¿La dictadura sanitaria ha llegado para quedarse? (I)

Alfonso Hidalgo | Sección: Política, Sociedad

Introducción

Si se mira en retrospectiva y hasta el presente, resulta indudable el carácter absolutamente draconiano de las medidas que los gobiernos de muchísimos países del mundo han tomado y siguen tomando con motivo de la llamada pandemia. Y hablamos en estos términos, puesto que si se analiza con objetividad el número total de presuntos fallecidos debido a la misma –lo que evidentemente y sin lugar a dudas es un hecho muy lamentable–, esta cifra resulta ridícula, más aún, insultantemente baja, para justificar la sobrerreacción completamente desproporcionada que ha originado. 

Este dato, absolutamente objetivo, resulta fundamental para comprender nuestra actual situación, y debe ser tenido muy en cuenta y de manera permanente al momento de analizar cada uno de los puntos que se desarrollarán de aquí en adelante.

En efecto, si se dejan de lado los argumentos emotivos, los números no pueden ser más claros y tampoco cuadran con la situación a la que se ha llegado en nuestras sociedades: a nivel global, a principios de noviembre de 2021 se han reportado menos de 5 millones de fallecidos (dentro de una población planetaria que casi alcanza los 8 mil millones), lo que equivale aproximadamente al 0.08% del total. Con todo, una auténtica pandemia, de acuerdo con lo que dicta el sentido común, debiera generar muchos más muertos, literalmente una catástrofe sanitaria. Sin exagerar, la gente debiera estar casi muriendo en las calles, por lo cual cada uno de nosotros contaría con varios conocidos o familiares fallecidos. Y eso claramente no ha ocurrido, ni de lejos. 

De hecho, anualmente mueren muchas más personas por infartos, cáncer o enfermedades respiratorias de diversa índole. Ello, sin perjuicio que en varios países el número total de muertos el año 2020 resultó incluso inferior al de años anteriores, pese al Covid, lo que se explicaría por la disminución de otras situaciones de riesgo debido a los encierros decretados por las cuarentenas.

Sin embargo, y curiosamente, hace algunos años la OMS cambió la definición de “pandemia”, considerando el elemento fundamental para declararla el número de países en los cuales se reportaban casos de la enfermedad de turno, y no la cantidad de contagiados o de muertos por ella. Con lo cual, basta con que una sola persona adquiera la enfermedad en un país determinado, para que éste engruese los territorios afectados por la “pandemia”.

Se insiste en que aquí no se quiere minimizar el dolor de las muertes, ni negar que exista la enfermedad. Sólo se está tratando de ver de la forma más clara posible la verdadera realidad a la que nos enfrentamos y llegar a algunas conclusiones lógicas y objetivas, sin caer en ninguna clase de conspiranoia.

Por otro lado, de acuerdo con las cifras oficiales, se dice que el total de casos a nivel mundial (algunos muy graves, dicho sea de paso), se sitúa alrededor de los 250 millones, vale decir, ha afectado a poco más del 3% de la población. Nuevamente una situación excesivamente baja de cara a una verdadera pandemia. Ello, sin perjuicio de los llamados “asintomáticos” (que constituyen un porcentaje muy alto de los contagiados) y de la muy irregular distribución de la enfermedad a nivel planetario, como se comentará dentro de poco.

Ahora bien, además de lo antes dicho, existen varios aspectos que llaman profundamente la atención con relación a esta pandemia. Se mencionan y comentan brevemente algunos de ellos, primero de tipo sanitario y posteriormente de tipo político, sin que la lista pretenda ser exhaustiva ni tampoco mostrar un orden de preferencia o importancia de los factores que se enuncian. Finalmente, debe reiterarse que es necesario tener siempre en cuenta las cifras mencionadas más arriba, a fin de calibrar de mejor manera estos aspectos que se comentan.

