¿Cómo llegamos hasta aquí?

Pilar Lizana | Sección: Política, Sociedad

¿Qué nos pasó? Se utilizó la firma de un notario muerto para presentar una candidatura presidencial, un convencional mintió sobre padecer cáncer, el ex alcalde de Vitacura es investigado por malversación de caudales públicos, el actual alcalde pide que se investigue la gestión del ex edil de Lo Barnechea, ¿qué más puede venir? Y había más. Esta semana, el Fiscal Nacional Jorge Abbott confirmó que en Chile operan tres grandes carteles de la droga internacional.

Cuando creíamos que los intercambios de balas de alto calibre en la vía pública y los asesinatos por encargo solo ocurrían en otros lugares, estábamos equivocados. Sin darnos cuenta, Chile llamó la atención de importantes empresarios de la droga y de pronto comenzaron a instalar sus operaciones en suelo nacional. Pero, esto no pasó de la noche a la mañana. El “estallido social” y la pandemia aceleraron un proceso que lleva años creciendo lentamente. Entonces, ¿cómo llegamos hasta aquí?

El Informe 2021 del Observatorio de Narcotráfico de la Fiscalía Nacional identificó cuatro tendencias que muestran que la penetración de la rama del crimen organizado dedicada a la droga es profunda. Las incautaciones de marihuana han superado a las de cocaína en un contexto donde la ruta internacional Colombia – Chile que empieza en el Valle del Cauca y es dominada por el cartel del Clan del Golfo se consolida; 3 de los 5 mayores carteles internacionales ya están en el país: Sinaloa y su fallido intento por enviar droga al puerto de Rotterdam; Jalisco Nueva Generación y su centro de operaciones en Alto Hospicio y el Clan del Golfo y su cannabis tipo Creepy. También aumenta la capacidad de producción nacional de drogas, especialmente las sintéticas con la mezcla de éxtasis y ketamina, crecen los decomisos de plantas de marihuana, de insumos químicos y los laboratorios para producción de cannabis; y las cárceles se han transformado en los centros del crimen, a abril de este año, 570 bandas se encontraban recluidas en centros penitenciarios.

La situación es preocupante. No hasta hace mucho Chile era conocido sólo como país de paso. La droga llegaba, algo se quedaba, pero la gran mayoría iba destinada a mercados internacionales en Asia y Europa. Hoy el escenario es distinto: pese a contar con 20 millones de habitantes, una cifra pequeña al lado de gigantes como México o Brasil, Chile se ha posicionado como un importante mercado en América Latina gracias a sus altos niveles de consumo de marihuana.

La cadena del narcotráfico está completa: producción, distribución y consumo se han consolidado en el país y el Estado y los gobiernos deberán generar respuestas comprehensivas que consideren todos los aspectos del negocio visibilizando la fuerte integración de los mercados nacionales e internacionales.

¿Qué podemos hacer? La historia ha demostrado que el narcotráfico no termina. Un negocio de tantos millones de dólares siempre va a tener interesados. Pero esto no significa que no se pueda combatir.

El crimen organizado, en todas sus variantes, es una amenaza directa contra la democracia, quien debe enfrentarla con sus herramientas y normativas. ¿Cómo? Una legislación sólida que apunte a la creación de un sistema nacional de combate contra el narcotráfico pareciera ser la respuesta.

La actual ley 20.000 genera herramientas y norma la acción contra las drogas, pero la adaptabilidad de la amenaza y su penetración a nivel nacional requieren de una legislación amplia que incorpore a todos los actores, públicos y privados. No olvidemos que Chile tiene concesionada a éstos últimos infraestructura crítica de alto valor para el narco, como la operación de varios puertos y autopistas.

Todos debemos contribuir en el combate contra las drogas. Nuestro objetivo: evitar que Chile siga el camino de sus vecinos y otros países de la región.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, el sábado 11 de septiembre de 2021.