que yo mismo me convertí en un inmigrante años antes de la llegada de estos a Chile.

En el camino de vuelta, mirando por la ventana de la micro al pasar por Plaza Baquedano, vi el Cerro San Cristóbal y tuve un extraño sentimiento que me decía que esas miradas tenían sabor a despedida y que debía saborear y atesorar cada segundo de ese simple viaje en micro en dirección al oriente.

Sí, Chile había cambiado mucho comparado con el país que yo dejara casi una década antes de aquel instante. Sin embargo, algo me decía que sería la última vez que viese a ese Chile en que nací: altivo y simple al mismo tiempo, marcado por el progreso, pero con un aroma provinciano, tal vez esto último por el hecho de yo ser de familia de campo.

Luego vino aquel octubre, después el plebiscito, luego la CC y finalmente el 19 de diciembre de 2021. Todo cambió. Chile no sólo cambió, sino que se transformó en una cosa que cuesta reconocer. El tiempo dirá si se transformará en algo mejor aún o si terminará de ser aniquilado para convertirse en una pseudo-nación dividida, oscura y sombría.

Al observar la cara de un primate, se distingue un mirar con un aire de tristeza que pareciera decirnos la frustración que sienten al ver que fuimos nosotros -y no ellos- los que dimos el salto evolutivo. Me aterra pensar que pueda darse la posibilidad de que en nuestro país en un futuro incierto abunden las personas, ya no ciudadanos de una nación común, deambulando por las calles con una mirada análoga, de nostalgia de lo que fuimos, de tristeza de no poder siquiera soñar con un porvenir y de frustración por saber que íbamos por buen camino.

Extraño a mi Chile. Extraño esa nación que era capaz de abrazarse, aunque fuese por el fútbol, la Teletón o uno de los tantos desastres naturales que nos han golpeado. Este 2021 ha sido como una enorme juguera que trituró sueños, mezcló otros, incorporó ingredientes que nada tienen que ver con nuestra cultura y revolvió la mente y el alma nacional hasta generar un país en estado de papilla cuya blandura hace difícil imaginar que pueda sustentarse por mucho más tiempo en esa condición. Al mismo tiempo, como en una sopa mal procesada, aún se distinguen en esta papilla algunos de los componentes iniciales que tercamente se niegan a ser triturados.

Algunos hablan de un nuevo Chile, otros de esperanza y de un supuesto Chile mejor; otros hablan de resistencia. Lo concreto es que no es la primera vez que nos enfrentamos a tiempos tumultuosos y que, si llegamos hasta este punto, significa que los hemos superado. Nada hace suponer que será la última vez; al final, nuestra historia está llena de “nunca más”. Siendo así, con la experiencia del pasado y a sabiendas de la posibilidad del temporal que se nos viene y del nuevo obstáculo que tenemos para sortear, hay que batallar más duro que nunca y seguir trabajando constructivamente por el bien de la nación, estando alertas a cada paso de nuestros adversarios y pensando en cada jugada a ser realizada, teniendo siempre en mente el bien de la República, sus instituciones y su integridad.

En una reciente entrevista en un espacio virtual fue señalada una frase clave para estos tiempos: “Si uno no comprende lo que es Chile, ¿cómo lo va a querer con todo el corazón?” Los que conocemos a Chile y su gente, entendemos los más de cuatro siglos de su historia, lo miramos y comprendemos tal como es, no como lo pintan las ideologías; tenemos, por lo tanto, una fuente inagotable de amor por nuestro país que nos lleva con alegría y gozo a enfrentar esta nueva batalla y todas las que el futuro disponga.