Los principales hechos sanitarios que llaman la atención

Se mencionan a continuación algunas de las ideas de tipo sanitario que nos parecen más llamativas de cara a nuestra actual situación y que despiertan varias dudas:

1) Un primer aspecto a considerar es el test PCR (por sus siglas en inglés: Polymerase Chain Reaction, en español: Reacción en Cadena de la Polimerasa), utilizado para detectar la enfermedad. Este método de detección ha recibido un sinnúmero de críticas por diversos especialistas (e incluso de su inventor), que estiman que no sirve para tal efecto (o al menos posee un nivel de falla muy alto), pues identifica como “positivo” un sinnúmero de materiales biológicos que según señalan estos especialistas, son tomados como indicadores de Covid, engrosando así artificialmente las cifras. Esto podría estar relacionado con los “positivos asintomáticos”, según se comentará en seguida. Por lo mismo, resulta más que llamativo que en casi dos años de crisis sanitaria, no haya existido un esfuerzo real por lograr crear un test más fiable, esfuerzo que sí ha existido por ejemplo, para desarrollar la vacuna por varias empresas a la vez.

2) Igualmente, es curiosa la forma en que este test se realiza por regla general, al introducir un hisopo agresivamente en lo más profundo de las fosas nasales. Ello, pues aunque se señale que se hace de esta manera a fin de poder tomar una muestra del virus, esta forma de proceder resulta completamente contradictoria con el carácter extremadamente contagioso que de acuerdo a la versión oficial posee este patógeno. De hecho, tanto se insistía en ello, que al menos en un principio había que estar lavando y desinfectándolo todo a fin de no contagiarse. Por tanto, si el virus es tan transmisible como se señala, bastaría para su identificación con una prueba muchísimo menos invasiva.

3) Según se adelantaba, resultan también sorprendentes los muchísimos casos de “positivos asintomáticos” detectados precisamente gracias al aludido test. Como su nombre indica, se trataría de personas portadoras de la enfermedad y que en teoría estarían contagiando, pese a no tener ningún síntoma del mal que padecen ni ahora ni en el futuro. Todo lo cual no puede hacer menos que sospechar de la falibilidad del test PCR al que han sido sometidas, al ser la única “prueba” de que estas personas serían portadoras del virus y eventualmente, transmisoras del mismo. Todo esto proyecta una inquietante sombra de duda respecto de las cifras oficiales de contagiados informadas por la autoridad, que podrían muy bien estar sobredimensionadas, situación que se agrava con lo que se comenta en el punto siguiente. 

4) Por otro lado (si bien casi siempre por medios alternativos), también se han reportado muchos casos de personas que han fallecido por las más diversas causas, que sin embargo, han sido contadas como “muertos Covid”. Igualmente, se han dado innumerables situaciones en que el paciente padecía de otras enfermedades preexistentes mucho más graves, que se han intensificado debido al Covid (identificado además gracias al test PCR), pasando igualmente a engrosar el número de fallecidos en razón de este último. Y al contrario, enfermedades que se han dado regularmente todos los años, como la gripe, han sufrido durante este período una baja de casos no solo absolutamente anormal sino imposible. En realidad, hay razones para sospechar que estos últimos han sido contabilizados como Covid.

5) Todo esto reitera la absoluta necesidad de contar con un test realmente infalible para detectar este mal, pues salvo en los casos en que ha habido síntomas, ha sido en virtud de estos test PCR que se ha diagnosticado la enfermedad en las situaciones mencionadas. De ahí que de ser inexacto, estaríamos ante cifras abultadas (tanto de enfermos como de fallecidos por el Covid) y por lo mismo irreales, todo lo cual haría aún menos grave la situación sanitaria en que ahora nos vemos inmersos y que ha sido la justificación para la adopción de las medidas draconianas a las que hemos sido y seguimos siendo sometidos.

