Regular para convivir o, ¿regular para con-morir?

Maite Cereceda M. | Sección: Política, Sociedad, Vida

En la discusión en sala sobre la despenalización del aborto (sesión 82 / 29 de septiembre de 2021), el diputado Raúl Saldívar (PS) propone que “hay que regular para poder convivir”. Frente a esta afirmación, he pensado en su validez, cuando lo que se está discutiendo no es precisamente la vida, sino más bien la muerte de los seres más desvalidos e inofensivos de nuestra especie humana. 

En efecto, al observar a un recién nacido, recoge en el alma su fragilidad, pues depende exclusivamente de otros para poder sobrevivir. Ahora bien, los primeros llamados a prestar esa ayuda, al igual que en todas las especies mamíferas, es la familia, y posteriormente la sociedad. Dada esta labor familiar fundamental en la supervivencia y desarrollo humano del ser humano, es que el estado debiese tener como principal misión apoyar a las familias para que alcancen su fin propio, en favor del bien común de la sociedad. El filósofo chileno Alfonso Gómez-Lobo, señala que la familia es un bien humano básico, y lo que la hace ser tal es “que en la hipotética ausencia de estos lazos – cuando se carece del amor de un cónyuge o de padres o de hermanos o de parientes cercanos, en el caso de una vida que comienza en un orfanato y termina en la soledad de un asilo – difícilmente puede hablarse de una vida plena. Lo que hace que la familia sea un bien básico, entonces, es su contribución a la vida buena”. 

Así planteado, se hace cada vez más difícil comprender que la solicitud de algunos políticos, y en especial de algunas mujeres, sea el otorgar a las madres de familia la mayor de las facilidades para eliminar a sus miembros, en vez de exigir, con la misma o más fuerza, que los requerimientos de las familias sean escuchados para poder cumplir su labor. 

Volviendo a las palabras del diputado, parece curioso en efecto, que la búsqueda de una mejor convivencia se limite, como condición sine qua non a la eliminación arbitraria de los miembros de la sociedad, como si ese fuese el único camino (y no el peor) para superar los problemas que deben enfrentar las mujeres vulnerables. De hecho, no se ha tomado en cuenta, en ningún aspecto de la discusión el foco fundamental, que es el apoyo directo e integral a las madres y a sus familias. Ese es el camino para enfrentar la situación en favor de una fructífera con-vivencia humana. 

La única conclusión que podemos sacar de la argumentación del diputado Saldívar (y otros) es que para el convivir (de algunos) debemos aceptar el con-morir (de quienes aún no nacen pero que están ya vivos). Quienes así piensan, debiesen dar gracias a estos últimos que con su sacrificio permiten que sigamos con-viviendo en medio de la cultura de la muerte.