Programas contra el alma

Gonzalo Rojas S. | Sección: Familia, Política, Religión, Sociedad

¿Qué fueron a hacer millones de chilenos a los cementerios esta semana?

Las respuestas varían, pero son, más o menos, éstas: ‘fuimos a honrar su memoria’, ‘fuimos a rezar por ellos’, ‘fuimos a recordar tantos momentos buenos que pasamos juntos’, ‘fuimos a pedirles que intercedieran a Dios por nosotros’, ‘fuimos a ponerles florcitas, para que los acompañen’, etc., etc.

Detrás de esas diversas expresiones hay un mínimo común: todas se refieren, de modo más o menos explícito, a la trascendencia, a esa dimensión desconocida, pero real, que consiste en una existencia de nuestros difuntos más allá de la nuestra. Quizás -perdón por la suposición- hubo incluso quienes visitaron los muy de moda ‘cementerios de mascotas’, pero no cabe duda que lo habrán hecho por el mismo motivo, aunque se hayan equivocado de destinatario.

Y ese motivo, es, digámoslo ahora de modo más claro, la humana convicción de que hay Vida después de la vida.

Y ésta, la cuestión de la trascendencia, el tema de la inmortalidad, es no solo materia profundamente antropológica, sino decisivamente política.

Si un candidato encarna -sí, pura carne mortal piensan él o ella que somos- el materialismo que niega la trascendencia, entonces se expresarán abierta o veladamente en su programa todas las violaciones potenciales de la dignidad humana, al tratar a las personas como simples conglomerados orgánicos, sin alma inmortal.

El aborto que priva de la vida terrena a millones de almas que solo podrán desplegarse en la trascendencia sin haberse entrenado en este mundo; el mismo aborto que aunque sea quirúrgicamente impecable, deja heridas sangrantes en el alma de quienes lo practican; la eutanasia, que mira las relaciones entre persona y dolor como absolutamente perversas, por lo que termina dándole la victoria al dolor por sobre la persona; el ‘mejoramiento’ transhumanista de las capacidades biológicas, que desvirtúa justamente el sentido del límite (enfermaremos, moriremos) ofreciendo una imposible inmortalidad terrena; en fin, la equiparación de los derechos de las sustancias con alma inmortal y las que no la tienen (animales y el resto de la naturaleza) degradando por supuesto a las primeras en favor de las segundas.

Busque en los programas de los candidatos. Si encuentra al menos uno de esos atentados a la trascendencia, no lo dude: los demás vendrán por añadidura.

¿Son programas sin alma? No, son programas contra el alma.