6) Por otro lado, llama profundamente la atención que hasta la fecha no existan tratamientos tempranos para la enfermedad (ni que se hayan hecho ingentes esfuerzos en tal sentido), todo lo cual ha hecho que muchos afectados por ella (con síntomas, evidentemente), se agraven y terminen en un hospital, muriendo en varios casos. Si de verdad estamos ante una “pandemia” que se pretende casi apocalíptica, la lógica más elemental dice que debieran buscarse todos y cada uno de los remedios y tratamientos posibles para superarla. Sin embargo, todas las voces que se han alzado en este sentido proponiendo un remedio temprano han sido apagadas una a una: la hidroxicloroquina, la ivermectina, la ozonoterapia, la N-acetilcisteína, el peróxido de hidrógeno, el dióxido de cloro, la suramina, el leronnimab, y seguramente otros tratamientos de los cuales no hemos escuchado. No estamos asegurando que estos sean efectivos, pero es curioso que no se haya producido un abierto y amplio debate a su respecto, dada la emergencia sanitaria a la que se enfrenta el mundo, supuestamente desesperado por encontrarle una solución. De ahí que no tenga sentido que se haya censurado violentamente a todas estas voces disidentes de la versión oficial, siendo la única solución universal, indiscutible y obligatoria la vacuna, la que tampoco ha sido sometida a un verdadero debate ni a las pruebas necesarias, como se comentará dentro de poco.

7) Igualmente llama profundamente la atención que se prohibieran autopsias desde un principio (y que todavía se prohíban en muchos países), siendo que si estamos ante una catástrofe sanitaria de proporciones, como se nos dice machaconamente todos los días, este análisis resulta fundamental para combatirla. El argumento del contagio a partir de los cadáveres ha sido duramente criticado por varios médicos, al señalar que un virus no puede sobrevivir a su huésped, con lo cual esta posibilidad de contagio resulta absurda (igualmente, como también señalan, que el virus permanezca en objetos o la suela de los zapatos). Sin embargo, cuando lograron realizarse (sea legal o ilegalmente, dicho sea de paso), se descubrió que el principal problema del Covid era una inflamación sistémica severa de los afectados, sobre todo pulmonar, lo que desaconsejaba en muchos casos la intubación a la que eran sometidos varios pacientes, al punto que ella podría haber acelerado su muerte. Y de hecho, toda la campaña para obtener o fabricar respiradores mecánicos de principios de la pandemia fue quedando poco a poco en el olvido. Igualmente y por lo mismo, se descubrió que la ingesta de antiinflamatorios resultaba aconsejable, contrariamente a lo que se había señalado en un principio, esto último de acuerdo a los protocolos emanados de la OMS para el tratamiento hospitalario, que han guiado todas las políticas relacionadas con la enfermedad.

8) También no deja de ser extraño lo que podría considerarse el notable “secretismo” que ha existido en torno al tratamiento dado a los afectados en muchos centros de salud: aislamiento e incomunicación total de los enfermos, prohibición de visitas, negación de velatorios, incineración de los fallecidos y entrega de sus supuestas cenizas a sus deudos. O también respecto de los procedimientos llevados a cabo en varios asilos de ancianos, en que se aisló y encerró a sus moradores, se procedió a una intensa fumigación de estas residencias con ellos adentro, se sedó a muchísimos adultos mayores que luego fallecieron, o incluso se prohibió ingresarlos en centros hospitalarios. De hecho, es necesario recordar que la gran mayoría de los fallecidos en la “primera ola” fueron personas de estas residencias. Pese a que todo lo anterior se ha justificado en razón del supuesto carácter extremadamente contagioso del virus, las actuaciones descritas no dejan de ser inquietantes.

9) Por otro lado y pese a tratarse en teoría de un virus muy contagioso, también resulta paradójica la muy dispar propagación de esta enfermedad. En efecto, los continentes más afectados han sido Europa y América, así como partes de medio oriente o la India. Sin embargo, otros vastos sectores del planeta presentan tasas de contagio y de muerte extraordinariamente bajas, como Oceanía, África y partes de Asia. Particularmente curioso es el caso de África, dada su pobreza y graves carencias sanitarias, al punto que también la vacunación ha sido muy baja hasta la fecha. Igualmente es llamativo el caso de China, donde se habría originado la pandemia, que ha resultado –al menos de acuerdo con los datos oficiales– menos afectada que otros países, sobre todo occidentales.

