¿Hasta cuándo?
Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política

Tratándose de destrucción -estructural, moral y espiritual- las izquierdas son “de tiro largo”, y cuando la mano del PC está de por medio, sabemos que hay un elemento de disciplina que las hace aún más peligrosas y letales.
La asonada de violencia durante el 18O, edición 2021, como era de esperarse, mostró todo el salvajismo imaginable e inimaginable. Sin embargo, esto no es ninguna novedad. Muchos lo predijeron y todo Chile tenía claro que ocurriría. Al final, y pese a la corta memoria de la ciudadanía, llevamos 100 años en los que, de tiempo en tiempo, en intervalos que varían de los 10 a los 30 años, las izquierdas radicales nos “sorprenden” con la violencia. El salvajismo visto en aquella fecha, que algunos insisten en llamar de “celebración del estallido”, no es más que una representación en el siglo XXI de lo que en 1970 la VOP se jactara señalando que “en el hampa está la cuna de la revolución socialista”.
El papel funcional de la violencia para las izquierdas no es mera retórica que quedó guardada en el museo de la historia, ni tampoco exclusiva del discurso anacrónico del Sr. Artés, sino que está absolutamente vigente. El propio ideólogo de la revolución puramente marxista que azota a nuestro país, el Sr. Atria, afirmó explícitamente que “la violencia de 2019 la podemos ver como algo que abrió la puerta a una oportunidad que hoy celebramos” (18 Octubre 2021). Más claro imposible.
La vocación destructiva de las izquierdas es su impronta. Sea por un accidente histórico que el progresismo y las ideologías revolucionarias quedaran definidas como “izquierda” en tiempos de la revolución francesa, mirar su histórico actuar y su presente, eminentemente destructivo y tóxico para las sociedades, nos muestra que la raíz latina de la palabra izquierda, es decir, “sinister”, siniestra, les viene como anillo al dedo.
Así las cosas, y a sabiendas que el terror es el modus operandi de nuestros adversarios, uno se pregunta ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo nuestro país tiene que vivir en estado de terror, permaneciendo alerta pidiendo a Dios no ser el próximo? Pero siempre hay un próximo a ser violentado, sea a través de la destrucción de su propiedad, sea a través de ofensas verbales, sea a través de una funa, escupitajos, humillaciones o abiertamente atacando hasta conseguir la muerte de la víctima. Cómo olvidar las imágenes de un vehículo policial con carabineros dentro y una turba atacando con piedras, fuegos artificiales, bombas molotov y adornado con gritos diciendo “muéranse, muéranse”. ¿Hasta cuándo tenemos que vivir aterrorizados por el hecho de que cuando las izquierdas pierden en las urnas, sabemos que luego vendrán las amenazas, las insurrecciones, las bombas y la destrucción? Y como agrás ironía, se dicen ser democráticos y nos llaman a nosotros “fascistas”. Por ello, no es de extrañar que, ante la posibilidad de una derrota, desde la CC y otros del FA ya han levantado la voz señalando que eventualmente acortarán el próximo período presidencial.
Y del Sr. Boric, al respecto de la violencia, no se oye padre. En realidad, sí, pero con simplistas declaraciones cargadas de una hipocresía vomitiva, siendo que él ha dado claras muestras de su predilección por la violencia. Sólo se oyen sucesivos desaciertos que manifiestan su absoluta incapacidad para controlar su coalición que en la práctica es dirigida por el PC. Pero hay que tener cuidado. Todos caricaturizaron las 1000 UF del Sr. Boric como parte de su pobre habilidad con los números. Sin embargo, ese número revela algo serio. Él sabía perfectamente que iba a decir 1000 UF. No fue un error. Esa es la cifra que él y su gente manejan y, ni Dios lo quiera, llegando a la presidencia, 1000 UF será la vara de medida para definir quién es rico y quién no lo es y, por tanto, quién es pasible de impuestos adicionales y hasta la expropiación en un determinado momento.
Por lo tanto, el llamado es simple: no podemos seguir dándole poder a las izquierdas, caso contrario la integridad de nuestra república -y la nuestra- corren serio peligro de ser aniquiladas. Por eso, atreverse por el Pacto Social Cristiano y José Antonio Kast ya no es una cuestión de preferencias políticas, sino que es un deber patriótico y una necesidad para la subsistencia como pueblo chileno, tal y cual lo conocemos.




