Nosotros, el pueblo

Juan Pablo Zúñiga H. | Sección: Política

El próximo 4 de Julio comienza la Convención Constituyente, consagrando así un proceso electoral legal, con un comienzo traumático, pero con el agridulce sabor a legitimidad que le proporcionara el plebiscito. La fecha de inicio de la mentada Convención parece uno de aquellos sarcasmos de la historia.

El 4 de Julio de 1776, el Segundo Congreso Continental declaró la Independencia de los EE.UU., evento que fue consagrado con el establecimiento del texto final de la Constitución el 17 de Septiembre de 1787. No teniendo formación en el derecho, siempre me ha llamado la atención la primera frase de las constituciones, frase que es una antesala del texto que tiene en frente, y, al mismo tiempo, lleva consigo lo que es, y será, la impronta de la nación. En el caso de la nuestra, comienza señalando “Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos. La familia es el núcleo fundamental de la sociedad”. En el caso de la americana, comienza señalando, en mayúsculas (al menos en la edición que dispongo) “WE THE PEOPLE of the United States…”, es decir, “Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos”. Libertad y familia en el caso de Chile, unión como un solo pueblo y una sola nación en el caso americano.

La independencia americana fue el pedernal que encendió los movimientos independentistas de las monarquías europeas, siendo, de alguna manera, el ejemplo por antonomasia de independencia, democracia y libertad, elementos que inspiraron la independencia de muchas naciones, incluida la nuestra. Por tanto, aquella frase “Nosotros, el pueblo” debiera estar de manera tácita o explícita expresa en nuestros textos constitucionales. Ahora bien, un grupo importante de los constituyentes electos para “intentar” formular nuestra nueva constitución acostumbran a usar términos como “el pueblo, soberanía popular, la gente, la calle”, entre otras. Sin embargo, basta una simple inspección para darse cuenta de que su retórica “popular” apunta poco y nada al pueblo, ni menos se inspira en el pronombre “nosotros”.

¿Qué es el pueblo para las izquierdas chilenas? Para ellos, representa un conjunto humano que lo llaman de plural pero que requiere de homogeneidad en ciertas características, entre las que se cuenta que sea de izquierdas, del mundo de las artes cuya musa inspiradora sea la izquierda latinoamericana, adhesión a la lucha armada indígena, a favor de la lucha de clases, que viva en barrios populares, a pesar de que sus líderes vivan en sectores acomodados de la sociedad y claro, minorías de toda clase, aliñadas con rencor y resentimiento, son bien recibidas. Todo aquel que no encaje en estos criterios, automáticamente deja de pertenecer a su definición de pueblo, y peor aún, pasa a ser catalogado por esta suerte de NKVD criolla como un enemigo del pueblo, ¡pero qué osadía! En el mundo soviético habrían sido llamados saboteadores o enemigos de la revolución; en Chile son llamados fascistas, apetecida palabra del vocabulario de las izquierdas cuya conjugación hoy en día es un sine qua non para todo aquel que desea ser contado entre las filas de esta casi mística definición de “pueblo”. De manera que, si usted no es de izquierda, si es profesional, emprendedor, aboga por Dios y su familia en primer lugar, propietario de algún bien material, rechaza todo acto de rebeldía y desobediencia civil hacia el estado de derecho, si es cristiano y adscribe a los valores tradicionales, entonces, por muy chileno que sea, usted no entra en la clasificación de pueblo de las izquierdas.

En diversas entrevistas y seminarios, el profesor y escritor Gastón Soublette, al ser interrogado por la figura de Violeta Parra, miembro del PC y a quién conociese personalmente, señala que en determinada oportunidad fue increpado por la artista, quien le reprochara llamándolo “pituco de m… que nunca va a entender a su pueblo”. Por tanto, vemos que la conducta prejuiciosa de las izquierdas chilenas para aquellos que no pertenecen a su medio social es una conducta inmanente a ellos, lo que evidentemente impide que reconozcan el carácter plural de nuestro país y la pertenencia de cada uno de nosotros al pueblo de Chile, que conforma nuestra nación.

Quisiera ser optimista y pensar que la prometida constitución será la panacea que fue promocionada a tantos incautos, y a otros tantos que pecan de ignorantes. Es difícil creer que el texto será “para todos”, comenzando por el principio elemental de la absoluta descreencia de las izquierdas en el pueblo de Chile como el conjunto humano que nos incluye a todos, independientemente de condición social, política, religiosa o racial. Y pensar que 94 de los constituyentes que abogan por esta distinción sesgada de pueblo pertenecen a la llamada “lista del pueblo”. El chiste se cuenta solo.