10) Otro tema son las variantes, que van apareciendo continuamente y al parecer han venido para quedarse. No porque un virus cualquiera no las pueda presentar (de hecho, las tiene), sino porque puesto que los virus no pueden sobrevivir sin un “huésped” y buscan contagiar a otros para expandirse, la lógica evolución que sufren gracias a estas variantes es aminorar su peligrosidad, a fin precisamente de obtener más “huéspedes” y sobrevivir como especie. Por lo mismo, parece absurdo que esas variantes sean cada vez más peligrosas, como se nos informa de continuo, pues de seguir este proceso podrían a la postre quedar sin huéspedes y por tanto extinguirse. 

11) Además, no deja de ser curioso que aparezcan tantas variantes, con tan pocos meses de diferencia y que finalmente, sean achacadas a los no vacunados. Esto último, porque una variante debiera producirse debido a la existencia de nuevos escenarios a los que se enfrenta el virus, escenarios que tienen más posibilidades de ofrecer precisamente los inoculados (por los nuevos anticuerpos a los que debiera enfrentarse este virus) no aquellos que no lo han sido.

12) También parece llamativo que ante la aparición de más y más variantes, se pretenda identificarlas a todas con el mismo test PCR, y además, combatirlas con el mismo tipo de inoculación (o incluso mezclándolas), siendo que por lógica debieran utilizarse nuevas estrategias para contrarrestar un virus que ha evolucionado. Sin embargo, la fe en la eficacia de estas vacunas (y en los PCR, que dan la impresión de poder identificarlo todo) parece ser a toda prueba, pues pese al poco tiempo que llevó desarrollar estas inoculaciones y ser experimentales, estarían capacitadas para hacer frente a cualquier mutación que se presente en el futuro. Todo se limitaría a seguir administrando dosis de la misma.

13) También resulta curioso que se haya desarrollado una vacuna tan rápido y además –junto a su producción y comercialización–, por varias compañías a la vez, la que como se sabe, ha sido autorizada de emergencia debido a la situación actual y no una aprobación. Sin embargo, por mucha autorización que exista, es evidente que se trata de una solución experimental, pues aún en el caso que las técnicas para producirla hayan avanzado de manera sorprendente, las pruebas en animales y humanos siguen teniendo los mismos tiempos de duración, que suelen tomar cerca de una década, no unos pocos meses, como ha sido en el presente caso.

14) Seguramente el aspecto más inaceptable de todo esto, es que no se sepa a ciencia cierta qué contienen estas vacunas y por tanto, con qué se está inoculando a la población. Sólo se dispone de la información que otorgan los propios fabricantes de las mismas. Sin embargo, si estamos de verdad ante una pandemia casi apocalíptica, debiera existir la más amplia libertad para estudiar los viales y debatir su composición y resultados, respetando obviamente la propiedad intelectual de los mismos. Sin embargo, estos análisis no han sido posibles, al menos de acuerdo con lo que informan los medios de comunicación oficiales. Los no oficiales han dado varias versiones de los poquísimos casos en que se ha podido examinar el contenido de estas vacunas, siendo las versiones más conocidas, aquellas que hablan de la existencia de tóxicos como la “proteína Spike” o el “óxido de grafeno”. Incluso hay medios que aseguran la presencia de parásitos microscópicos en las soluciones que se están inoculando. Sea cual fuere la verdad, lo que queremos destacar es que nada de esto existiría si hubiera total libertad para examinar, publicitar y debatir abiertamente el contenido de las vacunas que pretenden inyectarse a toda la población del planeta. 

15) Igualmente, resulta intolerable que sea tan difícil acceder a los contratos que los Estados han firmado con las empresas fabricantes de estas vacunas, en que además, ellas se desligan de toda posible responsabilidad por eventuales efectos secundarios producidos por este compuesto. De hecho, varios medios alternativos informan respecto de la imposición de condiciones completamente abusivas por parte de las farmacéuticas. Tanto secretismo no puede ser menos que sospechoso, pues como dice el refrán, “el que nada oculta, nada teme”, y vuelve a reiterar el carácter experimental de estas inoculaciones, además de constituir un insulto a toda la población mundial.

