Más aniquilación de la verdad

Gonzalo Rojas S. | Sección: Política, Sociedad

Nunca debe pasar inadvertido un hecho grave.

Ya no son sólo ciertos comunicadores –muchos- los que sesgan groseramente el modo en que presentan las noticias políticas, sino que ahora se ha sumado al coro de los deformadores, un conjunto de analistas que, consultados permanentemente por los medios, le prestan el eco “científico” a lo que esos mismos comunicadores ya vienen afirmando.

(A propósito de ciertos periodistas, el lunes 15 de noviembre, a mediodía, vi el reportaje de CNN anunciando el debate presidencial de la noche. Debe haber durado unos 5-7 minutos. Por supuesto, las imágenes más difundidas fueron las de Boric, que acaparó casi el 50% de ese tiempo; Provoste, Sichel y Parisi compartieron un 40% del espacio restante; ME-O y Artés recibieron unos 30  segundos cada uno. Las apariciones de José Antonio Kast en Pantalla fueron 3 ó 4, cada una de dos segundos. Así es la cosa.)

Pero volvamos a los expertos y analicemos su última aportación.

Consultados sobre la comparación que hizo el candidato Republicano entre las autodesignaciones fraudulentas con apariencia electoral realizadas en Nicaragua, y la elección presidencial de 1989 en Chile, los analistas corearon: “Se equivocó”, “Abre un flanco complejo”, “El error más grave de campaña” y, cómo no, alguno le imputó haber hecho afirmaciones que, obviamente Kast, jamás hizo.

¿Alguno de estos analistas partió del hecho de que lo que el candidato Republicano había afirmado era estrictamente verdadero, es decir que en Chile hubo elecciones libres en 1989 y que ningún candidato fue encarcelado para impedirle participar? ¿Alguno valoró la verdad como punto de partida de su análisis?

No. El coro de los comentaristas científicos reveló su propio sesgo: no se puede hablar del Presidente Pinochet, ni siquiera con la verdad, porque ya está instalada la mentira. La condena al supuesto negacionismo ya forma parte de la forma mental de algunos de estos respetados analistas. 

Por eso, todos consideraron que la verdad era un error, que la evidencia incontrastable debía ser considerada un flanco peligrosamente abierto por Kast.

La gravedad de este modo de criticar es enorme. A estos señores no les importa la verdad; sólo les interesa el efecto que ellos creen puede producir una expresión. Si es falsa, pero calza con sus prejuicios, todo bien; si es verdadera, pero por eso mismo les rompe el esquema mental previo, “es un grave error”.

Es otra dimensión de la aniquilación de la verdad en la sociedad.