Nuestra actual situación (VII)

Alfonso Hidalgo | Sección: Política, Sociedad

Una pandemia con visos de totalitarismo global (2ª parte)

Evidentemente, todo lo dicho –y siempre por supuesto en nuestro beneficio– ha significado en la práctica la muerte de muchos derechos y libertades civiles, al haber sido eclipsados por una dictadura sanitaria que con una facilidad pasmosa, coarta estos derechos como y cuando quiere. En este sentido se ha producido y en muy corto tiempo, un retroceso sin parangón de nuestras libertades, lo cual además, muestra lo adormecida y cegada que se encuentra nuestra población.

Ello explica también –y otra vez gracias a la labor de los medios de comunicación– que las masas aterradas y expectantes, hayan aceptado sin titubear la única solución casi mágica impuesta al unísono por los organismos internacionales, las autoridades nacionales y los medios, las vacunas, a cambio de recobrar algunas migajas de la libertad que tan fácilmente se dejaron arrebatar. 

Al mismo tiempo y de manera al menos curiosa, tampoco se ha producido la esperada protesta ni crítica en razón de todos los derechos humanos conculcados gracias a esta “emergencia sanitaria”, por parte de los organismos internacionales encargados de tutelarlos, como han hecho de continuo ante otras situaciones en que estos derechos se han visto afectados. En este sentido, el cambio de óptica que se ha producido aquí resulta evidente, fruto del monopolio ideológico que tienen respecto de su interpretación. 

Ahora, resulta claro que en este arrebatamiento de derechos, ha sido fundamental el poder coactivo del Estado, con la amenaza y el uso de la fuerza, varias veces de manera desproporcionada. Con todo, resulta obvio que si se diera una masiva desobediencia civil, no habría sistema jurídico que hubiese podido hacerle frente. Lo cual nos vuelve a remitir al papel clave de los medios de comunicación.

Pero además, este encierro masivo a que están forzando a la gran mayoría de la población, está teniendo efectos que a la postre serán mucho peores que los que supuestamente se quieren evitar con estas medidas. Así, al margen de problemas psicológicos evidentes que producirá y está produciendo esta desesperante situación, o a diversos conflictos familiares, a ello se añadirán un cúmulo de problemas en las restantes áreas de la salud, al haber quedado casi todas rezagadas para poder hacer frente a la “pandemia”.

A lo antes dicho se añade el daño colosal y tal vez irrecuperable para la economía que ha traído y seguirá trayendo todo lo anterior. Y es necesario aclarar que esto se señala no para defender o pensando en las mezquinas ganancias de unos pocos, sino porque la pobreza subsecuente de todo este proceso, producirá más enfermedad y muerte. 

Como resulta obvio, lo que ahora está ocurriendo afecta sobre todo a las personas de menores recursos, que se ven impedidas para ganarse su sustento y sentirse útiles, al ser víctimas de largos encierros. Pero también la actual situación está llevando a la quiebra a las clases medias de nuestros países, al serles imposible resistir esta situación por mucho tiempo, lo que producirá en buena medida la interrupción o incluso la destrucción de la cadena de producción de bienes y servicios en nuestras sociedades. En consecuencia, al romperse de este modo el tejido social, muchísimas necesidades más graves que el Covid (como la alimentación, por ejemplo), no podrán ser satisfechas de manera adecuada, situación que podría producir muchas más muertes y problemas que el propio Covid. 

En realidad, este “parar el mundo” para combatir el Covid, repercute en directo beneficio de las grandes fortunas del mundo, no solo por tener la capacidad de resistir el cierre de la economía, sino más profundamente, porque poseen la infraestructura para suplir en buena medida lo que hacen esas empresas de la clase media, entre otras cosas, mediante el comercio online. De hecho, viendo el notable aumento que han tenido en sus utilidades en medio de esta crisis, da la impresión que hubieran estado preparadas para la misma.