16) Por otro lado, resulta más que llamativo que se indique que estas vacunas no impiden el contagio ni que se transmita la enfermedad, o incluso que pueda morirse a manos de ella. Lo mismo en cuanto a sus efectos, que duran tan poco, al punto que ya hay países que están anunciando una tercera e incluso una cuarta dosis. De esta manera, la idea parece ser que estemos vacunándonos todo el tiempo, sea por la enfermedad original, sea por las variantes, no sólo con la tercera o cuarta dosis, como ocurre ya en varios países, sino anual o semestralmente. Sin embargo, si esta es nuestra actual situación, ¿cómo ha podido entonces sobrevivir la humanidad hasta ahora sin vacunas durante la gran mayoría de su historia?

17) Al mismo tiempo, diversos medios –casi todos alternativos, dicho sea de paso– informan diariamente de diversos y muchas veces graves efectos secundarios, presumiblemente atribuidos a la inoculación. De creerle a las miles de imágenes y publicaciones que circulan en la web, estos van desde brazos magnéticos a infartos, pasando por inflamaciones al miocardio o al pericardio, trombos y coágulos, y problemas en el sistema nervioso y motor, entre otros, e incluso muertes. También y al margen de estos efectos, en algunos países existirían actualmente más enfermos hospitalizados vacunados que no vacunados (se habla, por ejemplo, de Reino Unido, de Israel o de Mongolia), lo que ha sido informado tanto por medios oficiales como alternativos. El caso de este último país resulta sorprendente, pues antes de la introducción de las vacunas no tenía enfermos –lo que incluso fue reportado por medios oficiales como una curiosidad–, a diferencia de lo que ahora ocurre, en que estos han aumentado exponencialmente. 

18) Se reitera que la proliferación de estos efectos secundarios casi no aparece en los medios tradicionales y masivos de información. Con todo, la ventaja es que al menos por ahora es posible acceder a los medios no oficiales no censurados con relativa facilidad. Lo que sí consta en los medios oficiales, es el drástico aumento de internaciones graves en hospitales, en particular por afecciones cardíacas, todo lo cual ha comenzado a ocurrir, aunque no se reconozca, luego de las campañas de vacunación masiva impulsadas por varios países. Los riesgos parecen así ser demasiados para insistir con tanta vehemencia en la inoculación universal con un remedio experimental y desconocido, pese a la bajísima letalidad del Covid. 

19) Se insiste en que la autoridad reconoce que pese a la vacunación, las personas inoculadas pueden adquirir el mal e incluso morir debido al mismo, como de hecho se está comenzando a reportar por los medios oficiales. Ello, sin perjuicio de los eventuales y desconocidos efectos secundarios a corto, mediano o largo plazo, según advierten varios especialistas de primerísimo nivel, generalmente censurados. Incluso, su eficacia depende en parte de que no haya personas no vacunadas cerca, con lo cual su nivel de inmunidad deja mucho que desear, al ser una protección que depende más de factores externos a la misma que de sus propias cualidades. 

20) Sin embargo –y esto casi no se ha comentado–, aun cuando existan las mejores intenciones, si un pequeño porcentaje de los vacunados puede requerir hospitalización (de hecho, el Ministerio de Salud de Chile reconocía hace poco que era cerca del 3%), proporcionalmente se trataría de una cifra mucho mayor de contagiados graves e incluso de muertos que la que existía antes de la introducción de esta vacuna, que como se comentará dentro de poco, pretende hacerse universal. Por tanto, no resulta tan claro que esta vacuna esté contribuyendo a solucionar el problema.

21) En consecuencia la situación no puede ser más absurda: de acuerdo a los datos oficiales, los vacunados transmiten la enfermedad, pueden contagiarse –se supone que en un grado menor que los no inoculados– e incluso morir a manos de ella, y su protección depende en buena medida del hecho de no tener cerca a personas no vacunadas, que además serían las responsables del surgimiento de las variantes. Entonces, y usando el sentido común, es inevitable preguntarse: ¿para qué sirve realmente la vacuna? Debe reiterarse que igualmente de acuerdo a medios oficiales, en varios países, como Argentina, actualmente la gran mayoría de los contagiados e incluso muertos por Covid son vacunados, siendo las cifras de este año superiores a las del año pasado, en que no existía esta vacuna. Lo anterior también hace absurda la existencia del “pase verde”, al menos desde un punto de vista sanitario, como se verá en el próximo epígrafe.

