Paso a paso, nos acercamos al abismo

Carlos A. Casanova | Sección: Política

Las primarias presidenciales que tuvieron lugar el domingo 18 de julio constituyeron una de las catástrofes más grandes que ha sufrido Chile en los últimos 51 años. En efecto, la coalición que había representado la continuidad con el proyecto político encarnado en la Constitución redactada por la Comisión Ortúzar, en su última transformación, Chile Vamos, propuso a la elección del público cuatro pre-candidatos presidenciales que representaban, en realidad, una ruptura. Es difícil decir cuál era el peor de los cuatro, pero sin duda la disputa más reñida se daría entre Sichel y Desbordes. Sichel, en efecto, tuvo contratos con el gobierno durante la segunda presidencia de Bachelet y trabajó a honorarios para la Subsecretaría de Desarrollo Regional y tiene contactos estrechos nada menos que con Jaime Tohá y Juan José Santa Cruz (sus “padrinos políticos”), medrando por su apoyo durante el gobierno socialista. Por si eso fuera poco, ha manifestado repetidas veces opiniones revolucionarias en temas centrales para la Constitución chilena (la familia en particular), y se ha mostrado favorable a la agenda globalista, por ejemplo, en el asunto de la inmigración. Lo cual no tiene nada de raro, porque la Organización Plural Chile que él dirigía recibió en el año 2017 nada menos que 155 millones de pesos del financista revolucionario George Soros. Es decir, hay buenas razones para pensar que Sichel no es verdadera oposición para la revolución, encarnada ahora en Gabriel Boric.

Pero hablemos ahora de la otra coalición, la de “Apruebo Dignidad”. De alguna manera, en los últimos meses, los revolucionarios tuvieron éxito en hacer creer a la opinión pública no sólo que Sichel es “de centro derecha”, sino que Gabriel Boric es un hombre moderado, en comparación con Daniel Jadue. El éxito de esta campaña fue tal que, según el Diario Financiero, diversos gremios empresariales declararon lo siguiente: “confiamos en que quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones sobre el futuro de Chile sepan interpretar a una ciudadanía que ha privilegiado propuestas moderadas”. Pareciera como si nunca hubieran visto que un tirano en potencia, y en especial un tirano marxista, está dispuesto a prometer todo lo que haga falta con la intención de engañar a sus enemigos y asegurarse el poder. Recuerdo que Chávez, después de reunirse con John Boulton en Venezuela, durante la campaña electoral de 1998, tras haberle prometido “moderación”, comentó con sus íntimos: “así es como yo jodo a la oligarquía”.

Lo cierto es que ahora Boric es visto como un hombre moderado. Uno tiene que frotarse los ojos para estar seguro de que no está soñando. Uno de los fundadores del Frente Amplio; con toda probabilidad, uno de los arquitectos de la situación que llevó a la rendición del 15 de noviembre; el joven que visitó en Francia nada menos que a Ricardo Palma Salamanca, y replicó después a Juan Antonio Coloma que era un hipócrita, cuando Coloma le recriminó que visitara a un asesino, ése es el hombre que la prensa chilena ha conseguido que sea visto como un “moderado”.

Con estas primarias, entonces, el cielo político chileno se carga aún más de densos nubarrones que anuncian la devastadora tormenta que está a punto de desatarse para borrar a Chile del concierto de las naciones. La impresión que queda es que las opciones del electorado en noviembre serán Boric, Sichel, Kast y quizá Yasna Provoste. Yo pienso que el apoyo a José Antonio Kast no es para nada despreciable, pero también pienso que hace ya años que en Chile no hay elecciones limpias. Esto me lleva a pensar que Kast no tiene ninguna posibilidad de obtener una votación decente si no se toman medidas drásticas para controlar la limpieza de la elección, y tengo dudas de que contemos con una estructura humana-institucional capaz de velar por ella.

Recientemente vi un video de una conferencia que dio Carlos Sánchez Berzaín en el foro «Fraude electoral transnacional en las Américas«, celebrado en la sede del Interamerican Institute for Democracy el 13 de julio de 2021, en que expone la táctica castro-chavista para adueñarse del poder en las Américas, y describe los diversos mecanismos para hacer fraude. En mi opinión, todos ellos se usan o se han usado en Chile, sin que el pueblo -demasiado confiado en la impenetrabilidad del Servel por la infiltración- si quiera haya pensado que podría haber fraude. (Uno se pregunta: ¿por qué sería inmune el Servel a la infiltración si todos los demás poderes del Estado se encuentran, obviamente, infiltrados hasta el tuétano?).  

En efecto, los testimonios de fraude que he ido recogiendo son abrumadores. Hay cinco tipos de fraude en Chile de los que yo haya recibido testimonio o tenga fuertes sospechas. El primer tipo depende un registro electoral inflado en alrededor de un millón y medio de votantes y de una ausencia total de reglas que eviten el voto múltiple; el segundo tipo es la violación de las actas, en las que se escribe un palito delante de la cifra numérica del candidato de preferencia; el tercer tipo es la digitación errada de los números de las actas. Varios apoderados me han dicho que en las tres últimas votaciones se ha impedido velar por la correcta digitación de los resultados. Por esto hay inconsistencias entre los resultados y las actas. En Providencia, se pidió una auditoría en mayo, y hete aquí que ganó el Partido Republicano. En muchos otros lugares había inconsistencias, pero no se pidió auditoría por falta de organización institucional y humana para velar por la limpieza de la elección. Pero aparte de estos tres fraudes que me temo que sean práctica común ahora en Chile, tuvimos otro tipo para la Constituyente: primero, las actas fueron violadas en la noche, por ejemplo en La Granja; y segundo, después del plebiscito se creó un cupo para «los pueblos originarios» (violando la Constitución y la voluntad popular) y esos 17 convencionales fueron electos con una cantidad risible de votos, pero se les aseguró una posición directora en la Convención. La democracia chilena está en vías de extinción. 