Debe insistirse en que esta gigantesca crisis económica de efectos aún inimaginables, ha sido provocada debido a las medidas impuestas por las instancias internacionales, los gobiernos nacionales y la complicidad de los medios de comunicación, con la excusa del Covid. Así, de tener éxito, ella podría hacer que los más poderosos se hagan aún más ricos y fuertes, mientras que la clase media tienda a disminuir de forma drástica o incluso desaparecer, con lo que la gran mayoría de la población quedaría sumida en la pobreza. Lo cual hace que la posibilidad de ser dominadas y controladas a través de las dádivas del Estado por la clase política dominante, tributaria de este poder internacional, se haga dramáticamente real, como ya ocurre en algunos países democráticos. 

Pero además, este colapso hará que la poca riqueza que le quede a esta clase media arruinada, pueda ser adquirida a muy bajo precio por quienes se han hecho aún más ricos con esta pandemia, acrecentando el problema descrito y sumiendo a grandes masas en una verdadera esclavitud económica, política y mental.

En consecuencia, todos podríamos terminar dependiendo de estas dádivas del Estado, lo que permitiría que quienes ahora tienen el poder, puedan retenerlo indefinidamente. 

Sin embargo, resulta obvio que es imposible sustentar gastos semejantes con una economía quebrada o rota, pues entre otras cosas, la crisis de esta última también disminuye la tributación necesaria y en la cual se tienen tantas esperanzas para sustentar el erario público. Todo esto parece indicar que para mantener funcionando este auténtico clientelismo, se haría necesario aumentar de forma exponencial la deuda pública mediante créditos internacionales –como de hecho ya se está haciendo–, dejando así hipotecado el futuro de varias generaciones venideras.

Ahora bien, y dado que se trata de una obligación que tiene todos los visos de ser impagable, no resulta descabellado pensar que los acreedores podrían exigir otro tipo de compensaciones a cambio de estos suculentos préstamos, ayudada por este entreguismo de la clase política, como está haciendo China con sus deudores. De esta manera, a fuer de poder imponer –más aún de lo que ya ocurre– una serie de políticas dictadas desde el exterior, los países podrían incluso perder parte de sus territorios o de su infraestructura crítica, con lo cual pasarían a depender en los hechos de sus acreedores y a convertirse en auténticas colonias suyas.

Por otro lado, para solventar las necesidades de una población cuasi esclavizada y crecientemente empobrecida, no sería de extrañar que los estados comiencen a expropiar bienes de esta misma clase media y también de algunos de los más ricos (como cuentas bancarias, acciones, segundas viviendas, inmuebles para la renta, campos, residencias consideradas demasiado grandes para una sola familia, para ser compartidas con otras, etc.). En suma, imponer un control total sobre la propiedad y en el fondo, terminar con ella.

Debe agregarse que todas estas acciones del Estado encontrarían su justificación en la necesidad o incluso en la obligación que ellos tienen de asegurar los “derechos humanos” de sus habitantes, en particular los económicos, sociales, culturales y ambientales, siempre bajo la mirada vigilante de las instancias internacionales. Por tanto, una serie de injusticias y esta actitud totalitaria podrían ser consideradas legítimas en nombre de estos nuevos “derechos humanos”.

Si bien no es una materia que se aborde aquí, es necesario dejar constancia que todo lo dicho se vincula sospechosamente con el Foro de Davos y la Agenda 2030, siendo imposible no recordar su eslogan más conocido: “no tendrás nada, pero serás feliz”.

Por tanto, y dado que el poder por naturaleza tiende a crecer, no resulta descabellado que esta situación sanitaria causada por una “pandemia” de muy baja mortalidad, en virtud de la cual se ha impuesto una completa revolución cultural, política, jurídica y económica en detrimento de las grandes masas, haya sido creada precisamente para destruir nuestro actual sistema de vida y permitir o facilitar la conquista del poder total por quienes controlan este proceso. Insistiendo una vez más en el papel crucial de los medios de comunicación, así como el entreguismo y/o complicidad de las clases dirigentes de nuestros países hacia las instancias internacionales, quienes parecen dirigirlo.