22) Por lo mismo y con mayor razón, también resulta sorprendente que exista una campaña desatada para vacunar con esta solución experimental a jóvenes y niños, pese a que la probabilidad de contraer la enfermedad y de morir resulten extremadamente bajas en este sector de la población, lo cual ha sido advertido por innumerables especialistas. De hecho, al tratarse de una vacuna experimental, existen muchos más riesgos estadísticos de padecer daños colaterales por dicha inoculación (como miocarditis y pericarditis, de lo cual también están informando ya los medios oficiales, al afectar por ejemplo a muchísimos deportistas jóvenes), que por la propia enfermedad contra la cual este procedimiento pretende proteger. La relación riesgo beneficio resulta así insostenible.

23) Ahora bien, uno de los principales argumentos para justificar esta inoculación, incluso en niños y hasta en mujeres embarazadas, es evitar que los jóvenes puedan transmitir la enfermedad a los adultos, en particular a los más viejos. Sin embargo, no resulta tan claro que sea lícito exponer a los primeros a este experimento para proteger a los segundos. Pero además, es necesario recordar que esta población joven tiene muchas menos posibilidades de contraer la enfermedad, que en caso de hacerlo poseen muy buenas defensas y además, que según señala la autoridad, la vacunación no impide la transmisión de este mal, con lo cual no se cumpliría el objetivo señalado.

24) Por otro lado, varios medios alternativos señalan que el gobierno español habría reconocido que no tiene aislado ni secuenciado el virus del Covid, y que los test PCR tampoco son del todo fiables. Incluso hay medios alternativos que indican que el virus nunca ha sido aislado ni secuenciado (y por tanto sus variantes tampoco) y que se trataría de una construcción informática. Ahora, de ser verdad esta información más que sorprendente, no queda claro qué estarían combatiendo exactamente las vacunas.

25) Es necesario aclarar que el hecho que una enfermedad se presente en varias personas, sea a la vez o de forma consecutiva, no prueba que haya existido un contagio entre las mismas. En algunos casos, las enfermedades, incluso comunes o muy extendidas, se deben a factores endógenos o exógenos del propio afectado, no a una transmisión viral o bacteriana. El escorbuto (que solía afectar a los marineros por falta de vitamina C) o el cáncer por radioactividad (como ocurrió con el desastre de Chernobyl) son suficiente prueba de ello. Por tanto, de ser cierto el punto anterior, no habría que descartar la posibilidad que el Covid sea causado por factores ambientales, lo que podría estar además relacionado con la tan dispar propagación de la enfermedad en todo el mundo, según se comentaba en el punto 9.

26) Finalmente, no puede menos que resultar inaceptable que nadie se haga responsable por los eventuales efectos secundarios de las vacunas (e incluso muertes), lo que se torna más grave aún, tratándose de una solución experimental y no conocida. De esta manera, no responden ni los laboratorios que la producen (lo cual corrobora indirectamente la falta de pruebas llevadas a cabo a su respecto), ni el Estado, ni el personal sanitario. El único “responsable” sería quien la recibe, aun cuando se señale que es “voluntaria”, pese a lo cual las presiones de todo tipo para inocularse (que conllevan la ilegítima restricción o incluso anulación de derechos humanos fundamentales) están a la orden del día, según se verá más abajo. Ante este panorama, resulta sorprendente y contradictorio que se diga que es “irresponsable” no recibirla, cuando el sentido común indica exactamente lo contrario.

27) Por otro lado, también la utilización de mascarillas ha recibido diversas y fundamentadas críticas. Ante todo, porque resultan absolutamente inútiles para proteger de un virus, pues es el equivalente a tratar de atrapar moscas con una red de pesca. Pero además, diversos médicos han advertido sobre los problemas para la salud, sobre todo en niños, del hecho de estar respirando durante varias horas al día dióxido de carbono, debido a la carencia de oxigenación que ello comporta, además de las eventuales infecciones que se pueden producir debido a los gérmenes que se incuban en las mismas. Lo anterior, sin perjuicio de los diversos efectos psicológicos que ella genera, desde la perpetuación del miedo hasta la pérdida de identidad, al cubrir algo tan importante para nuestro autoconcepto y también para la relación con los demás como el rostro. Sin exagerar, el uso permanente de un bozal ha incrementado la paranoia, al extremo que hay personas que lo utilizan en sus propias casas, al conducir o incluso al estar solos en la montaña o a la orilla del mar.

