Chile quiere más rodeo y menos cogoteo

Gerardo Varela A. | Sección: Política, Sociedad

El FA y la izquierda radical tienen un problema. Llegaron con un aire de frescura y novedad. Jóvenes “idealistas” que venían a cambiar la política para volverla a poner al servicio de la gente. Pero han envejecido mal. Han acumulado un prontuario de codicia, nepotismo e intolerancia que deja de ser excepcional, y desmiente toda esa moralina hipócrita e insoportable con que aparecieron.

Sus líderes podrían figurar en un catálogo de malos políticos latinoamericanos. Una se llena de asesores/amigotes carísimos y disfraza de desayuno versallesco un escuálido tentempié para expoliar a los contribuyentes. Otro está acusado de acoso sexual (ante el elocuente silencio de las feministas de su comando). Un par de alcaldes(as) son antisemitas; otra transformó el centro de Santiago en una feria y otro está siendo investigado por corrupción; un diputado se hacía donaciones a sí mismo mientras posaba de generoso, otro engañó al electorado inventándose una enfermedad; otro resucitó un notario fallecido para presentarse a Presidente y otra mintió sobre un supuesto centro de torturas en una estación de metro que terminó quemada.

Censuran la libertad de expresión, prohíben el análisis crítico de la historia, hablan de diversidad, pero no toleran el disenso; veneran la pachamama mientras desprecian a los creyentes; pontifican sobre tolerancia, pero celebran las funas; posan de pacifistas, pero justifican la violencia y homenajean e indultan a los delincuentes. Transformaron Valparaíso en un basural; la plaza Italia, en un descampado, y el Parque Forestal, en una letrina. Queman iglesias, saquean locales comerciales y transforman el baile en un acto de humillación; desfalcan al fisco, ignoran la ciencia y defraudan la fe pública. Pero el extremista es Kast, porque está en contra del aborto.

Un huaso, con esa sabiduría del campo chileno, me dijo: “Los pijes santiaguinos quieren prohibir el rodeo, porque empujar un novillo contra un colchón es maltrato animal. Pero defienden el abortar matando una guagua con una aspiradora, es un derecho… ¿Por qué no se van a la…?” (el texto completo se puede leer en The Clinic).

Mapuches contra chilenos, ricos contra pobres, hombres contra mujeres, empresarios contra trabajadores. Depredadores contra ecologistas, abortistas liberadas contra beatas oprimidas; pacos agresores contra manifestantes pacíficos. Una parte de la izquierda, que lamentablemente hoy la hegemoniza, ve el mundo en código de combate y opresión entre tribus rivales. Ya no queda lugar para la persona y el humanismo; para el individuo, el diálogo y la razón. Hay que elegir trincheras como si las personas no fuéramos seres racionales y versátiles lejos de extremos, caricaturas y estereotipos. Personas con capacidad de discernir, conversar y matizar, y que vivimos en sociedades diversas, complejas y a veces contradictorias.

Esa falta de refinamiento intelectual y de integridad moral; ese aire de arrogancia que apenas disimula su ignorancia, agotó a mucha gente. La izquierda radical cree que la historia tiene dirección y que las personas no pueden cambiar de opinión. Se equivoca en ambas. La democracia existe para expresar en paz el cambio de sentir, opinar y parecer de la gente. Por eso es que a una parte de la izquierda le molesta la democracia. Para ellos la alternancia es sinónimo de traición y no la toleran.

El domingo Chile votó y habló fuerte y claro. El norte quiere que controlen la inmigración; el Chile rural —con marchas multitudinarias— exige que la élite citadina le respete sus tradiciones y cultura. En el sur la gente quiere trabajar sin que peligre su vida ni que le quemen su casa o violenten su familia. Los mapuches quieren paz, reconocimiento y desarrollo. Los creyentes quieren practicar su fe sin que los desprecien y todo Chile quiere progreso sin violencia. La gente se cansó de la lógica odiosa de la Convención. Chile quiere cambios, pero con paz y crecimiento, no decrecimiento (¿cuán popular sería la idea de que “decrezcan” los sueldos?). Chile no es de ultraderecha, ni giró hacia allá y ninguna de esas aspiraciones lo son. Boric, en su discurso dominical, dijo que el electorado les declaró la guerra. Por su parte, Kast, que quería restablecer la paz. Definitivamente, Kast sigue leyendo mejor al votante chileno.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago, el sábado 27 de noviembre de 2021.