El día decisivo

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política

En momentos cruciales de la historia de nuestro país, célebres frases fueron proferidas. “Aut concilio, aut ense” nos dice José Miguel Carrera. “Aún tenemos patria ciudadanos” nos señala Manuel Rodríguez. “Un chileno no se rinde jamás” nos alientan hoy los 77 de La Concepción. “La patria está por sobre nuestras vidas”, nos recuerda el General Pinochet, la noche del 10 de septiembre de 1973. Hago hincapié en el tiempo presente, pues dichas frases célebres no son meros pedazos de nuestra historia, sino recordatorios atemporales del deber que nos cabe como para con nuestro país.

Si nos damos el trabajo de seguir las muchas columnas de opinión que han sido escritas en los últimos 10 años, podemos ver que, con el pasar de este decenio, y con principal énfasis en los últimos dos años, a medida que avanzaba la batalla cultural, el lenguaje y el contenido de estas -al menos las escritas por nuestro sector- también hacía lo propio en la defensa de los valores republicanos. Por su puesto, eso llevó a la contraofensiva de nuestros contrincantes: la caricatura, llamándonos de extremos, siendo para ellos el “extremista por antonomasia” nuestro candidato, José Antonio Kast.

Sin embargo, y como analizáramos tiempo atrás, el chileno en sí mismo es patriota y, luego de tanto cacaraqueo de las izquierdas sobre dignidades, revoluciones, pueblos y un nuevo Chile, la sensatez se ha ido imponiendo de manera consistente. Patriotismo y sensatez han sido suficientes para derrumbar los mitos y despertar el sentido común de la ciudadanía que clama para el fin de la pesadilla en que nos han sumido las izquierdas.

Nuestros rivales hablan de cambios profundos, de la necesidad de aumentar la inestabilidad para alcanzarlos, sin embargo, y como la historia lo demuestra, después de cada evento traumático y violento al que las izquierdas nos han sometidos, siempre la ciudadanía ha escogido el orden, la paz y la libertad. Es cuestión de ver la reciente consulta a los ciudadanos de La Araucanía, donde un contundente 85.56% votó a favor de la continuación del Estado de Excepción Constitucional. ¿Se da cuenta, estimado lector, que las declaraciones del señor Boric y la señora Provoste, de políticos, de periodistas y de convencionales totalitarios, que piden desmilitarizar y que señalan que el diálogo es el camino para lidiar con terroristas, no tiene asidero alguno ni la más mínima sintonía con lo que la ciudadanía desea?

Chile no aguanta más terror y violencia. El verdadero pueblo de Chile, el que se levanta temprano y trabaja duro por su familia, ciudadanos comunes y corrientes, ya no aguanta más. El país simplemente no tolera más una CC nauseabunda, que representa lo peor de nuestra sociedad; no toleramos más un congreso circense con payasos que cantan en las sesiones y discursos infinitos, con dietas obscenas por hacer nada. Chile está agotado de feminismos radicales, de ideologías de género, de cultura de la cancelación, de la funa, del odio y de la segregación montada por la izquierda en que quien está con ellos, es el “pueblo” y quien no, es fascista o simplemente “facho pobre”.

El 21 de noviembre es el día decisivo en que todo Chile debe ir a las urnas y manifestar su deseo. Las encuestas no significan nada, sin embargo, nos dan luces de que el panorama que enfrentamos hoy dista de lo que fue la amarga noche del plebiscito en que se impusiera el apruebo, por ignorancia y principalmente por miedo. La paciencia del chileno se agotó, su voluntad de combatir el terror de las izquierdas está más sólida y su deseo, no de revancha, sino de castigar con la derrota a quienes nos han pisoteado para intentar una vez más imponernos el socialismo a la fuerza, está más fuerte que nunca.

La solución para Chile, para usted, está en sus manos. Así como un simple voto -apruebo- abrió las compuertas del odio y nos empujó al abismo, un voto con sentido común nos puede sacar de este. No necesito citar los ejemplos más cercanos como para decirle que cuando el socialismo llega al gobierno de un país, no hay cómo sacarlo y ahí permanece hasta que lo haya destruido todo. El poder de evitar que ellos terminen de concretar su tarea destructiva está en sus manos.