28) De hecho ya se ha descubierto que el Covid no es una enfermedad respiratoria sino inflamatoria, que afecta a muchísimos órganos del cuerpo y no solo a los pulmones, que era el problema común por el cual se ingresaba en centros hospitalarios a los afectados y siguiendo los protocolos de la OMS, se los intubaba, causándoles este tratamiento la muerte en muchísimos casos. Ahora, al no ser una enfermedad respiratoria, surgen serias dudas respecto de su transmisión (lo cual ha hecho que varios especialistas estén considerando la posibilidad de que la enfermedad se produzca por causas ambientales) y nuevamente pone en tela de juicio la utilidad de las mascarillas. Finalmente, es probable que muchas afecciones de tipo respiratorio hayan sido contabilizadas como Covid, alterando las cifras, lo cual podría explicar el absurdo descenso de este tipo de enfermedades durante la presente pandemia.

29) De esta manera el panorama no puede ser más paradójico: se pretende llegar a una vacunación universal con una solución experimental y desconocida, pese a los bajísimos índices de contagio y de mortalidad de la enfermedad que se quiere combatir, sobre todo en niños y adolescentes –en que estas cifras son escandalosamente menores–, sin saber además las reales secuelas a corto, mediano o largo plazo que puede traer esta inoculación, cuyos riesgos sólo son asumidos por quien fue obligado a vacunarse. De esta manera, ¿qué será más arriesgado? ¿La muy escasa probabilidad de enfermar de Covid, con una posibilidad de muerte casi nula, sobre todo en jóvenes, o ser un auténtico conejillo de Indias de este suero experimental y desconocido de cuyas eventuales consecuencias nadie se hace cargo? Se insiste que desde el momento en que nadie quiere hacerse responsable, es porque al menos se sospecha que algo puede ocurrir, evidentemente. Y al contrario, si tan seguros estuvieran de la inexistencia o de la inocuidad de posibles efectos secundarios, no habría razón para tomar esta medida de resguardo. Con todo, resulta evidente que esta cláusula eximente de responsabilidad es completamente nula, pues como dice el refrán jurídico, “nadie puede aprovecharse de su propio dolo”, y que la llamada “culpa grave” o “lata”, se asimila al mismo dolo. Por eso no tiene ningún valor.

30) Finalmente y retomando ideas ya señaladas, de acuerdo con muchos medios alternativos, las cifras y muertes por Covid han aumentado en varios países en los últimos meses (Israel, Inglaterra, Argentina), siendo mucho mayor su ocurrencia en personas vacunadas. Igualmente se ha informado, también por estos medios alternativos, que a esta conclusión se estaría llegando en Italia luego de realizar varias autopsias a fallecidos inoculados. Por tanto, una de dos: o la vacuna no sirve para detener la enfermedad, por lo que no se justifica que se la siga promocionando a nivel universal, o peor aún –y esperamos sinceramente que no–, ella contribuye a expandirla.

Se insiste en que no tenemos plena seguridad de varios de los hechos que se han indicado en esta lista, y que nuestra intención no es negar la enfermedad, desinformar ni producir miedo, sino sencillamente llamar la atención sobre situaciones que nos parecen verosímiles y atendibles. Lo anterior, pues al analizar estos datos en conjunto se percibe que hay varios aspectos contradictorios y que no tienen sentido, o dicho de otro modo, que hay varias cosas que no cuadran. Con todo, es imposible no tener la sensación de estar en el interior de un verdadero “salón de espejos”, en que resulta extremadamente difícil diferenciar lo que es realidad de lo que no. Por eso se han mencionado aquellos hechos respecto de los cuales hemos recibido varios testimonios de fuentes distintas que nos parecen importantes.