Nuestra actual situación (VI)

Alfonso Hidalgo | Sección: Política, Sociedad

Algunas aplicaciones prácticas de lo señalado hasta aquí

A continuación, se abordan tres importantes acontecimientos actuales en que es posible percibir cómo se están aplicando varias de las ideas que se han expresado anteriormente: la actual pandemia del Covid 19 (que se dividirá en 2 epígrafes), la migración y los crecientes desórdenes que se están produciendo al interior de muchos Estados.

Una pandemia con visos de totalitarismo global

La actual pandemia del Covid 19 es a nuestro juicio un muy buen botón de muestra de la situación descrita, al darse a su respecto varios de los fenómenos antes mencionados. Veremos así como la influencia de los medios de comunicación y de las redes sociales, de las instancias internacionales y la complicidad de nuestras clases políticas, no solo calzan a la perfección con los fenómenos antes descritos, sino que permiten explicar y entender notablemente lo que ha ocurrido hasta el momento y hacen posible vaticinar lo que podría venir, de continuar esta situación.

Con todo, antes de abordar este asunto es necesario aclarar un aspecto fundamental y objetivo, que sirve de contrapunto para todo el análisis posterior: que el grado de mortalidad de esta enfermedad resulta muchísimo más bajo que el de cualquier otra pandemia que haya sufrido la humanidad en el pasado, siendo la peste negra de mediados del siglo XIV y la gripe española de principios del siglo XX, usuales puntos de comparación para demostrarlo. Sin embargo y pese a lo evidente de lo recién señalado, los medios de comunicación se han encargado de hacer creer y sobre todo de tener la sensación exactamente opuesta, al punto de haber comparado de manera grosera esas desgracias pasadas a nuestra actual situación. 

Lo anterior es fácilmente comprobable si se toman en cuenta los casos y los decesos que se han producido en el último año: de una población mundial que bordea los 8 mil millones, se han contagiado unos 140 millones y muerto menos de 3. Lo cual representa un 2% de contagio y menos del 0,04% de mortalidad en relación con la población total, y entre los contagiados, esta última alcanza un 2%. Todas cifras por completo lejanas a las de las pandemias ya mencionadas. Por tanto, y sin querer ofender a nadie ni cegarse ante la realidad, los datos indican que el grado de letalidad del actual Covid 19 resulta ridículo si se lo compara con pandemias anteriores.

Ello no quiere decir que la enfermedad no exista, o que a momentos nuestros sistemas hospitalarios puedan colapsar, ni que sea necesario tomar medidas para protegerse. Con todo, la sensación de pánico que se ha generado y los caminos que se han tomado para enfrentar esta situación, casi dan la impresión que la humanidad estuviera al borde de la extinción. Así, resulta en verdad notable que tan poca gente haya caído en la cuenta de esta cuestión, lo que nuevamente muestra el tremendo poder de los medios de comunicación.

En consecuencia, se ha terminado imponiendo una auténtica verdad oficial, contra la cual está prohibido disentir, existiendo severas amenazas a quienes osen hacerlo.

Otra cosa que no deja de ser curiosa, es que casi todos los gobiernos y medios de comunicación a nivel global, hayan estado de acuerdo al unísono y desde un principio respecto de las medidas de encerramiento y de casi total paralización de la economía que se ha impuesto a todo el planeta. En realidad, lo lógico, como debiera ocurrir en cualquier sociedad democrática, es que se hubiera generado un intenso y hasta agresivo debate a este respecto, dadas sus mayúsculas consecuencias. Sin embargo todos, gobiernos y medios, cerraron filas en torno al discurso dogmático oficial de las cuarentenas, el distanciamiento social, las mascarillas y un largo etcétera, propugnado por las instancias internacionales correspondientes.

Incluso en la propia comunidad científica se ha producido una censura y hasta la persecución de todos aquellos que no estén de acuerdo o hayan hecho algunos reparos al discurso dominante. Lo cual no puede ser más contradictorio con la misma naturaleza de la ciencia, que ha progresado precisamente gracias al debate, al desacuerdo y a la permanente comprobación de lo que otros afirman. Pero de manera curiosa, se produjo de nuevo un casi total y rápido acuerdo oficial en cuanto a las medidas que había que tomar y cómo combatir la enfermedad.

Una clara muestra de lo anterior ha sido el rapidísimo surgimiento, aprobación e implantación de una única solución que excluye de plano a cualquier otra: la vacunación masiva. Así, en un tiempo récord y a diferencia de cualquier vacuna tradicional, se han generado varias alternativas que han sido distribuidas a una velocidad asombrosa, nuevamente de la mano de la labor casi febril de estas instancias internacionales, de los gobiernos y de los medios de comunicación. En este sentido, es imposible no advertir que se trata de un remedio experimental, y que la población está siendo utilizada como conejillos de Indias, al ser imposible haber podido realizar las pruebas de rigor.

Al mismo tiempo, no deja de ser llamativo que se siga insistiendo en la necesidad de mantener las demás medidas preventivas pese a la aparición de la vacuna (cuarentenas, mascarillas, etc.), que se señale que serán necesarias más y más dosis de la misma, y que no se produzca un auténtico y generalizado debate fruto de los diversos efectos secundarios e incluso muertes que ella ha producido en algunas personas inoculadas, información que por regla general, ha sido censurada.

A decir verdad, las secuelas negativas que ha producido la vacuna, pese a no ser informadas por la gran mayoría de los medios de comunicación, los gobiernos y las instancias internacionales, son en realidad mucho más graves todavía, si se toma en cuenta la bajísima tasa de mortalidad que ha producido el virus a nivel global. Ante un dato objetivo como éste, resulta una absoluta irresponsabilidad pretender afectar a la población entera del planeta con una vacuna experimental. Máxime si todavía siguen siendo un misterio los supuestos beneficios que ella produce, lo que explica en parte que se siga insistiendo en que se deberá continuar con las medidas ya adoptadas, aun luego de haber sido en teoría protegido.

Igualmente, todo parece indicar aunque no se diga por ahora, que la intención final es imponer la vacunación obligatoria a la totalidad de la población mundial, junto a los pasaportes sanitarios respectivos, todo lo cual constituye una inaceptable injerencia en la vida y la intimidad de las personas, una peligrosa merma de sus derechos y una magistral arma de control por parte de los Estados, pues podría ser casi imposible la misma existencia sin dicho pasaporte.

Incluso, no deja de ser llamativo que a pesar que hay países en los cuales un gran porcentaje de la población ha sido supuestamente inmunizada, los casos de Covid sigan aumentando. También resulta raro que sea tan escasa la información respecto de otros tratamientos que hayan podido desarrollarse para combatir este virus, pese a su éxito, como por ejemplo, el anticuerpo inmunorregulador “leronlimab”.

Es por eso que nuevamente se insiste en la crucial importancia de la actividad de los organismos internacionales y de los medios de comunicación, pues el mensaje que transmiten en la actualidad de manera casi monopólica sólo aumenta el temor en la población, que paralizada por el miedo, ha ido aceptando casi sin protestar todas las restricciones que la autoridad ha impuesto. Situación que aumenta debido a la permanente advertencia, ya sea de la llegada de nuevas “olas” y mutaciones de la enfermedad, o incluso de la aparición de otras nuevas. De esta manera, todo parece indicar que las pandemias han llegado para quedarse.

A todo lo dicho se suma la colaboración de los gobiernos nacionales, completamente plegados a los dictámenes internacionales, tema que pasa a desarrollarse la próxima semana.