La probidad no pasa de moda

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política

En el imperio de la emocracia -el gobierno de las emociones- y de la asonada neoinquisidora de lo políticamente correcto, que son el corazón de los nuevos allegados a la política chilena, con mucha facilidad se decreta, cual juez soberano, lo que es correcto y lo que no lo es. Así mismo, se establecen los nuevos valores de moda y, si es necesario, se decreta la proscripción de los que otrora guiaran nuestra cultura durante siglos.

En esa línea, pareciera ser que ahora es a la probidad a quien le llegó su turno de ser redefinida. No cabe dudas de los casos de corrupción que hay por detrás de la política chilena que, durante las últimas dos décadas, nos negamos a querer ver. El propio narcotráfico ya se ha infiltrado incluso en el congreso, estableciendo en nuestro país la llamada “narcopolítica”. Sin embargo, y sin querer minimizar los escándalos de corrupción, resulta grotesco cuando personajes revestidos de la palabra “pueblo” -nuevo elixir de pureza que a su contacto como prefijo o sufijo todo lo legitima- que prometían terminar con las “trampas, mentiras y engaños”, resultaron ser, en pocos meses, verdaderos verdugos que declararon de manera expresa el fin de la probidad al inscribir miles de firmas ante una notaría inexistente -¡y cuyo notario era fallecido!- en respaldo a un ahora excandidato presidencial.

Siendo así, con la probidad en el banquillo de los acusados y la conducta repetitiva en cuanto al uso de firmas y documentos falsos por parte del señor Ancalao, es posible pensar que haya un patrón de conducta por parte de la “Lista del Pueblo” y que decenas de convencionales electos de este pacto -si bien que, en general, con escuálidas votaciones- pueden haber incurrido en esquemas semejantes para la inscripción de sus candidaturas. El récord nacional de desbande de miembros de un pacto político, como es lo que hemos visto en la mentada lista, sugiere no solo el desencanto de sus ex miembros con sus prácticas propias del nazismo, sino que también que pretendan desmarcarse del dedo acusador de la ciudadanía si se descubre que como pacto todos sus candidatos incurrieron en el mismo fraude. 

Por tanto, y ya sentado el precedente, es indispensable una investigación a fondo por parte del Servel en todas las candidaturas, a pesar de que su director, tal vez bajo amenazas o como parte de una red de protección, señalara que esto ya era un tema zanjado y cerrado. Aunque parezca inocente de mi parte, a pesar de querer confiar en la buena lid de los candidatos presidenciales, tras lo sucedido, no es descabellado pensar que la candidatura del señor Boric y su sorpresiva aparición con miles de firmas a pocos días de la inscripción de su candidatura presidencial, también despierte sospechas. El propio reembolso por candidato presentado a una elección es una práctica que debe ser eliminada, pues constituye una manera a través de la cual ciudadanos poco probos “hacen caja” a cada cierta cantidad de años, a costa de todos los chilenos.

Con la seguidilla de convencionales de la “Lista del Pueblo” saliéndose de este siniestro pacto, que prometía pureza pero que resultó ser la peor de las podredumbres de las prácticas políticas y con notarios que abalan candidaturas desde “el más allá”, constatamos que no siempre lo que es novedoso es inmanentemente bueno.

La probidad, que como principio que debe iluminar el actuar de cada persona, no pasa de moda. Cuando se atenta contra ella se degrada moralmente su agresor y se sientan las bases del pecado como principio rector. Por ello, velar por su integridad contribuye con las buenas prácticas en la política, depura la sociedad, enaltece a quienes la practican y, en último término, proporciona la tranquilidad de una consciencia limpia.