Suponiendo todo esto que he dicho, me temo que el futuro de Chile es negro, como digo. Lo más probable es que Gabriel Boric sea el hombre elegido por la transnacional comunista para convertirse en el Hugo Chávez de Chile, y que Sebastián Sichel sea su Francisco Arias Cárdenas. ¿Qué quiero decir con esto? Les voy a contar una breve historia.

Después del golpe del año 1992, y después de la elección de Rafael Caldera, Venezuela vivió la ilusión de que se podía pacificar el país como se había hecho en los 70, por medio del perdón, y confiando en la honorabilidad de Chávez y sus seguidores. Fue así como Francisco Arias Cárdenas, tras haber sido uno de los cuatro más importantes comandantes golpistas, llegó a ser Gobernador del Zulia, y ganó fama de haberse convertido nuevamente a la mentalidad “democrática” o republicana. De modo que, cuando en el año 2000 se celebraron las segundas elecciones presidenciales de Chávez, la oposición no tuvo mejor idea que oponer a Chávez uno de sus antiguos camaradas: eligieron a Arias Cárdenas como su candidato. Poco sabían los políticos que acordaron esta candidatura acerca de las tácticas comunistas de infiltración, y de la habilidad marxista para simular y posar. Arias Cárdenas aceptó la candidatura, con el propósito de reconocer enseguida su “derrota” electoral. Tras la elección probablemente fraudulenta fue enviado como embajador de Chávez a la ONU y de esa manera los camaradas se rieron de los ingenuos demócratas, como en el pasado se habían reído sus antecesores, al menos desde Lenin. Ahora sabemos que Arias Cárdenas había sido la cabeza de una de las tres logias que infiltraron a los militares venezolanos para hacer la revolución desde las Fuerzas Armadas: era un artista de la simulación y la infiltración.

Cuando Boric gane las elecciones, entonces, con el acuerdo secreto de Sichel, la Convención Constituyente tendrá luz verde para actuar como soberana, y el Congreso se convertirá, igual que los tribunales más altos, en un adorno irrelevante y próximo a desaparecer. Se convertirá, en verdad, como han dicho algunos convencionales, en el “ex-Congreso”.

Supongo que Yasna Provoste probará su suerte y que eso dará mayor plausibilidad al triunfo de Boric. Por otra parte, no me atrevo a descartar del todo que Sichel gane las elecciones, aunque lo considero muy poco probable. En este caso me parece que él también favorecerá la declaración de la Convención Constituyente como soberana y que Chile continuará su proceso de disolución semejante al actual bajo Sebastián Piñera, pero más acelerado.

A todas éstas, ¿qué deberá hacer José Antonio Kast ante este panorama? En mi opinión, Kast deberá: (a) pedir la depuración del registro electoral y la implementación de sistemas de control del voto múltiple; (b) intentar organizar tantos centros locales del Partido Republicano como pueda, para que esos centros, a su vez, organicen equipos de apoderados que se conviertan en una estructura capaz de evitar el fraude a nivel nacional. Esta organización requeriría que se hiciera una suerte de concurso para seleccionar a las cabezas locales, y ese concurso debe ser organizado por personas muy bien capacitadas para ello, de su absoluta confianza y dotadas de sagacidad política. Quizá debería intentar formar una organización semejante a la venezolana Súmate, de María Corina Machado, para realizar encuestas secretas a boca de urna, que permitan contrastar los resultados oficiales con datos fiables. Quizá debería también formar alianza con los sectores de la UDI y de RN que comprenden el peligro mortal en que se encuentra Chile. (c) Debe mantener su candidatura presidencial, y también apoyar candidaturas al Parlamento, para el caso de que se logre que la Convención Constituyente se sujete, como debe, a la Constitución. (d) Y, por último, debe estar preparado para convertir la estructura partidista en una estructura de resistencia. Esto, a su vez, requiere revisar las concepciones logísticas de su partido, y también tomar estrictas medidas de seguridad para minimizar el espionaje que sin duda se está ejerciendo sobre el partido (por ejemplo, evitar tener reuniones vitales por Zoom o por Google Meet; usar correos cifrados; evitar que las conversaciones claves se lleven a cabo al alcance de los micrófonos de los celulares).

¿Encontrará Chile una manera de estructurarse para salir de la UCI en que lo han puesto Sebastián Piñera, Jaime Mañalich, Enrique Paris, Izkia Siches, Mario Desbordes, Evópoli y, sobre todo, los movimientos subversivos, el narcotráfico y los políticos pro-comunistas, encabezados por Michelle Bachelet? No lo sé, pero dirijo mis votos a Dios porque así sea. Pero, si no fuera así, ruego entonces a Dios que dé fuerza al espíritu del pueblo chileno para conservar su Fe en Jesucristo y su Esperanza en el Cielo en medio del triunfo temporal en su suelo del movimiento anti-teísta más criminal que haya existido en la historia humana: el marxismo maoísta.