Los círculos rectores de la derecha siguen impotentes

Editorial Camerata | Sección: Política

Los hechos siguen revelando la existencia de un proceso revolucionario en curso, que permanece incontestado. En el marco de una guerra ideológica que reivindica la violencia política y exacerba una democracia revolucionaria, los círculos rectores de derecha siguen impotentes sin articular una reacción coherente. Entre otras razones, por su desdén hacia las metodologías de estudio político avanzado, que resultan indispensables para enfrentar la situación. Las encuestas de opinión y las estrategias de marketing, o las técnicas del Business Intelligence para el manejo de los negocios, se muestran ahora completamente inútiles. Como termómetros, los análisis electorales dan cuenta de coyunturas que no atienden a lo trascedente.

A inicios de esta revolución en marcha (año 2014), un columnista frecuentado por dicha élite, ante las alertas dadas por la comunidad de inteligencia, se preguntaba incrédulo si “¿Estamos acaso lidiando con células paramilitares, con asociaciones ilícitas, con grupos violentistas de alta sofisticación y complejidad? ¿No será que más bien se trata de una muchachada de cabros malcriados, vándalos y delincuentes a los que bastaría hacerles un parelé?”. “Antipredicciones” y contra los agoreros que suelen exagerar las cosas, fueron Raimon Aron cuando se refirió a los sucesos en París en mayo de 1968 como una erupción de acné juvenil, y el Papa de la época, cuando al avisársele sobre la rebelión luterana en Alemania respondió desdeñosamente: “robba di frate”, un mero asunto de frailes.

Por eso “no lo vieron venir”. Por subestimar la información de que sí disponía, la dirigencia de derecha incurrió en un yerro estratégico mayor al acordar con la izquierda parlamentaria el pacto del 15 de noviembre de 2019, conducente a la Paz y a una nueva Constitución. No se dio una cosa con otra, por la sencilla razón de que esa izquierda parlamentaria nunca condujo la sedición del 18-0, cuyo sentido y dirección reside en grupos comunistas y colectivos anarquistas. Plenamente coherentes con su pensamiento y discurso ha sido su acción, de modo que ha sido el saber qué “sienten y piensan” (qué quieren en sus corazones y sus mentes) lo que habría podido anticipar qué “dicen y hacen” (según qué tengan y puedan) estas gentes.

Desde que Marx planteó que los filósofos no deben interpretar el mundo sino que transformarlo (Tesis sobre Feuerbach: 1845), monitorear los discursos de esta ideología deviene inexcusable si se quiere anticipar las actuaciones que en post de ese objetivo suele producir. Los seguidores del marxismo no solo “piensan” que hay que transformar el mundo, de manera radical, sino que además “dicen” cuanto van a “hacer” al respecto, a través de actos de habla no meramente constatativos de una realidad, sino que performativos o realizativos (John Austin, Cómo hacer cosas con palabras: 1962) en relación con aquellos fines políticos estratégicos que se han propuesto alcanzar como meta final.

Y llevan las palabras a la acción; predican y practican. Unas veces por conducto legal, para perseguir a sus enemigos políticos, como cuando la izquierda radical quiso criminalizar el pensamiento de quien “negare las violaciones a los derechos humanos cometidas por agentes del Estado durante la dictadura cívico militar ocurrida en Chile entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990”. Otras veces por medio de la insurrección callejera: el Bogotazo de 1947 y París en 1968 son experiencias emblemáticas de análisis indispensable. Las proclamas y reivindicaciones análogas que han acompañado a la seguidilla de bombazos que asolan de cuando en cuando a la capital, más la guerrilla rural instalada en la Araucanía, mueven a sostener que acá no existe el azar, lo espontáneo ni lo fortuito, sino causas ignoradas. Se atribuye a Ian Fleming, en su novela Goldfinger, la frase de que “una vez es casualidad, dos veces coincidencia, la tercera vez es acción enemiga”. Cuando el principio de coincidencia de las evidencias refleja un patrón de conducta o tendencia, ya no caben incertezas ni despistes, barajando impresiones tan bastas como que se trataría de delincuencia, afanes de destrucción, sin objetivos históricos de por medio. Hay en la agresión conciencia plena de medios y fines; solo falta que los embestidos se den cuenta.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Camerata, el jueves 22 de julio del 2021.