Comenzó la carrera

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política

La carrera presidencial ya está en marcha y con ello, propuestas de gobierno desde las más serias y con un evidente trabajo por detrás, y otras que abundan en palabras vacías que no pasan de meros ofertones. Lo concreto es que, sin lugar a duda, esta será la elección presidencial más importante de las últimas décadas, pues trae asociada la decisión del Chile que queremos.

En las múltiples elecciones que ha habido en los últimos años, la baja participación ciudadana muestra el poco interés que hay en ser parte de decidir por un determinado candidato. Cuántas veces hemos escuchado “no importa quien gane, a mí no me afecta, voy a tener que seguir trabajando para salir adelante”. Ciertamente, es deber de todo ciudadano responsable trabajar, por el bienestar personal, de su familia, por su propia realización y para contribuir al desarrollo del país. Para que todas estas razones se den apropiadamente, no da lo mismo quien gobierne. De ahí la importancia de participar, y con mayor razón en este momento en que Chile se encuentra en una encrucijada crítica propiciada por el proceso revolucionario que las izquierdas iniciaran hace más de una década y principalmente después de que pisaran el acelerador a través de la insurrección de octubre.

Las izquierdas más radicales tienen muy claro hacia dónde quieren llevar al país. Últimamente, se han decidido por un lenguaje sospechosamente dulce, utilizando palabras como “ternura, un país acogedor, amoroso, cariñoso” en un fútil intento por desmarcarse de la violencia que sigue siendo para ellos el motor de la historia. Han decidido rodearse de algunos intelectuales pero, en la práctica, su programa, representado por el Sr. Boric, no es más que el comienzo del paroxismo en la tarea de la demolición de la República. Ahora bien, ellos tienen un gran inconveniente: Chile no está constituido por esa minoría ruidosa en la que ellos se sienten a gusto y que representan.

De la Lista del Pueblo, tanto en la presidencial como en la parlamentaria, no tienen grandes posibilidades. No solo se les derrumba la casa de naipes con la salida de adeptos a ella, sino que han demostrado ser, como ingeniosamente alguien comentara, “La lista del Sueldo”, es decir, derrotar la pobreza y luchar por la dignidad, pero de ellos mismos.

Sichel y el pacto Chile Podemos +, sabemos que está conformado por una pseudo-derecha cuya blandura y obsecuencia contribuyó a empujar a nuestra nación al borde del precipicio. Por ello, y a sabiendas que tenemos un proceso revolucionario aún en marcha, es altamente probable que, de ser electo, las concesiones a la violencia de la extrema izquierda sigan a la orden del día. Basta mirar las caras de dicho pacto como para darse cuenta de que son las mismas “caras tristes” del acuerdo de noviembre de 2019, las mismas que llamaban -y de hecho votaron- a aprobar, las mismas que se han dejado manipular por las izquierdas, y las mismas que hasta el día de hoy no han sabido hacer respetar el estado de derecho, particularmente en la macrozona sur.

No pongo en duda las intenciones y capacidades técnicas de Sichel, su propuesta y su equipo, sin embargo, su falta de convicción que le entregó el país a la extrema izquierda y que permitió la intromisión de mano extranjera como parte de la estructura logística de la insurrección, levanta serias sospechas de que sean capaces no solo de reestablecer el estado de derecho y recuperar Chile sino también de imponerse frente a una izquierda totalitaria que, tal como en el pasado, está dispuesta a echar abajo el país si es necesario. De manera que los comentarios del Ministro Bellolio sobre que “no hay opción” de que un eventual gobierno de Sichel sea de continuidad, resulta poco creíble.

Con un programa sólido, Ruta Republicana, construido sobre la base de criterios técnicos y principalmente de los pilares morales y las fortalezas que han sustentado nuestra civilización y a nuestra República, José Antonio Kast y los candidatos Republicanos son los únicos capaces de enfrentar la violencia desatada y al mismo tiempo recuperar Chile. Nuestro país no necesita una tabla de salvación, no necesita de un golpe de timón que lo encauce a la senda sin retorno de cambios que van en contra del alma nacional, sino más bien necesita de un acorazado capaz de sortear esta tormenta, enfrentándola de frente y capaz de llevarnos por las aguas turbulentas por las que navega toda la humanidad.